Las  enanas mentes de la política y los medios de comunicación pretenden convencernos de que Uribe no sirve.

En Colombia es famosa la frase de Cochise, gloria del deporte nacional, según la cual aquí se muere más gente de envidia que de cáncer. Nos caracterizamos por destruir a nuestros ídolos; hoy, los mejores del mundo, mañana unos peleles. Así lo hemos hecho con deportistas, cantantes, científicos, políticos y hasta reinas de belleza. No falta el que dice, por ejemplo, que el inmolado Jorge Eliécer Gaitán era un histrión que se paraba ante un espejo a preparar sus ademanes para los discursos o que Luis Carlos Galán, otro sacrificado, era tan poca cosa que de su movimiento no quedó nada, ni un programa y mucho menos un líder que lo continuara.

Similar situación se da hoy con el presidente de la República, Álvaro Uribe Vélez. Los medios de comunicación están plagados de criticas a su gestión, la mayoría de ellas sin fundamento. En los programas de opinión se debaten sus políticas a rajatabla, casi nunca se respaldan. El 90 por ciento de los columnistas de opinión son antiuribistas y la clase política igual. Sin embargo, la más reciente encuesta de Invamer Gallup revela que la favorabilidad del presidente Uribe sigue siendo muy alta, 69 por ciento; y que la aprobación de su gestión es del 71 por ciento. Eso indica que no hay sintonía entre los ‘formadores’ de opinión y la ciudadanía, y menos aún entre ésta y la clase política.

Si bien es cierto que cada vez hay más colombianos que califican deficitariamente la gestión de Uribe en temas como el empleo, el manejo de la economía, la corrupción, la gestión social, el proceso con los paramilitares y hasta en su fuerte, el orden público, la verdad es que las estadísticas en todos los órdenes convalidan su buena labor así como en la realidad puede comprobarse el efecto positivo de su mandato. No es sólo que se pueda recorrer el país en caravanas escoltadas como ha dicho algún canalla, la mejoría es notoria en todos los campos y las comparaciones, siempre odiosas, favorecen ampliamente a Uribe, frente a todos los ex presidentes. Y no es que en tierra de ciegos, el tuerto sea rey.

De hecho, el ejército de contradictores de Uribe trastabilla en un fango de imprecisiones que no pasan de ser mera palabrería. Lo critican por buscar la reelección y lo enjuician por dejar de lado importantes e impopulares reformas pensando en su segundo periodo. Si no hubiera reelección, el Congreso tampoco le aprobaría esos proyectos impopulares pensando cada congresista en la suya propia —porque el Legislativo siempre ha tenido reelección— y pendientes de otros afanes malsanos porque muchas de esas reformas lesionan seriamente los intereses de la clase política.

Critican a Uribe por los nombramientos de parientes de parlamentarios en el servicio exterior como si no fuera costumbre inveterada entregar todos los puestos del Estado, y el presupuesto, a cambio del apoyo parlamentario para aprobar los proyectos del Ejecutivo; de otra manera no hay respaldo. Critican a Uribe porque Colombia crece a un ritmo inferior al de Latinoamérica, cuando antes de Uribe ni crecía. Atribuyen la popularidad de Uribe a los Consejos Comunitarios de Gobierno y a su transmisión por televisión como si se tratara de un gran programa de concurso con premios multimillonarios y bellas modelos en tanguitas, cuando en realidad allí el Presidente no da nada, niega casi todas las peticiones y devuelve a todos con las manos vacías. Cada consejo es un programa largo y aburridor en un canal de escasa sintonía que apenas sirve para comprobar que este presidente sí trabaja. No hay populismo sino realismo.

Ahora se ha fracasado en la creación del partido uribista precisamente porque Uribe da muy poco, y quienes lo rodean no son más que oportunistas apegados a su popularidad, que ya empiezan a abandonar las toldas como ratas que huyen cuando el barco hace agua. Rafael Pardo, Zulema Jattin, Luis Fernando Velasco, Andrés González se regresan a los partidos tradicionales a hacer de nuevo vieja política. Otros como Germán Vargas Lleras, Claudia Blum, Gina Parody y Sandra Ceballos, que antes se cortaban las venas por Uribe, votan en contra de sus proyectos.

A cada congresista sólo le interesa su propio pellejo, son enanos políticos. Para esta clase política no tienen ninguna importancia los programas de gobierno ni las políticas de largo plazo, sólo hay demagogia y luchas por el botín del Estado, el erario. No van a soportar que Uribe los deje otros cuatro años a punta de migajas y por eso se unen en gavilla para derrotarlo, las enanas mentes de la política y gran parte de los medios de comunicación están haciendo antipropaganda para convencernos de que el bueno es burro y los burros, doctores. También está la posibilidad de que aparezca un Santofimio —o muchos— y Uribe caiga como Galán, como Gaitán, como Uribe Uribe. Es la reedición de la ‘patria boba’, cuando todos peleaban por lo suyo mientras España retomaba el control de su colonia.

Publicado en el periódico El Mundo de Medellín, el 23 de mayo de 2005 (www.elmundo.com).

Posted by Saúl Hernández

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