Soy uno de los muchos electores de Sergio Fajardo que nos sentimos defraudados por su flaca obra de gobierno aunque las encuestas lo muestren en la cumbre y los cachumbos y los jeans lo hagan el hombre sexy del país. Muchos votamos por Fajardo para que fuera la antitesis de su predecesor, cansados de tantas obras inútiles y costosas que todavía apenas se terminan, como esa plaza esperpéntica de ‘las Luces’ y esa biblioteca mafiosuda donde le da a uno pena sentarse por miedo a arañar tanto cedro. Fajardo decía que lo suyo sería la gente y no el cemento, y hemos esperado casi dos años con paciencia bíblica para ver el cambio pero por parte alguna se ve llegar.

No puede negarse que Fajardo demostró madurez política al concluir las obras que dejó empezadas Luis Pérez Gutiérrez, que no eran pocas. Pero rápidamente cayó en el mismo despilfarro de otras administraciones, en las mismas decisiones erradas que no apuntan a resolver problemas de la ciudad. Nada se resolvió con la inversión de cerca de 500 millones en la mansión de Prado, donde ahora vive. Fue un derroche de dineros públicos igual al de Juan Gómez Martínez cuando hizo trasladar su oficina del segundo piso al 11, por un valor similar. Y eso que se suponía que Fajardo era enemigo de este tipo de obras suntuarias.

De realizaciones, Fajardo poco puede hablar y muchos de sus aparentes logros son ajenos. Por ejemplo, la reducción de las muertes violentas en Medellín son indulgencias que él se atribuye con padrenuestros ajenos; es el efecto Uribe que se ve en todo el país y no un logro de Fajardo, aunque gracias al tacto de Alonso Salazar se ha manejado con tino el proceso de desmovilización del Cacique Nutibara. Otro caso es el pasaje estudiantil, donde el municipio no pone un centavo aunque la gestión se le abona.

De resto, casi todo han sido palos de ciego: una actualización catastral, catastrófica; un pico y placa facilista; una ‘primera dama’ por la que no votamos, obsesionada por el feminismo exacerbado y la delgadez de las niñas de clase alta pero poco interesada en las barrigas preñadas de las niñas de clases bajas. Edison, el protagonista del documental La Sierra, preñó siete muchachitas. En cada cuadra de los barrios pobres hay más niñas preñadas que flacas en cualquier colegio de El Poblado.

Lamentablemente, imaginamos que Fajardo significaría balance, redistribución, que se vería su presencia en los barrios marginados abriendo calles, poniendo aceras, mejorando fachadas, apuntalando taludes, dando cobertura a quebradas, mejorando viviendas, haciendo obras de paisajismo, etc., todo eso con impacto positivo en las economías de los menos favorecidos. Creímos que habría un plan de reubicación de indigentes distinto a sacarlos de Medellín en un camión, que recogerían a los niños que son explotados en los semáforos y cosas por el estilo. Fajardo significaba ‘lo social’. ¿Qué pasó entonces?

Hoy la ciudad está peor en muchos sentidos: ya no podemos sentirnos orgullosos de nuestras calles pavimentadas como mesitas de billar, las basuras abundan por todas partes, las malezas se tomaron las zonas verdes, la contaminación visual, auditiva y atmosférica se ha multiplicado, los limosneros pululan en todos los semáforos…

Al Alcalde se le va el periodo haciendo obras inútiles que no van a dejar huella en la ciudad como la peatonalización de Carabobo y la insulsa transformación de la avenida El Poblado donde hace años no hay peatones pero donde el alcalde va a construir aceras más amplias que las excelentes y suficientes que hace años existen. Son los mismos proyecticos vanos que otros alcaldes han ejecutado sin pena ni gloria: Junín, la Playa, las ciclorutas… Pero tal vez lo peor de Fajardo es su incapacidad de reconocer la mediocridad de su gestión. En su programa de televisión suele autoalabarse desmedidamente y exagerar logros que nadie ha visto. Recientemente ponderó su trabajo haciendo alusión a las cinco bibliotecas que se van a construir, a los diez colegios que le va a donar Epm (logro que tampoco es suyo) y a la supuesta elaboración de los proyectos educativos de los colegios públicos.

Medellín no se arregla pagando conciertos de Juanes ni estrenos de películas de sicarios ni haciéndole reclamos a medios y ONG extranjeras. Tampoco quedándose en las buenas intenciones de las ‘cajas únicas’, las terminales de buses o el Metroplús, pagado por la Nación. A Fajardo le quedan dos años para reinventar su gestión o para seguir haciendo ver a la administración anterior, por comparación, como una maravilla.

Publicado en el periódico El Mundo de Medellín, el 18 de octubre de 2005 (www.elmundo.com).

Posted by Saúl Hernández

Deja un comentario