Hace rato, pero mucho rato, los colombianos entramos en la era de la comodidad, y con ello no me refiero al control remoto, al horno de microondas o a la manía de usar el carro —si se tiene— hasta para ir por leche y huevos a la tienda de la esquina.
Los libros de historia hablan de las gestas del pasado. Bolívar, un hombre enclenque y enfermo, se pasó la vida —¡ay, qué dolor!— arruinándose las hemorroides sobre un caballo, luchando por la independencia de un lado para otro, seguido por una horda de descamisados, hambrientos y descalzos, pero seguros de su objetivo.
La colonización antioqueña y los arrieros paisas son otro buen ejemplo de ello: cuando un arrierro daba el primer paso ya no había manera de detenerlo hasta su meta no importa cuánto tiempo tardara, cuántos kilómetros tuviera que recorrer, cuántos ríos y montañas debiera franquear. Se detenía para alimentarse y descansar cuando caía la noche, pero al alba se ponía en camino de nuevo.
Sin duda son lo más parecido que tenemos a las pirámides de Egipto, al vuelo de Charles Lindberg sobre el Atlántico, a la conquista espacial; porque para construir rascacielos como los de Nueva York o Chicago se necesita algo más que dinero: se requiere arrojo y persistencia. Si Cristóbal Colón hubiera sido como un colombiano de nuestros días se habría regresado a la primera voz de protesta de su tripulación.
Por eso, el verdadero héroe de nuestros días es Danilo Estrada Montoya, un antioqueño que el pasado fin de semana corrió 45 horas sin detenerse, desde Medellín hasta Bogotá. Para prepararse, trota todos los días desde su casa en Bello, al norte de Medellín, hasta la población de Bolombolo, al suroeste de la capital antioqueña. Son más de 60 kilómetros que Danilo recorre entre las 11 de la noche y las 8 de la mañana, a oscuras, con frío, bajo la lluvia.
Este hombre de acero está planeando desde ya, correr 50 horas seguidas, algo que ningún ser humano ha hecho jamás. Si uno se cansa de viajar 2 ó 3 horas en un auto, no puede ni imaginarse cómo Danilo hace lo que hace. Pero, ¿para qué sirve tanto esfuerzo? ¿Está loco?
Nada de eso. Danilo es un caso de persistencia y tenacidad muy escaso en Colombia. Pablo Escobar fue otro caso; mal ejemplo, pero persistente y tenaz, el más mafioso y el más criminal, no le servían las medias aguas. Con su arrojo pudo ser un nuevo Simón Bolívar, o un verdadero héroe como Danilo, quien nos deja un mensaje muy claro: elija hacer lo que más le guste y trate de ser el mejor del mundo en eso. Piense en grande. Tenga en cuenta que el camino fácil no lleva a ningún lado, es el sacrificio el que conduce al triunfo.
¿Por qué los gringos, los europeos y los asiáticos construyen nuestras carreteras, las hidroeléctricas, los túneles? ¿Por qué son ellos quienes explotan nuestros recursos? O ellos nacieron aprendidos o los colombianos no servimos para nada. A Colombia la está matando el facilismo y la comodidad, y vamos en reversa como el cangrejo. Sólo una actitud como la de Danilo Estrada nos va a sacar del atolladero.
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