Pareciera que frente a un asunto tan enigmático como el TLC sólo caben, por parte de los ciudadanos, dos posturas: aceptar sus bondades como un dogma de fe o estar en contra sin saber por qué y sin entender nada. Y esto último, con el antecedente de la nefasta apertura económica que ejecutó César Gaviria, es lo más lógico y normal. Sin embargo, es bastante sospechoso que entre los dueños del capital —como los llama la Izquierda— haya más opositores al TLC de lo que se cree, precisamente quienes reciben los mayores beneficios de las políticas del Estado. Valga decir que éstos actúan con total conocimiento de causa porque ellos sí están bien enterados de los vericuetos de la negociación pero más que proteger los intereses del país cada cual protege sus intereses sectoriales y sus privilegios. Los casos son muchos.
Sin tener relación directa con el TLC, es sintomático el rechazo que se ha levantado contra la propuesta del Ministro de Transporte de importar 3 mil tractocamiones (tractomulas) de segunda mano para reponer gran parte del parque automotor que está en vías de chatarrización. Los grandes transportadores se incomodaron y disimularon su disgusto esgrimiendo argumentos técnicos de dudosa validez. Hace unos años, ellos lograron que se cerraran las matrículas para camiones de carga convirtiendo la actividad casi en un monopolio; ahora esperan que los pequeños transportadores salgan por la imposibilidad de renovar sus camiones porque para un pequeño transportador es un sueño lejano adquirir un costoso vehículo nuevo y más con los intereses de usura de los bancos. Sólo le queda la alternativa de vender el cupo a un gran transportador y montar una tienda para sobrevivir mientras ese sector se concentra en menos manos.
El caso de Fedepalma es parecido. La Federación de Palmicultores reúne a algunos productores del interior del país que no serían competitivos en el TLC por su distancia con los puertos. Son grandes terratenientes que han logrado beneficios del Estado por la vía de exención de impuestos. Sin embargo, a los palmicultores de las costas o cercanos a ríos como el Atrato el TLC les abre un mercado inmenso que demanda más aceite de palma. Éstos no tienen un gremio que abogue por ellos ni políticos amigos, por lo que tal vez se pierda esa oportunidad. Fedepalma es un escollo para el TLC pero sus miembros no son ciudadanos de a pie, y no están hablando en nombre de los campesinos, eso es carreta.
Un caso de los más aberrantes es el mendaz liderazgo contra el TLC de Pablo Laserna Phillips, presidente del Canal Caracol —empresa del grupo Santodomingo—, junto con la Unión Colombiana de Empresas Publicitarias (Ucep). Laserna se ha arrogado el derecho de creerse el defensor de la cultura y su principal argumento contra el TLC es que si éste obliga a los canales colombianos a tener una cuota de pantalla gringa en horario triple A, se perderían muchos puestos de trabajo y estaría en juego la identidad nacional. El Canal Caracol, en horario triple A, sólo ofrece telebasura: realities comprados a empresas extranjeras y producidos por técnicos extranjeros en locaciones extranjeras, la mayoría de las veces; y telenovelas protagonizadas por actores y actrices extranjeros, no ya con el aplaudido estilo de la telenovela colombiana sino con el carácter de melodrama tipo ‘Miami’, dirigido al público latino de Estados Unidos, y con acento mexicano. Además la idiosincrasia que reflejan esos culebrones no tiene nada qué ver con la cultura colombiana ni con nuestras tradiciones y valores. El discurso de Laserna es banal y ridículo, hace rato tienen vendida e invadida esa franja por lo foráneo.
¿Qué tal el caso del arroz? Los grandes arroceros del Tolima, Huila, Meta y Casanare se han convertido en voceros de los 60 mil jornaleros que reciben de ellos salarios de miseria y han llevado a cabo una consulta popular contra el TLC. El argumento es que el Gobierno pretende permitir la importación de 47 mil toneladas anuales de los Estados Unidos y que eso pondría en peligro las 2 millones 600 mil toneladas que se producen en el país; es decir, le ‘temen’ a un cupo del 2% del mercado nacional. Ese es un argumento muy pobre. Como cosa curiosa el nombre de la coordinadora del movimiento contra el TLC de los arroceros del Tolima es Carmen Laserna Phillips. ¿Coincidencia?
Los privilegiados del país sí conocen el TLC. Saben muy bien que la economía colombiana es complementaria a la norteamericana y, por tanto, ofrece más oportunidades que peligros aunque no se trate de una pera en dulce. Saben bien, por ejemplo, que Colombia saldrá muy mal librada en los negocios con el Mercosur porque son economías que compiten, no economías que se complementan. Una muestra palpable es la del ya famoso bocachico argentino, sí, argentino, que está acabando con la pesca nacional y se consigue en todo el país a precio de ganga. Sobre eso nadie dice nada, contra el TLC, en cambio, es muy fácil esgrimir viejos argumentos antiimperialistas con tal de proteger la propia camisa. Pero no hay argumentos sino intereses particulares de gente que tiene visa gringa y pasa las navidades en Miami. Eso se llama mantener el statu quo.
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