Proyectos binacionales pueden ser la clave para entendernos con Chávez.

El 4 de diciembre, Venezuela sentenció su futuro y el del vecindario; habrá Hugo Chávez para rato. Nicolás Maduro, presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, aseguró que trabajarán para que Chávez se mantenga en el poder hasta el 2030 y no les costará ningún trabajo porque la oposición es historia. La ilusión de un rápido final de la aventura chavista también desapareció y no queda más que aceptar la realidad y sacarle el jugo como lo están haciendo otros países; Colombia debe entrar en esa onda.

De todos es conocido que la diplomacia petrolera le ha abierto muchas puertas a Hugo Rafael mientras la pobreza crece en su país como espuma. Para los gobiernos de países como Argentina y Ecuador, Chávez ha sido como una virgen milagrosa que los ha sacado de apuros fiscales al comprarles deuda pública. Otros como Brasil y Bolivia están seducidos con el proyecto de una petrolera continental; Cuba recibe crudo por alimentos y algunos países caribeños le marchan a su idea de cooperación energética llamada ‘Petrocaribe’. Pero además, el Coronel le vende combustible barato a los pobres de Boston y Nueva York, e incide con su dinero en la política de vecinos como Bolivia, donde Evo Morales ganará las elecciones del próximo domingo.

Uribe y Chávez anunciaron el 24 de noviembre, la construcción del gasoducto Puerto Ballena-Paraguaná, con una inversión de 300 millones de dólares por parte de Venezuela. En el futuro, ese gasoducto se extendería hasta Centroamérica para llevar gas venezolano a varios países de la región. Igualmente, Chávez tiene gran interés en construir un oleoducto hasta el Pacífico que le permita venderle su petróleo a China y otros países asiáticos, y de invertir en una refinería como la de Cartagena, comprándola total o parcialmente.

A estas inversiones no hay que ponerles tinte ideológico ni para bien para mal aunque sí es necesaria una audaz artillería diplomática que permita buenas negociaciones con Venezuela sin que ello sea visto como una traición por los Estados Unidos, así como para que se mantengan fructíferas relaciones con los gringos sin que Chávez reviente. Es que los países no tienen amigos sino intereses. Basta con ver que EE.UU. mantiene un contrapunteo con Caracas pero sigue comprando su petróleo o que se dice buen amigo de Colombia pero nos niega hasta la más pequeña concesión en el TLC y endurece las políticas migratorias sin la menor compasión por el único país del área que apoya a destajo a la administración Bush.

Si bien en la lucha antinarcóticos y antiterrorista los gringos han sido algo generosos por entender un poco aquello de la corresponsabilidad, también  hay algo de interés en mantener una cabeza de playa en un subcontinente que no los mira con muy buenos ojos por su desatinada política exterior.

Del otro lado, nadie puede ver los negocios con Venezuela como una concesión insólita a un émulo de la dictadura castrista. No hay nada de demoníaco tampoco en permitir el paso por nuestro territorio de un tubo que va a llevarle petróleo a la que será primera potencia del mundo en unos años, aunque sea un país donde no se respetan muy bien las libertades civiles. Mucho menos hay que creer que venderle a Chávez la refinería de Cartagena es ceder la soberanía nacional y que en cualquier momento nos podría paralizar el país al cerrar la producción. El coco vive en la casa de al lado pero la idea no es asustarse sino aprender a vivir con él.

Hace 100 años perdimos a Panamá por no aprobar el tratado Herrán-Hay para que los gringos construyeran y usufructuaran su canal marítimo. Nos quedamos sin el pan y sin el queso y sería tonto de nuestra parte hacer lo mismo otra vez. Negociar con Chávez puede ser la mejor manera —y tal vez la única— de salir indemnes de su aventura, y de que desista de apuntarnos cuando le entreguen sus juguetitos de guerra y esté armado hasta los dientes; incluso, podría ser la mejor manera de evitar que intervenga en nuestra política.

Publicado en el periódico El Mundo de Medellín, el 19 de diciembre de 2005 (www.elmundo.com).

Posted by Saúl Hernández

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