Como era de esperarse, gran parte de la opinión pública nacional e internacional se ha polarizado en relación con el Plan Colombia, estrategia del gobierno Pastrana que aún no arranca porque el generoso aporte norteamericano no ha sido aprobado por el Congreso gringo. ¿Quién dice la verdad sobre el Plan?
El Partido Liberal manifiesta que el Plan no es una estrategia de Estado por cuanto no fue concertada con los diversos sectores del poder, o más claro, porque ellos no fueron tenidos en cuenta para el diseño del mismo. Eso no es más que una pataleta porque el Presidente está en su derecho de trazar políticas de manera autónoma. Lo que es cierto, de lo que critican los liberales, es que el Plan se divulgó de dos maneras diferentes, una para Europa y otra para los gringos, no siendo claro cuál es el objetivo.
El presidente Pastrana le tocó la fibra al gobierno de Clinton, amigo de la lucha contra el narcotráfico en su origen, explicando que el Plan Colombia era una estrategia conducente a erradicar la producción de coca en el sur de Colombia. En Europa, en cambio, donde no se buscan dólares sino apoyo político, se vendió la idea de que el propósito del Plan no es otro que el de solucionar graves problemas en derechos humanos y administración de justicia.
Ideas tan contradictorias sólo dejan dos salidas al tema: o a alguien se le está mintiendo o la improvisación del Gobierno es absoluta. De ahí que la guerrilla de las Farc arguya que ese es un plan de guerra y no de paz. Esa posición fue el verdadero motivo de la gira por Europa donde las Farc trataron de desprestigiar las medidas de Pastrana y mostrarse como un movimiento dócil y humanista que dice representar al pueblo colombiano.
Así, los lloriqueos de la guerrilla fueron tan efectivos que en el Congreso de Estados Unidos se oyeron de inmediato las voces de protesta de parlamentarios que se niegan a que ese país se inmiscuya de nuevo en una guerra irregular ajena que repita el episodio de Vietnam, y se llegó a aprobar una medida a todas luces ilógica y contraproducente para el Plan: devolver los helicópteros que se usen en la lucha contrainsurgente. Toda la zona cocalera del sur de Colombia es dominada por las Farc, que ha derribado cinco helicópteros y cuatro aeronaves en tareas de fumigación; entonces, ¿para qué helicópteros de guerra si no pueden responder al ataque?
El Plan Colombia tiene una de dos finalidades: o es para la guerra, o es para la coca. Si es para lo último, o sea contra el narcotráfico, este Plan será el descalabro más grande del gobierno de Pastrana. Como dice The Economist*, las guerras contra los cultivadores de coca sólo generan el desplazamiento de los cultivos y no su desaparición. En ese orden de ideas, los grandes cultivos se asentarán en las montañas de Antioquia, en el Chocó, o en el extremo oriental del país, en las fronteras con Venezuela y Ecuador.
Las plantaciones de cultivos ilícitos, en los últimos diez años, se han desplazado hacia Colombia desde Perú y Bolivia, en el caso de la coca, y desde el sudeste asiático, aunque en menor grado, en el caso de la amapola. Sin embargo, es poco probable que nuestra producción se desplace hacia Venezuela, Ecuador o Centroamérica —tal vez sí a México—, porque en esos lugares no están dadas las condiciones de desgobierno que les son tan apropiadas a estas actividades.
De esa manera, el Plan Colombia va a llenar el país de zonas cocaleras dominadas por la guerrilla con un alto costo social y ecológico, y desgastaremos nuestras fuerzas armadas combatiendo un problema que no es nuestro sino de las naciones industrializadas y en el que ya hemos derramado ríos de sangre en otras épocas.
Ahora, si el Plan Colombia es para combatir a la guerrilla pues que lo digan abiertamente. La sociedad colombiana no tiene por qué avergonzarse de combatir por la vía armada y con ayuda internacional, a una guerrilla que se le tiende la mano para el diálogo y no demuestra su voluntad con hechos de paz.
Apenas anoche, las Farc destruyeron a Vigía del Fuerte, el más pobre de los municipios de Antioquia, un verdadero moridero. Allí mataron a treinta personas de la manera más salvaje mientras los diversos sectores de la sociedad civil viajan al Caguán y le agachan la cabeza a Manuel Marulanda como si fuera el Señor Caído de Buga. Colombia clama la ayuda gringa pero para combatir la guerrilla; para erradicar el narcotráfico —como dice The Economist— la cosa no es con helicópteros. ♦
*«A crop that refuses to die» y «A muddle in the jungle». The Economist, marzo 3 al 10 de 2000. http://www.economist.com/.
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