Dice Antonio Caballero que siempre escribe sobre los problemas de Colombia porque son demasiados y muy graves, y que cada vez se superan; se empeoran las cosas. Aquí, un columnista, llámese Caballero, Alberto Aguirre, Héctor Rincón o NN, no tiene que hacer mucho esfuerzo para buscar de qué hablar. Aquí pasan cosas…

Miremos la semana que pasó: Lunes. Edgar Perea, Senador de la República, lanza gaseosa y micrófono al aire, furioso porque no lo dejan exponer un proyecto de ayuda a los deportistas discapacitados. Martes. Se conoce que Empresas Públicas de Medellín no comprarán Isagen porque el Ministro de Minas y Energía limitó su opción de compra al 42%. Miércoles. Se agrava el bloqueo de la carretera panamericana. Popayán y Pasto están desabastecidos. Los manifestantes están dispuestos a todo. Jueves. Estalla un carrobomba al norte de Bogotá. Es imposible determinar su origen. Viernes. El ELN dinamita 42 torres de energía de Isa y EE.PP. de Medellín en el oriente antioqueño. Si vuelan más torres el país puede quedar al borde de un apagón como el de Gaviria.

Cualquiera de esos temas es suficiente como para rasgarnos las vestiduras pero, un momentico: ¿el Ministro de Minas no es el mismo que elogiamos en la columna anterior por las bellezas que dijo en un discurso? Sí, es que el que con niños se acuesta, mojado amanece. Eso le pasa a uno por ponerse a defender políticos, a hablar bien de ellos con la mayor ingenuidad del mundo, olvidando cómo es un verdadero político.

Así es Luis Carlos Valenzuela , un hombre con DOBLE moral que es capaz de decir cosas muy bonitas y hacer lo contrario a lo que predica. Este señor nos está tocando el bolsillo a todos los colombianos de forma impúdica y descarada, amangualado con su amigo del alma, el señor Presidente de la República, y a favor de quien sabe qué intereses oscuros.

Pues sí. Él es el de la fórmula canalla de la internacionalización del precio de los combustibles. Le mintió al país diciendo que el precio se reduciría de manera notoria pero todo lo contrario, se ha incrementado ocho veces este año; la gasolina corriente ha subido un 42% y la extra un 60%, más de lo que se había incrementado en cualquier otro año.

A raíz de eso, el viernes renunció Carlos Rodado Noriega a la presidencia de Ecopetrol, inconforme con la fórmula del Ministro, porque prefirió Pastrana que se fuera Rodado en vez de exigirle a Valenzuela, su amigo, que revisara una política nefasta para un país que, sin ferrocarriles, mueve la economía a punta de gasolina.

Pero eso no es nada, este salteador está empeñado en vender a Isa e Isagen por 450 millones de dólares cuando valen el triple y por ningún motivo quiere permitir que las compren las Empresas Públicas de Medellín, su deseo es entregarla a manos extranjeras para que el país, ahí sí, pierda toda su autonomía.

El que compre las empresas más estratégicas del país nos va a subyugar elevando los precios de la energía cuando y como le dé la gana; esta enajenación, que además va a ser un regalo con moño navideño, es tan grave como la pérdida de Panamá en 1903 o la cesión a Venezuela del archipiélago Los Monjes, con todo su potencial petrolero.

Y este latrocinio se quiere cometer con la disculpa infame de querer tapar el hueco fiscal. Nos van a decir que los dineros se van a invertir en hospitales, escuelas y vivienda social, pero nada de eso es cierto. Y si lo fuera, hay mil millones de dólares que están quedando en el limbo, que seguramente se pagarán por debajo de la ruana como se estila hacerlo entre la clase política colombiana y de los que tendrán su tajada Pastrana y Valenzuela.

Si las Empresas Públicas de Medellín han ofrecido más plata y es mejor negocio, el argumento del Ministro es una baladronada. Que «…las EPM alcanzarían una posición dominante…» es una evasiva indecente porque tal dominancia ya la tienen y de sobra, porque domina en eficacia, en desarrollo. Es la empresa del siglo en Colombia. Si todo el país se babea con justa razón.

Valenzuela decía en su discurso amañado que si tuviéramos elites no hubiéramos permitido que se sucedieran tantos hechos graves que se han presentado en Colombia. Nos conmina a ser élites, a exigir que se gobierne para la gente y no para los amigos como él mismo lo dice. Por eso, es nuestra obligación exigirle que se vaya, que renuncie. Ya que el clima de Bogotá le parece tan harto que se devuelva para su Cali del alma y siga su carrera de chanchullos allá. ¿Sabe por qué son tan lindos los discursos de este ministro? Porque «cuando un hombre público queda mal en público, es como cuando una mujer pública —una mujerzuela— queda mal en privado» (Antonio Machado).

Posted by Saúl Hernández

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