En Washington, las organizaciones prosubversivas Human Rights Watch y Amnistía Internacional vienen haciendo una campaña criminal en contra del pueblo colombiano. Han expedido un informe sobre las supuestas violaciones de los derechos humanos cometidas por las Fuerzas Armadas de Colombia y por su supuesta complicidad con el paramilitarismo. En el informe aseguran que dicho fenómeno ha crecido y que el balance de la actuación del Ejército, el año anterior, es muy negativo en esa materia y publican una extensa lista de oficiales que estas entidades, como si fueran un dios que todo lo ve, acusan de violación a los derechos civiles.
Estas organizaciones chantajean a nuestro Gobierno exigiendo que los oficiales señalados sean retirados de las instituciones sólo porque ellos lo dicen, sin ninguna fórmula de juicio, basta que la guerrilla señale y ya. Para estas ONG de izquierda, los mejores generales de la patria son los que se mantienen, de coctel en coctel, enfundados en su traje de gala; los troperos, los más valientes y aguerridos, son acusados de violación de los derechos humanos. ¿Qué mejor manera de cobrarle al general Rito Alejo del Río el haber sacado a la guerrilla de Urabá que vincularlo con toda clase de investigaciones sobre derechos humanos?
Human Rights y Amnistía orquestan una campaña de castigo al gobierno de Pastrana por negarse a sus exigencias de desmantelar al Ejército, que consiste en impedir que Washington apruebe las partidas presupuestales que conciernen a lo pactado para el Plan Colombia y que por ningún motivo le sea permitido a nuestro país el uso de armas, helicópteros y dineros del Plan en contra de la guerrilla.
Es muy probable que en el Ejército y la Armada (incluso en la Fuerza Aérea) haya elementos que deshonren la integridad moral de las tropas de Colombia. Sin embargo, para lo que se está viendo en nuestro país, la acción de las Fuerzas Armadas es ejemplar, eso puede constatarse en las múltiples acciones de rescate de secuestrados a cuyos raptores se les respeta la vida a menos que se enfrenten a bala con las autoridades. En cualquier país del mundo, desde el más civilizado hasta el más bárbaro, estos delincuentes son dados de baja por considerarse un alto peligro para la sociedad. Unidades especiales, al estilo de los grupos SWAT de Estados Unidos, tienen licencia de cuerpo para eliminar a estos antisociales. Sólo aquí son respetados.
Otro ejemplo es la considerable cantidad de guerrilleros capturados con vida o que se entregan a las tropas, incluyendo numerosos menores de edad, que reciben un trato inmejorable: si se entregan pueden acogerse a los programas de reinserción; si los capturan, son llevados a cárceles desde las que pueden seguir delinquiendo y escaparse cuando quieran para seguir asesinando colombianos.
Ahora, nuestras Fuerzas Armadas están combatiendo a los paramilitares; ha habido muertos de lado y lado y numerosas capturas. Pretende la subversión que el mismo Estado sea quien elimine un enemigo que la guerrilla creó. Como dice el filósofo italiano Norberto Bobbio, hay violencia originaria y violencia derivada; la violencia guerrillera generó la respuesta paramilitar y, por tanto, habrá que erradicar la causa primero y no después.
Para los amigos de la subversión el Plan Colombia es una intromisión en los problemas internos de nuestro país, casi una violación de la soberanía nacional, pero bajo esos parámetros la actividad de las ONG mencionadas viene siendo lo mismo, una injerencia extranjera que además está en contra del sentir de los colombianos, que pretende maniatar a las fuerzas del Estado para que la Nación caiga inerme ante la brutalidad guerrillera.
Comentario aparte merece la Cruz Roja Internacional, entidad que debería ser expulsada del país y a la que ningún colombiano debería entregar donaciones. Ya en el año 2000 se había conocido un caso de alquiler de un helicóptero venezolano para sacar un guerrillero herido en la frontera; en noviembre último fue la operación del guerrillero Felipe Torres en una costosa clínica de Medellín cuyos costos fueron sufragados, en parte, por la mencionada entidad. No tiene nada de humanitario facilitar la atención médica de alto nivel a un asesino y secuestrador de colombianos, destructor de la infraestructura pública y de la riqueza nacional, eso es una afrenta para los miles de colombianos que a diario mendigan atención a las puertas de los hospitales arruinados por la corrupción política.
Estas entidades son lobos con piel de oveja que han tomado partido por la guerrilla en detrimento del pueblo colombiano pues nuestro país es visto por la obtusa izquierda latinoamericana como la gran esperanza para materializar la expansión socialista en América.
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