Dicen de las brujas «que las hay, las hay», pero que no hay que creer en ellas. La maldad existe, se campea por todas partes, casi siempre victoriosa, aunque la vida sigue adelante abriéndose paso. Últimamente, el llamado satanismo se ha acrecentado en nuestro medio a tal grado que las autoridades tienen una unidad especial de investigación para esos delitos. Sin embargo, uno se pregunta si eso realmente existe; hoy, cuando muchos —quizás la mayoría— ni siquiera creen en Dios.
Creer o no creer, ese parece ser el problema —la «cuestión», diría Shakespeare—, y aunque en esto hay mucho de truco barato, suceden cosas, todos los días, que hacen pensar a cualquiera. Por ejemplo, si una niña de Medellín tiene marcas en la piel y dice que tiene un maleficio cualquier persona racional piensa: «Pamplinas, ella misma se las hizo».
Enseguida se le hace una revisión médica que comprueba que las rayas no fueron hechas por ningún medio externo. Un experto determina que se trata de un caso de dermografía (dermis: piel, grafía: representación), o sea de dibujitos en la piel. Perfecto, todo aclarado. ¿Aclarado?
La cosa se complica si se tiene en cuenta que Diana, de 16 años, no sólo tiene rayas por todas partes desde el último miércoles de ceniza, sino que en sus brazos y estómago se aprecian perfectamente tres grafitis nada halagadores: «no vivirás», «morirás» y «morirás para siempre». Además tiene morados en los senos (como de succión) y cruces en el mismo lugar.
Muchos piensan que la mente humana es tan poderosa que ella misma, inconscientemente, se pudo hacer esas marcas pero, ante el derrumbe de la Iglesia Católica, las creencias satánicas se han abierto paso en nuestro medio de manera, hasta ahora, incontenible.
Ver la manera como un hombre fue asesinado por la turba rabiosa la semana pasada en Chinchiná (Caldas) es otra demostración de que las fuerzas del mal se materializan. El hombre quería calmar a los manifestantes y lo mataron a golpes, como a un perro, frente a las cámaras de televisión. Ese comportamiento no es nada normal y hay gentes serias que atribuyen todo esto a prácticas demoníacas.
Ante las circunstancias, la fe toma de nuevo valor aun entre los no creyentes. Si la maldad muestra su poder debe existir una fuerza contraria a la que le debemos permitir que crezca en cada uno de nosotros, hay que erradicar el egoísmo, la envidia, la mentira, el odio, la vanidad, la ambición. Este fin de milenio se ha venido con cosas que atentan contra el hombre, por eso volver a Dios es volver al camino.
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