Este es un texto que viene circulando en Internet desde hace varias semanas y que refleja de manera esencial lo que sucede en nuestro país.
La verdad es que el principal problema de Colombia no son los derechos humanos violados por el gobierno o los militares. La verdad es que la sociedad colombiana está completamente sitiada por una guerrilla que empezó como reacción política hace muchos años, pero que se ha convertido en una de las organizaciones criminales más poderosas que ha conocido la humanidad.
La verdad es que, al contrario de lo que pretenden mostrar ONG’s manipuladas y periodistas desorientados, el gobierno en Colombia es débil. El Ejército y la Policía son incapaces de proteger la vida de los ciudadanos porque carecen de respaldo político. En Colombia se puede decir lo que se quiera contra el gobierno y contra las autoridades sin temor a represalias. Inclusive se permite la oposición con violencia, en una tolerancia que se ha considerado equivocadamente como parte de la cultura democrática.
La verdad es que lo que sí es muy peligroso, es expresarse contra la guerrilla. Periodistas, políticos, religiosos o ciudadanos comunes y corrientes son sistemáticamente asesinados o secuestrados por expresar sus opiniones en contra de la violencia de la guerrilla. Esto ha llevado a un silencio y temor generalizado, que permite que se disemine la versión que la guerrilla le quiere hacer creer al mundo: que ellos no han tenido otra opción que armarse para liberar a su pueblo de un gobierno opresor.
La verdad es que Colombia ha tenido democracia durante casi todo el siglo 20. Con imperfecciones y defectos como todas las democracias pero nunca ha existido autocracia u opresión que justifique que la oposición política sea violenta. La actividad política en Colombia ha tenido periodos de mayor o menor violencia, pero la intolerable situación actual es principalmente generada por una guerrilla que ha olvidado todo objetivo o ética política.
La verdad es que la inmensa mayoría de los colombianos, son gente decente, trabajadores honestos, que quieren su país y sus costumbres, que simplemente desean un ambiente de paz para poder trabajar. La inmensa mayoría cree que las diferencias políticas se pueden resolver por la vía de la discusión política y de las reformas democráticas. La inmensa mayoría cree que la injusticia social se resuelve mucho mejor sin armas, sin muertes, sin secuestros, sin grupos armados; con imaginación, con trabajo duro, con empresas justas y solidarias, con libertad económica. Pero se han dejado imbuir de una cultura equivocada de tolerancia con el delito y han perdido el control de su país en manos de poderosas organizaciones criminales.
La verdad es que Colombia no es esa republiqueta banana que quieren ver los intelectuales europeos y académicos americanos, dominada por 5 familias poderosas que recorren polvorientos pueblos lanzando monedas a las multitudes hambrientas. En Colombia hay una clase media urbana fuerte que mueve en forma importante la economía del país. Hay una base industrial que cada vez la aleja más del tercer mundo. Hay una infraestructura aceptable que le permitiría intercambiar y competir con otros países en desarrollo. Hay empresas y ONG’s dedicadas al equilibrio social que son modelos para el mundo. Hay una belleza natural que la haría paraíso turístico mundial. Pero todo esto se está acabando gradualmente por la actividad demencial de una guerrilla que sólo cree en la destrucción y la muerte como camino para instaurar una imposible nueva sociedad.
La verdad es que la mayoría de los colombianos tienen la suficiente ilustración para saber que los modelos de dictadura del proletariado, control estatal de la economía y abolición de la libertad política, probaron ser un fracaso en todas las comunidades del mundo en donde se implantaron. Y que esos pueblos sufren ahora un atraso y miseria mucho mayor que el que tenían cuando fueron «liberados de la opresión». Los colombianos tienen un nivel de educación muy superior al de sus países vecinos y han demostrado una iniciativa envidiable en todos los países en los que se exilian. Pero están apabullados y confundidos por un socialismo trasnochado y salvaje, que una guerrilla anacrónica les pretende imponer con sangre, fuego y lagrimas.
La verdad es que la inmensa mayoría de los colombianos saben que un ignorante y violento campesino que se hace llamar con orgullo «Tirofijo», no puede tener calificación alguna para regir sus destinos y menos para gobernar un país. Pero también saben que ha sido muy hábil al rodearse de los mas cínicos, infames y crueles guerreros que han sabido instaurar el régimen del terror en todas las regiones que dominan. Lo saben desde el más sencillo campesino que tiene que entregar sus gallinas y sus hijos a la guerrilla, o el humilde camionero que ve como le queman su único medio de vida en una carretera, o el empresario que tiene que abandonar el esfuerzo de toda una vida porque no es capaz de pagar las cuotas que se le exigen, para poder ver a su familia con vida.
La verdad es que guerrilla y narcotráfico han prosperado gracias a una diabólica simbiosis que ha permitido que Colombia se convierta, por cuenta de unos pocos criminales, en el centro de la droga y la violencia del mundo. La guerrilla protege a los narcotraficantes y gracias a la aceptación de la violencia como recurso político que lograron incorporar a la sociedad, las mafias prosperaron en Colombia como en ningún otro país. La cultura y métodos de la Mafia en poco se distinguen de los de la guerrilla. La vida no tiene valor alguno. Matan sin consideración al que no los apoya. Asesinan sin piedad al que no cumple sus contratos, sea anciano, mujer embarazada o niño. Han refinado y desarrollado todas las formas de secuestro convirtiendo a Colombia en el centro mundial de trafico de vidas humanas.
La verdad es que los guerrilleros de Colombia han sido muy hábiles para crear confusión conceptual en Colombia y reclutar idiotas útiles en la intelectualidad internacional. Mientras el gobierno colombiano ha utilizado sus recursos diplomáticos para pagar favores políticos, la guerrilla ha sido capaz de armar, con sus crecientes recursos del crimen, una muy activa diplomacia internacional que se encarga de maximizar y resaltar cada exceso del Ejército o cada acción de los paramilitares, e ignorar por completo todas las atrocidades cometidas por ellos. Los periodistas, políticos, jueces, y lideres nacionales, son amenazados o pagados para impedir que se levante un frente que los denuncie. Y los periodistas y ONG’s de derechos humanos son dirigidos y manipulados. Cuando visitan el país son «llevados de las narices» y se les muestra únicamente lo que estos grupos quieren que vean.
La verdad es que la mayoría de los colombianos que sí han vivido el clima de horror, se asombran cada que ven los informes de la prensa internacional y no pueden entender cómo pueden presentar una visión tan parcializada. Pero los que están en Colombia saben que ponen sus vidas en riesgo, si tratan de contrarrestar la tendencia. Y los que están por fuera, no tienen cómo manifestarse o temen que los identifiquen y no hablan por proteger a los familiares que aun tienen en Colombia. Son muy escasos los periodistas que no llegan guiados o contactados por estas poderosas organizaciones, que pueden mostrarle al mundo lo que está ocurriendo en Colombia.
La verdad es que los derechos humanos de la gran masa de colombianos que viven y trabajan honestamente, sometidos al permanente asedio o amenaza de los criminales, son violados y desconocidos por ONG’s y medios, que organizan grandes despliegues cuando uno de los suyos es afectado, pero ignoran sistemáticamente la realidad de todos los secuestrados y asesinados que no pertenecen a su círculo.
La verdad es que los paramilitares han surgido como reacción a las atrocidades de la guerrilla. Sus accionar resulta tan criticable porque usan los mismos métodos de la guerrilla. Sus más activos miembros han visto asesinar a sus padres, secuestrar a sus hijos, torturar a sus hermanos a manos de alguno de los variados grupos en que se dividen los guerrilleros. Y a pesar de que su accionar tiene similares características criminales al de sus oponentes, han manifestado repetidamente que están dispuestos a desmontar su organización si se acaba la violencia de la guerrilla.
La gran mayoría de los colombianos de todas las clases sociales, han perdido la esperanza de vivir en un país civilizado porque han presenciado con tristeza cómo se aplica la desquiciada estrategia de la destrucción, con voladura de oleoductos, torres de energía, hidroeléctricas, puentes, ataques y devastación pueblos inermes. Porque han aprendido a convivir con la masacre de humildes policías y soldados, el selectivo asesinato de personalidades y el secuestro y boleteo aplicado a todo el que haya logrado un nivel de vida que sería evaluado como mediano en cualquier otro país.
La verdad es que colombianos de todos los niveles sociales están emigrando en forma masiva. Hastiados de la criminalidad y el delito, salen a buscar el orden y respeto que su gobierno no es capaz de proporcionarles. En su peregrinar en busca de un destino mejor, son discriminados por la sola razón de su pasaporte y clasificados como delincuentes hasta que logren demostrar lo contrario. Y aun en el exilio, siguen atemorizados y no son capaces de hacer conocer la realidad de su país por temor a que la larga mano de la guerrilla le llegue a sus familiares en Colombia. Por eso este documento se disemina sin la firma original, por todos los colombianos que quieren contribuir a que al mundo se le presente la verdad del genocidio que está ocurriendo en Colombia.
La verdad es que Colombia esta siendo arrastrada progresivamente hacia una guerra civil gracias al soporte político que poderosas ONG’s y gobiernos socialistas le dan a los guerrilleros. Con ese apoyo compran armas, hacen sus movimientos financieros y han logrado montar una efectiva estrategia de «derechos humanos», que bloquea constantemente el accionar del Ejército: cada que este, con todas sus limitaciones legales, logra atestar un golpe contra la guerrilla, es hábilmente presentado como masacre de inocentes campesinos. El Ejército debe seguir dispendiosos procedimientos para detener y juzgar un subversivo que tiene todos los derechos políticos, por más criminal que haya sido su delito. En cambio, la guerrilla ataca al ejercito con la clásica estrategia de guerra sucia: emboscadas, bombas, ataques masivos de 200 guerrilleros a puestos de 5 policías. Nunca estos actos de horror y violación de los más elementales derechos de unos trabajadores del Estado y sus familias, son presentados hacia fuera o incluidos en las estadística.
Si usted conoce la verdad de lo que ocurre en Colombia y quiere ayudar a que los demás la conozcan, reproduzca este documento o describa la realidad con sus palabras y hágalo circular con todos sus contactos.
Si usted es periodista o miembro de una ONG de derechos humanos, sea honesto con su trabajo. Vaya a Colombia. Viva un tiempo. Conozca a la gente. Entérese de la verdad. No siga la formula simple de entrevistar unas pocas personas dirigidas y orientadas. No se deje llevar a donde lo quieren llevar.
Si usted no está de acuerdo con lo escrito edúquese, conozca lo que está pasando en política en el mundo. Recorra a Colombia, escuche el clamor de sus compatriotas. Una sociedad no se construye con el crimen y, aunque triunfe la guerrilla, el delito no podrá sentar nunca las bases de una sociedad viable.