Europa no le da visa a colombianos ilustres y menos a ciudadanos de a pie. El mundo insiste en cerrarle las puertas a los colombianos por la peste de una violencia que no hemos podido solucionar, pero nuestro dinero aún les interesa, será lo único.
¿Qué tienen en común el ex presidente Belisario Betancur, el ciclista Santiago Botero y el escritor Héctor Abad Faciolince? Que a ellos como a casi el resto de los colombianos les han negado la visa en Europa. Betancur tuvo que acudir a una rosca en la embajada francesa ante la negativa de la misión española; por su parte, Botero vive y trabaja en España (en el equipo Kelme-Costa Blanca) pero con visa de turista porque le han negado la residencia; mientras tanto, el caso de Abad es, francamente, indignante: vivió largos años en Italia, se casó con italiana, tiene dos hijos italianos, ha traducido obras literarias del italiano al español y, sin embargo, se le niega la visa de turista para visitar a sus hijos, o sea que se le niega un derecho fundamental por el rígido control que las naciones europeas han instaurado contra la migración de personas de países tercermundistas y más concretamente contra los colombianos.
A menudo se repite que el presidente Andrés Pastrana Arango logró cambiar la imagen internacional de Colombia pero los hechos demuestran algo muy diferente. Tal vez ayudó a mejorar la imagen del Estado y sus representantes pues con Samper se creó la fábula de que había un mafioso o un títere de la mafia en la Casa de Nariño, pero no mejoró la forma en que somos vistos los colombianos en el mundo. El hecho de que países vecinos como Ecuador, Costa Rica o Panamá piensen en exigir visa a los colombianos —o ya lo hagan— es un indicio muy claro de cómo nos ven en el exterior.
Lamentablemente, esa gran imagen de gente trabajadora que se llegó a forjar en muchos países, incluso en los Estados Unidos, se ha diluido casi por completo y no se trata sólo de la asociación de colombianos con el tema del narcotráfico. En muchos países los colombianos ya conforman temidas bandas de secuestradores, apartamenteros, asaltantes de bancos y joyerías, y hasta hay un colombiano detenido en Europa por tráfico de plutonio. Pero hay más: en muchos países europeos y asiáticos la mayoría de las prostitutas son colombianas gracias a que su belleza las ha convertido en las favoritas de los clientes, configurándose un comercio ilícito de personas a gran escala, mediante una actividad que casi siempre está asociada a otros delitos.
En general, el comportamiento de nuestros compatriotas en el exterior deja mucho qué desear. Hace apenas unos meses los vecinos de lo que hoy se denomina el ‘parque de los colombianos’ en Madrid, demandaron de las autoridades mayor control con los inmigrantes de Colombia y denunciaron irregularidades como venta de drogas y licores hasta altas horas de la noche, contaminación visual y auditiva (equipos de sonido en diferentes ritmos, también hasta muy tarde, y perifoneo), acumulación de basuras y uso del parque como baño público entre otras cosas. También en Costa Rica se empieza a hablar de deterioro social por el mal comportamiento de los colombianos y en Miami, donde se supone que han emigrado personas más pudientes y, por ende, mejor educadas, se dice que el desplazamiento de colombianos de los últimos cuatro años ha acabado con la calma que se vivía en esa ciudad.
Y es que los colombianos que emigran quieren llevarse consigo nuestras peores costumbres, fruto de la indisciplina social generalizada en nuestro medio: violar normas de tránsito, no respetar la fila, arrojar basuras a la calle, beber en exceso y demás, todo eso nos otorga el rótulo de indeseables. Sin embargo, la otra cara de esta historia es el abuso del que somos víctima por parte de las autoridades extranjeras en materia de migración y el interés económico que subyace en la expedición de permisos de residencia o de simple turismo. La embajada norteamericana en Bogotá recibe más de mil personas diarias para solicitar visa a un costo de 65 dólares por persona (162 mil 500 pesos), y sólo le otorgan la visa a uno de cada diez. Recolectan, por lo menos, 162 millones de pesos diarios, más de 3 mil millones al mes con lo cual pagan una gran parte de los honorarios de sus funcionarios.
Pero veamos otro aspecto. El gobierno de la provincia de Quebec, en Canadá, otorga visas de residente con una ‘diminuta’ condición: se debe demostrar que se tiene un patrimonio mínimo (en cualquier parte del mundo) de 580 mil dólares (1450 millones de pesos), e invertir 250 mil dólares (625 millones de pesos) en bonos del tesoro canadiense. Condiciones similares ofrecen otros países, lo que demuestra que sólo les interesa el dinero. Igual se aplica a visas de estudio, más fáciles de conseguir mientras más costosa sea la matricula.
Otra manera de salir de Colombia es la petición de asilo ante graves amenazas de muerte por razones políticas. Aún así, aunque las guerrillas tienen bajo amenaza hasta el más pobre de los colombianos, no se califica ni por secuestro ni por extorsión. Tampoco si la amenaza proviene de la delincuencia común. Clasifican más fácilmente periodistas, sindicalistas, militantes políticos y hasta guerrilleros —¡qué ironía!—. No es una opción para el colombiano común y corriente pero se sabe de casos en que algunas personas han inventado con éxito historias que les han permitido solicitar el asilo.
La doble moral de las naciones industrializadas, principalmente de Europa en este caso, es evidente. No pocos europeos encontraron refugio en nuestras tierras durante y después de las dos guerras, no pocos consumen las drogas con las que se atiza nuestra confrontación, nos envían precursores químicos y armas sin control, aquí consiguen niños en adopción sin mayores trámites, etc., pero no desean recibir ni a los ex presidentes que de rodillas les sirvieron a todos sus propósitos, ni a otros colombianos ilustres… ¡Qué diremos de los otros! Somos 40 millones de colombianos honrados que no tenemos cómo comprar otro pedazo de tierra en el mundo que no sea en esta esquina donde la guerrilla nos quiere tirar al mar, pero cuando se cansen de disputarnos este país empobrecido y arrasado a ellos les sobrarán los dólares para comprarse una residencia en el primer mundo donde puedan moler vallenatos a todo taco en un barrio suntuoso de alguna urbe europea.