La explosión demográfica colombiana, al 1,8% anual, imposibilita que un crecimiento de la economía del 4% signifique una reducción de la pobreza.

La riqueza de una nación es el resultado de una ecuación donde juegan muchas variables, entre ellas la demografía. Pensemos lo siguiente, Colombia 2004: 45 millones de habitantes; 29 millones en la pobreza; 9 millones en la indigencia. El desempleo ronda el 17%; la informalidad, el 30%. Más allá de las frías estadísticas, hay carencia de oportunidades, deficiencias en la atención en salud, baja cobertura en la prestación de los servicios públicos, déficit en viviendas de interés social, escasez de cupos escolares y universitarios… en fin. Las necesidades son muchas en un país supuestamente rico en recursos, lo que  hace dudar acerca de la esencia del problema: ¿Poca torta o muchos invitados?

El  Fondo de Población de las Naciones Unidas (FNUAP), reconoce que el  crecimiento económico es inversamente proporcional al crecimiento de la población aunque no es  una consecuencia directa.  En  su informe de 2002, titulado ‘Macroeconomía, Pobreza, Población y Desarrollo’, advierte que «el rápido crecimiento de la población en los países pobres acrecienta la demanda de servicios con mayor rapidez que la del aumento de la capacidad para satisfacer esa demanda». En tal sentido, si esa demanda no se satisface las oportunidades de que los pobres mejoren sus condiciones de vida son inexistentes. Entonces, los pobres reproducen pobres sin acceso a salud, educación, trabajo, vivienda, recreación y posibilidades de realización personal que superen la expectativa de pararse a hacer malabares en un semáforo.

La explosión demográfica colombiana, al 1,8% anual, imposibilita que un crecimiento de la economía del 4% signifique una reducción de la pobreza. Las familias más pobres tienen un número de hijos que hasta triplica el de las familias pudientes; y, mientras más hijos dependan de un exiguo salario las posibilidades de superar la miseria  se acortan. Según el representante de la Cepal en Colombia, Juan Carlos Ramírez, el país debe crecer a tasas superiores al 5% para reducir la pobreza a la mitad en el año 2015. Pero hasta ahora ningún gobierno se ha preocupado por las implicaciones del crecimiento demográfico. Según la Cepal, los países más pobres de América Latina tienen las más altas tasas de natalidad: Haití, Bolivia, Honduras, Guatemala y Nicaragua, todas por encima de 30 nacimientos por cada mil habitantes. Colombia está en una situación intermedia con 22,3 pero por encima de países de referencia como Argentina (19,1), Brasil (19,2), Chile (18,2) y México (22,2).

El   FNUAP explica que los países en desarrollo con menores tasas de fecundidad tienen un crecimiento económico más rápido. Los pobres sufren los efectos directos de sus grandes cantidades: menores salarios para grandes grupos de trabajadores no calificados, parcelas divididas entre mayor cantidad de herederos, aulas demasiado hacinadas para lograr adelantos educacionales. «Las altas tasas de fecundidad significan que los pobres tienen menor capacidad para aprovechar las oportunidades de arrancarse a sí mismos de la pobreza».

En Colombia hay gran preocupación por el boom de embarazos en adolescentes: 400 mil cada año. El Ministerio de Protección Social ha anunciado su intención de romper tabúes culturales y religiosos para promover no sólo el uso del condón sino, incluso, el de la píldora del día después, todo porque el boom de embarazos en adolescentes de clases marginadas se volvió un problema de salud pública con menoscabo del presupuesto de la Salud; y, aunque esto es un avance, la experiencia de países desarrollados demuestra que la regulación de la natalidad debe ser un pilar para establecer las metas de la política económica y social. Las consecuencias de no hacerlo las vemos a diario en los cinturones de miseria y las hordas de vendedores informales en los semáforos.

La ecuación correcta para obtener un crecimiento económico que doblegue la pobreza comienza haciendo declinar las tasas reproductivas previniendo la fecundidad no deseada y efectuando continuas inversiones a fin de fortalecer los servicios de planificación familiar. Según el  FNUAP, cuando las tasas de fecundidad declinan se crea una oportunidad de crecimiento que puede plasmarse si los países han efectuado las inversiones apropiadas en temas como salud y educación. Según ese informe, si Colombia reduce durante un decenio la tasa de natalidad en cinco puntos —17 nacimientos por cada mil habitantes— podría reducir en un tercio la incidencia de la pobreza al ritmo actual de la economía; eso, siempre y cuando se hagan también los ajustes necesarios para que la riqueza no continúe concentrándose cada vez en más pocas manos.

Publicado en el periódico El Mundo de Medellín, el 30 de noviembre de 2004 (www.elmundo.com).

Posted by Saúl Hernández

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