La fiscal general de Venezuela, Luisa Ortega, y el inspector de policía, piloto, paracaidista y buzo de combate Óscar Pérez emergen como alternativas para darle fin a la dictadura de Maduro, quien ahora se erige como el papá de Santos y de todos los colombianos. Pero no dejan de existir graves dudas, empezando porque ello evidencia un hondo fracaso de la oposición que representan los Capriles, María Corina, Borges, Ledezma o Leopoldo, excarcelado para apagar las revueltas, y porque el piloto es un histriónico actor, en tanto que la fiscal era más chavista que Chávez, por lo que no se puede descartar que su apostasía sea un ardid para mantener el poder.

Algo similar vemos en Colombia con Juan Carlos Pinzón, pues, aunque es inobjetable su apreciación de que el acuerdo “se pudo hacer mejor”, es obvio que nadie puede catapultar una candidatura bajo el ala de un presidente hundido en semejante desprestigio, siendo imperativo marcar distancias o aparentar que se hace. De hecho, Pinzón también asevera que el acuerdo está firmado y ya nada se puede cambiar: “Ahora hay un compromiso que es obligación legal. Hay que cumplirlo, y hacerlo cumplir sin dudar”. De manera que sus objeciones solo son de labios para afuera.

No están, pues, muy equivocados quienes creen que Pinzón es una especie de caballo de Troya del santismo para dividir las huestes de ‘la derecha’, ya que ciertamente arrastraría muchos votos de entre quienes se oponen al acuerdo de paz, restándole opción al “que diga Uribe”, que en algunas encuestas se impone sin tener apellido todavía.

Y es que el anuncio de la coalición entre Uribe y Pastrana estremeció los cimientos políticos del país porque tiene una tendencia a crecer que podría convertirla en una alianza invencible, lo que ha hecho arreciar los ataques y las críticas a los llamados ‘enemigos de la paz’. Si esa unión no tuviera capacidad de convocatoria ni contara con ninguna posibilidad de triunfo, no gastarían tanta tinta ni habría tanta crispación, con el agravante de la disolución del partido de Santos cuando todavía falta un largo año que este transitará en la más absoluta y catastrófica soledad.

Lo curioso es que tampoco Vargas Lleras podrá imponerse en el debate electoral eludiendo el tema de “la paz”, y su imagen de hombre firme y recio, que es la que le da votos, se verá seriamente desdibujada si no esgrime argumentos como los de Pinzón. Eso deja en claro que el candidato del Gobierno no será el hombre del coscorrón, y ya Imelda Daza –la que manda sus escoltas a matonear al que le grite guerrillera– le dio la bendición a Humberto de la Calle, sin duda a nombre del farcsantismo, la coalición oficialista.

Por supuesto que la oposición tiene un problema serio por resolver, y es precisamente el de definir quién será el candidato que va a concentrar el apoyo de los sectores del No del plebiscito de octubre, así como de muchos otros que se suman a la lista de arrepentidos al ver tanta chambonada en el acuerdo con las Farc y confirmar la veracidad de las denuncias, pues día a día se ha venido corroborando que los que verdaderamente “desinforman y mienten” son las Farc, el Gobierno y sus aliados ‘enmermelados’.

Sí, es evidente que “la lucha por el poder saca a relucir lo peor de la condición humana”, sobre todo la traición, la ingratitud y la incongruencia. De eso saben mucho el Presidente y el Vicepresidente. Pero si lo de Pinzón es un acto de divorcio genuino, toca decirle que es tardío, ya nadie le cree. Le pasa lo que a Fajardo y Galán: llevan tres décadas en la política y andan diciendo que no son parte del establecimiento, que son de la nueva clase política… Y no se sonrojan.

(Publicado en el periódico El Tiempo, el 11 de julio de 2017).

Posted by Saúl Hernández

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