El anuncio que ha hecho las Farc de entregar dos policías secuestrados al candidato presidencial Álvaro Leyva Durán no es gratuito. Dice Leyva, viejo amigo de las Farc, que él tiene la ‘llave’ para detener la guerra en seis meses como la tuvo hace ocho años cuando facilitó el encuentro entre Tirofijo y Víctor G. Ricardo, directivo de la campaña presidencial de Andrés Pastrana. Los colombianos no tenemos memoria.
Nada de lo hecho por las Farc en los últimos días es gratuito: policías y militares asesinados en la Sierra de la Macarena antes y después de iniciarse la más decidida campaña de erradicación de cultivos de coca emprendida jamás; nueve civiles masacrados en el sitio El Diamante, en carretera del departamento del Caquetá; seis concejales asesinados en el municipio de Rivera (Huila); un policía y dos civiles muertos y todo un pueblo arrasado después de un bombardeo con ‘pipetas de gas’ en Montebonito (Caldas); paros armados en varios departamentos; torres de conducción de energía derribadas aquí y allá; vehículos de carga y pasajeros incendiados a lo largo y ancho del país, etc.
Salen los idiotas útiles a terminar una tarea emprendida desde que se inició la administración Uribe, señalan a los cuatro vientos que la ‘seguridad democrática’, su programa bandera, no sirve. Que hay que replantearla, dicen unos; que hay que acabarla, dicen otros; que la salida a la paz es negociada, recalcan los de siempre.
Las encuestas señalan que el 66 por ciento de los colombianos están de acuerdo con la negociación con los grupos alzados en armas pero parecen olvidar que para negociar se necesitan dos. País sin memoria que ya no recuerda el juego macabro que se planteó en el gobierno de Pastrana cuando las Farc secuestraban y arrasaban pueblos con dinamita y corrían a esconderse en la zona desmilitarizada del Caguán, donde se realizaban los ‘diálogos de paz’.
El sofisma de los diálogos se revive ahora con el proceso en ciernes con el Eln. Plausible por supuesto pero efectista. La verdad es que se desmovilizan porque están acabados y hasta las Farc los están echando a bala de sus territorios. Mientras tanto, nadie se acuerda de las fechorías de los ‘elenos’, sus miles de asesinatos y de secuestros, como el horroroso caso de Machuca, los secuestros múltiples de La María, la ciénaga de El Torno y el avión de Avianca. Con la desmovilización de paramilitares se ha hecho mucho ruido acerca de la impunidad de sus acciones pero de la impunidad del Eln nadie ha dicho nada. ¿Será que los muertos de ellos no eran buenos?
País desmemoriado este. Qué lección nos da la madre España: más de 200 mil personas marcharon el 25 de febrero para oponerse a los diálogos de paz con la banda terrorista Eta. Aquí, en cambio, el anuncio de la muerte en cautiverio del capitán de la Policía Julián Guevara no provocó más que una leve indignación. Él mismo se lo dijo al Mono Jojoy en una reunión de la que se conoce un video: «No le importo más que a mi madre». La masacre de los concejales de Rivera tampoco despertó solidaridad alguna. Ni sus colegas del resto del país se manifestaron con la vehemencia requerida. Y si esto que es fresco no merece repudio qué decir de lo que se olvida bajo el manto de los años…
El periódico El Tiempo (marzo 5) revela en su más reciente encuesta que la intención de voto por el presidente Uribe bajó más de 11 por ciento, una caída notoria a pesar de que sólo los necios pueden negar los avances del país en todos los órdenes durante este cuatrienio. Las estadísticas no son engañosas y la realidad es evidente. Para no ir muy lejos, la seguridad y la economía han dado un giro de 180 grados y Colombia ha vuelto a tener esperanzas de futuro como hace años no se veía, todos los colombianos pensábamos en irnos y hoy pensamos en salir adelante aquí. Pero somos inmediatistas y timoratos, queremos las cosas ya y sin esfuerzo. Basta entonces que se siembren dudas sobre el TLC, que se culpe a Uribe de no hacer el intercambio humanitario, que se sugiera que el Gobierno favorece la corrupción y que salgan tres terroristas a una carretera apartada a incendiar un bus para que todo quede en entredicho.
¿Qué clase de paz nos pueden dar Álvaro Leyva Duran y sus amigos de las Farc en seis meses? ¿La instauración de un gobierno marxista y la paz de los sepulcros para los miles que nos opongamos a ese oprobio?
Publicado en el periódico El Mundo de Medellín, el 20 de marzo de 2006
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