De nada sirve ser portador de malos augurios y menos en Colombia, donde las cosas están llegando a unos límites insospechados, enmarcado todo por un proceso de paz donde Tirofijo demuestra que ni es bobo ni es senil y Pastrana reafirma su falta de méritos para ocupar el puesto que alguna vez fue de Bolívar y que hoy se lo pelean los seres más ineptos que se hayan conocido en esta malograda esquina del mundo.
Sin embargo, el espectáculo al que estamos asistiendo no da más alternativa que advertir que el proceso de paz no va a ningún lado en las condiciones como el Presidente lo ha planteado:
1º. Un presidente no puede comportarse como un compadre de un jefe guerrillero. Una cosa es que «Don Manuel» lo reciba cordialmente en el monte y otra es que se le trate como un abuelito al que se le conceden toda clase de peticiones sin exigirle nada a cambio.
2º. Un presidente no puede hacer tratos discriminatorios con nadie. Es insensato que tome chocolate con Manuel y con el Mono Jojoy mientras le da la espalda al Eln. Da la impresión de que como este grupo ha sido —históricamente— menos sanguinario, no merece tanta atención. El Ejército de Liberación Nacional existe, lo demostró el domingo antepasado en Cali y de qué manera.
3º. Un presidente no puede negarse a dialogar con un actor armado y menos por exigencia de otro. Las Autodefensas de Colombia o paramilitares que llaman, deben estar en las negociaciones de paz. Aunque suene duro decirlo, si no fuera por los «paras» el presidente de Colombia, a estas alturas, sería Tirofijo porque al Gobierno, con Ejército y todo, le ha quedado grande el enemigo.
En fin, digamos la verdad: aquí el único que da muestras de paz es Carlos Castaño, quien ha hecho promesas y las ha cumplido como la de devolver viva a Piedad Córdoba. Sin embargo, es el que menos interesa que dé muestras de paz porque, como él mismo lo dice, su grupo armado existe como consecuencia de que exista la guerrilla y cuando ésta desaparezca los paramilitares también se extinguirán. Pero, por ahora, eso parece un sueño inalcanzable mientras las Farc no quieran y mientras se mantenga un presidente blandengue y torpe.
Al respecto, se me viene a la cabeza un concepto del recientemente fallecido director de El Tiempo, don Hernando Santos, con respecto a Andrés Pastrana, cuando dijo apenas posesionado que no lo iban a dejar terminar su periodo. Andrés no ha cumplido su primer año y la frase ya empieza a tomar forma por sus propios actos, porque mientras le ha dejado el timonel a «Don Manuel» y al doctor Juan Camilo, él anda empecinado en seguir de turismo por el mundo.
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