La agencia France Press difundió ayer desde Lima la especie de que el gobierno de Estados Unidos dio un plazo perentorio al gobierno de Colombia para avanzar en el proceso de paz, de lo contrario habría intervención militar internacional a partir de la noche de año nuevo.

Todo el mundo lo sabe y es un secreto a voces. Ya lo había dicho  un periódico español, hace tres o cuatro semanas, y hace dos la cadena noticiosa CNN aseguró que la intervención en Colombia «está a la vuelta de la esquina». El mismo Carlos Saúl Menem y el gobierno argentino habían dejado filtrar, hace meses, el tema de la conformación de una fuerza de paz multinacional y ayer el despacho de la agencia francesa lo confirmó.

Como decía Jaime Garzón, en Colombia no solemos llamar las cosas por su nombre. Ayer mismo el canciller colombiano, Guillermo Fernández de Soto, salió a desmentir la versión. Se le vio bastante nervioso, algo raro en él, a quien siempre se le ve tan imperturbable. Dijo que el general Barry McCafree lo ha negado: ¿cuando avisan los gringos lo que van a hacer? Dice también el Canciller que no se puede violar la «Autodeterminación de los Pueblos»: ¿Quién le ha preguntado al pueblo colombiano qué desea?.

Creo no equivocarme al decir que la mayoría de los colombianos quiere la ayuda extranjera. Por lo menos el 80% de la población  desconoce a la guerrilla como alternativa de solución a los problemas nacionales y desea su disolución, bien sea por la vía militar interna —que no ha dado resultados—, por la vía de la negociación —que no parece factible por la escasa voluntad de los subversivos— o por intervención extranjera. Es decir, queremos la paz a como dé lugar, ¡y ya!.

El primero en proponer una intervención militar extranjera en Colombia fue el entonces gobernador de Antioquia, Álvaro Uribe Vélez, cuando hace unos años sugirió solicitar Cascos Azules de la ONU para asegurar territorios donde la guerrilla amenazaba con alcanzar su dominio. Mucha gente se opuso, y aun hoy se oponen, por considerar en peligro no la soberanía de Colombia (que hoy vale huevo con tanto muerto) sino su patrimonio, porque a la corrupta clase política no le conviene ni la revolución ni ceder el presupuesto, que se roban a manos llenas, a un militar gringo que le ponga orden a esta mierda como lo hizo el general Douglas McArthur en Japón, después de la II Guerra Mundial.

Dice el Mono Jojoy que los gringos no son tan bobos como para meterse aquí «porque esto se les va a volver un Vietnam». Desde la guerra del Golfo Pérsico, ellos usan la estrategia «cero gringos muertos»: Inteligencia satelital, guerra aérea masiva, superioridad numérica con apoyo multinacional, tecnología secreta, agotamiento de recursos del enemigo, etc.

Para fortuna nuestra, creo, al Tío Sam no le interesa tener otro Fidel en el hemisferio, y menos uno que el pueblo no quiere. Distinto sería si Briceño Suárez, alias Mono Jojoy, evocara con sus actos a un Zapata, a un Bateman y no a un pistolero que asesina gente indefensa y destruye pueblos pobres.

Como cualquier alcohólico, Colombia pide ayuda; y los gringos, siempre tan diligentes, saben que cada cosa tiene un límite. ♦

Posted by Saúl Hernández

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