Las imágenes de los casi 300 policías y soldados que se conocieron esta semana donde claramente se ve que las Farc los tiene en un campo de concentración estilo nazi han provocado un nuevo rechazo hacia los grotescos y absurdos procedimientos de la guerrilla. Pero aunque parezca contradictorio, el mismo hecho podría abrirle dos caminos al proceso de paz: el primero es que el Gobierno por fin se conduela y realice la acción de canje tan solícitamente como si se tratara del hermano de César Gaviria y no de hijos del pueblo. La segunda es que las crueles condiciones de cautiverio, evidenciadas por el video, impulsen a la comunidad internacional a solicitar a las Farc muestras de buena voluntad y a presionar por la finalización del conflicto.
De lo anterior existe el antecedente de Bosnia, cuando a través de un video se conocieron las condiciones de cautiverio –mucho mejores sin duda– de los prisioneros de guerra. La comunidad internacional se pronunció entonces y ahora está obligada a hacer lo mismo, escuchando el clamor del 90% de la población colombiana que no quiere la guerra y tampoco quiere ni le ha otorgado representación alguna ni a los movimientos guerrilleros ni a los grupos paramilitares.
Pero el video del presidio alambrado en medio de la selva deja mucho más para pensar. Las Farc ha dejado de ser un grupo campesino que actúa por impulsos, tiene suficientes ideólogos como para discutir la conveniencia de una acción. Es difícil creer que la decisión de llevar dos madres y un periodista de visita a la ‘cárcel’ haya sido autónoma, una simple ocurrencia del Mono Jojoy y su hermano Grannobles. Era de suponerse que esto iba a producir graves reacciones dentro y fuera del país y, por ende, es lógico creer que se trató de una operación fríamente calculada. La guerrilla quería con ello forzar el canje, a sabiendas de que se le puede venir encima una fuerte presión internacional, o seguir desafiando al Estado y a la población, demostrando una fortaleza incontrovertible e incontrolable.
Siendo muy optimistas, se podría decir que las Farc se han expuesto a la crítica internacional porque la proximidad de la puesta en marcha del Plan Colombia les ha hecho ver la necesidad de suscitar una participación más directa de la comunidad europea para equilibrar el apoyo gringo que se supone netamente militarista. Eso generaría una internacionalización del conflicto que, en todo caso, hemos venido reclamando y que podría ser algo más fructífero para la comunidad civil que para las Farc.
Colombia está en mora de solicitar intervención internacional en el conflicto armado para neutralizar los efectos que ha logrado a su favor la diplomacia de las Farc. Como bien dice Plinio Apuleyo Mendoza en la revista Semana,* en muchos países están convencidos de que en Colombia no hay democracia y que la guerrilla está constituida por algo así como los paladines de la justicia.
Gracias al trabajo de ONG sesgadas –muchas de ellas de evidente orientación subversiva– las Fuerzas Armadas fueron despojadas de funciones judiciales con las que, en tiempo de guerra, cuenta cualquier ejército del mundo. Además, las repetidas sindicaciones de violación de los derechos humanos son magnificadas para restarle cada vez más capacidad operativa. Como si fuera poco, ese trabajo político de la guerrilla ha impedido que la comunidad pueda defenderse por sí misma al no obtener defensa del Estado.
Las Convivir fueron desmontadas en parte por algunos excesos cometidos por miembros suyos pero, básicamente, por la presión ejercida por los subversivos infiltrados en las universidades, los sindicatos, la clase política, los medios de comunicación e, incluso, en la rama judicial, según Plinio Apuleyo.
¿Recuerdan que el 15 de septiembre los pobladores de Ortega (Cauca) rechazaron una cuadrilla de 80 hombres de las Farc a punta de changón y escopeta y mataron a doce guerrilleros? Pues bien, este fin de semana volvió la cuadrilla de las Farc para tomar venganza: mataron a 13 personas y le prendieron fuego a 40 casas. Se pregunta uno, otra vez, si la guerra es contra el Estado o contra el pueblo, pero la respuesta la sabemos todos. Por eso tenemos que sublevarnos contra la subversión y seguir el ejemplo de Ortega, si llega la hora. Para que las Farc llegue al poder tendrán que matar a 40 millones de personas y es de dudar que el resto del mundo los deje.
*¿POR QUÉ COLOMBIA NECESITA UNA DERECHA? Plinio Apuleyo Mendoza. – Revista Semana, 4 de Octubre de 2000.
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