El jueves anterior, el presidente Andrés Pastrana Arango hizo sentir su descontento frente a la corrupción del Congreso de la República anunciando el llamado a un referéndum cuyo objetivo es transformar esa institución metiéndole pueblo al asunto. Hoy más que nunca la mayoría de los colombianos estamos seguros de que la mejor reforma es cerrarlo y esa debería ser la primera pregunta del tarjetón.
La mayoría de expertos en política defienden la separación de los poderes para evitar excesos de autoridad por parte de cualquiera de los existentes, pero en Colombia las cosas han llegado al otro extremo y los tres poderes existentes se anulan entre sí; por eso aquí gobiernan los extra y los parapoderes. El Congreso es un lastre que le impide gobernar al Presidente, cualquiera sea el monigote de turno, y es un roto fiscal histórico que le acarrea graves males al país.
Es evidente que el proceso de paz nos va a conducir a otra asamblea nacional constituyente como la de 1991 y, por ende, a la supresión temporal del Congreso para que aquella pueda legislar. Entonces, lo más conveniente sería aprovechar el referendo para clausurar el Congreso por lo menos hasta el 20 de julio del año 2006; es decir, lo que le resta de gobierno a Pastrana más el próximo periodo de gobierno completo.
Eso le significaría al país un ahorro cercano a 1.6 billones de pesos (US$ 800 millones de dólares), que es la mitad de lo que Pastrana le está mendigando al gobierno de Clinton para desarrollar el Plan Colombia, más del doble de lo que el Gobierno pide por Isagen y una cifra equivalente a lo que necesita el sistema financiero nacional para recuperar la estabilidad perdida en los últimos años y lo que requiere el Seguro Social para no seguir cerrando clínicas y atender a sus usuarios sin necesidad de poner tutelas.
Muy loable lo del Presidente, tenernos en cuenta para estas reformas, muy loable pero muy demagógico. Primero porque su Gobierno no puede escapar al escándalo tan fácilmente: los dineros robados provenían del Fondo Interministerial que maneja Juan Camilo Restrepo, Ministro de Hacienda y hombre de confianza de Andrés Pastrana, y se le trasladaron al Congreso para pagar favores políticos pues esa es la manera como se gobierna en Colombia, con la chequera en la mano.
Y en segundo lugar porque en Colombia todo se ha reformado, a veces en más de una ocasión, sin que los resultados sean satisfactorios gracias, precisamente, a esa manera ruin de hacer política. En 1991 se cerró el Congreso y se adoptaron medidas relativamente fuertes para depurarlo pero en poco tiempo regresó a las mismas manos de siempre por la sencilla razón de que nuestros partidos tradicionales son absolutamente corruptos.
Es por eso que cualquier reforma que realice Pastrana este año está condenada al fracaso. No hay que ser muy inteligente para proponer cambios sustanciales y prácticos como tener un Congreso unicameral, pequeño (menos de cien miembros en total), con bajos sueldos y sin beneficios onerosos, y donde no pueda ser candidato nadie que sea incapaz de demostrar altísimos valores morales, intelectuales y sociales; todo enmarcado en un drástico reglamento que castigue con destitución fulminante la más mínima falta.
Sin embargo, lograr una reforma tan profunda sería una estocada del Presidente a sus más íntimos allegados y eso es algo que él no va a hacer porque no tiene agallas ni inteligencia. Extirpar la corrupción del Congreso implicaría prohibir la candidatura de todos los políticos actuales en ejercicio porque habría que ser Dios para saber quién es Lot en esta Sodoma y Gomorra del bipartidismo tradicional, y, en el futuro, promover a los nuevos congresistas de Colombia desde el seno de las universidades, los gremios y todas aquellas instituciones que sí han trabajado históricamente por el bienestar de los colombianos y el progreso nacional.
Para que le sirva al país, el Congreso de la República debe convertirse en un apostolado, en un cargo bien aburridor donde nadie se aguante más de dos periodos, y dejar de ser una vara de premios que lo haga parecer una lotería. Pero ¡ojo!; no es sólo el Congreso, el cáncer está regado por todas las entidades públicas. Hemos llegado al momento de rehacer el Estado y un buen comienzo es hacer un buen Congreso. Pero como Roma no se hizo en un día lo mejor es cerrarlo hasta que la verdadera reforma se pueda llevar a cabo. Hacer otra cosa sería pura latonería y pintura para después seguir enfrascados en la misma vaina; sepulcros blanqueados que llaman.
Preguntas para el Referendo:
1. ¿Debe cerrarse el Congreso?
2. ¿Deben inhabilitarse de por vida a los políticos actuales?
3. ¿Debe inhabilitarse la participación de los partidos políticos?
4. ¿Deben eliminarse todas las prebendas especiales de los parlamentarios y rebajar sustancialmente sus honorarios?
5. ¿Debe conformarse el Congreso exclusivamente de individuos de altísimas cualidades morales, intelectuales y cívicas como Antanas Mockus, Nicanor Restrepo Santamaría y Pacho Santos en vez de Jorge Oñate, Moreno de Caro, Valencia Cossio o Sergio Cabrera?
R:/Sí a todas las anteriores.
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