Lo dice Joaquín Estefanía, ex director de El País, de Madrid

MADRID.– Después de hablar con Joaquín Estefanía en su despacho de El País, el diario que dirigió durante seis años (hasta 1993), queda la sensación de que las revueltas de Francia no fueron un hecho aislado sino, tal vez, un primer dato revelador, y rabioso, de que la globalización no marcha bien ni siquiera entre quienes podrían considerarse sus principales beneficiarios.

“Lo que estos jóvenes escuchan es que no hay para ellos trabajo seguro. Pero, al mismo tiempo, ven que el mundo duro que se les describe no es tal para empresas y directivos que se están forrando de dinero como nunca antes. Es la comparación entre esas dos realidades la que los inflama y la que hace evidente que esto va a estallar algún día por algún lado”, previene.

De 55 años, analista estrella del diario más influyente de habla hispana y director de su Master en Periodismo, Estefanía reflexiona así ante LA NACION mientras habla de su reciente "La mano invisible", ensayo sobre la recomposición del poder y las nuevas formas que está adoptando tras la globalización.

En el libro afirma que la democracia, tal como la conocemos, es cada vez "más anémica" para dar respuesta. Y advierte, además, contra el alcance de la globalización. "Se habla de globalización, pero en el mundo hay mil millones de personas, una sexta parte de la población, que no saben siquiera qué significa eso y otros varios cientos de millones que lo saben en muy escasa medida."

¿Su conclusión? "Tras quince años de globalización, vemos que no nos está saliendo muy bien, sino de modo muy excluyente. Y no sólo por la desigualdad, sino por un elemento más novedoso, como que cada vez existen más decisiones que afectan a nuestra vida diaria que se adoptan más lejos de nosotros. Eso implica que la globalización está afectando al cogollo del sistema democrático tal como lo concebimos. Y que éste queda sin respuesta", dice.

-¿Cómo lo afecta?

-Lo vuelve anémico, con poca calidad, porque tiene cada vez menos poder para cambiar las condiciones de vida en las que trabajamos. Y junto con esa impotencia de la política conviven poderes privados, no legitimados por nadie, que afectan a diario. Poderes como los mercados, los medios de comunicación y los sondeos de opinión, que se han vuelto un vicio para los políticos.

-Es curioso que hable de los sondeos de opinión como un poder invisible.

-Es que deberían ser herramientas para orientar por dónde va una sociedad, pero se convierten en el principal elemento para el trabajo político. Y eso es muy malo.

-¿Tan grave es la adicción?

-Diría que para algunos políticos es auténtica dependencia. Lo grave es que muchas veces los sondeos no tienen nada que ver con la realidad ni con la verdad, sino que sólo reflejan la opinión mayoritaria de la sociedad en un momento.

-Una cuestión sobre España: ¿es ésta la tregua definitiva y final de la banda terrorista ETA?

-Sí, porque el agotamiento de la sociedad con la violencia es tan grande que ya no tenía rédito, ETA no puede volver a matar. Por eso el optimismo es grande.

-¿Es ético sentarse a negociar con terroristas?

-La respuesta es compleja. Pero si el interrogante fuera "¿es lícito sentarse a negociar con terroristas si eso significa que no hay más muertos?", creo que la respuesta es sí.

-Frente al terrorismo, ¿no queda más que resignarse?

-No, lo que cabe es vencerlo. Con ETA se puede negociar ahora porque está derrotada por la justicia, la policía y la sociedad.

-¿Cabría la misma negociación con el terrorismo islámico, que también castigó a España, o eso es distinto?

-No lo sé. El de ETA es un terrorismo de 40 años, mientras que el islámico es más nuevo en España y desconocido. Sólo tuvimos tiempo para una primera reflexión, y por eso dudo de que hubiese condiciones de negociación. Además, creo que el terrorismo islámico repugna más en esta sociedad.

-Volviendo a los "poderes invisibles", incluye entre ellos a los medios de comunicación, pero ¿quién tiene ese poder y por qué invisible?

-Es otro fenómeno contradictorio, porque una tendencia en los medios tradicionales es la concentración, las grandes corporaciones. Por el otro lado, tenemos el impacto de Internet y, dentro de ella, de los blogs , que es algo apasionante y difícil de manejar y de entender. Es un poder invisible.

-¿Alguien puede decir qué hay detrás de los blogs ?

-Nadie sabe aún lo suficiente para hacer un análisis definitivo; no está muy claro, pero es impresionante: en el mundo se crea un blog cada siete segundos.

-¿Usted se informa a través de ellos?

 -Un poco, y muchos periodistas los consultan. El economista norteamericano Paul Krugman reconoció que entre sus fuentes de información figuran algunos blogs en los que confía.

-¿Es la futura revolución?

-No me atrevo a decir lo de revolucionario porque siempre pensé la revolución como algo colectivo, mientras que en los blogs es todo lo contrario: es estar uno solo. Resulta difícil hablar de una revolución del blog , pero es evidente que allí está pasando algo.

-Usted fue director de El País. Sobre esa experiencia, ¿cuál es el perfil ideal de un director de diario en este tiempo?

-Fui director de El País durante seis años, hasta 1993, y cuando dejé de serlo no existían los celulares ni Internet. Creo que un buen director de diario es aquel que sea muy buen periodista y que sepa algo de gestión, no a la inversa. No creo que el buen director sea el buen gestor que sepa algo de periodismo, que es lo que está ocurriendo cada vez más en los medios de comunicación.

-¿Por qué en estos quince años de globalización las cosas no han ido tan bien como se esperaba?

-Porque la globalización que tenemos es deforme. Porque no es total: es sólo financiera y, en alguna medida, económica, pero en muy poca medida es política y en casi nada lo es para la justicia, el mundo de los derechos humanos o el de la ecología.

-Y esa diferencia de velocidades entre globalizaciones, ¿no puede hacer estallar al resto?

-Creo que es lo que está ocurriendo. No sólo porque el ritmo no es parejo, sino porque la más importante, la globalización financiera, no tiene reglas. En cuanto salimos de nuestras propias fronteras nadie sabe quiénes son los jueces. Y tampoco es cierto que sea mundial: hay grandes partes del mundo que están deseando ser "explotadas" por la globalización: buena parte de Africa, de Asia o de América latina. Hay una sexta parte de la población, casi mil millones de personas, que no sabe siquiera qué es la globalización y otros cientos de millones que lo saben muy poco.

-¿No tiene a veces pesadillas de un nuevo diluvio universal?

-¡Muchas veces! José Luis Sampedro, un sabio economista de 90 años, lo decía: esto no puede resistir mucho más, tiene que romperse. Todos los factores de cohesión que considerábamos normales en mi generación están estallando.

-¿Por ejemplo?

-El postulado económico que dice que "para que una empresa funcione bien la diferencia entre el sueldo del más humilde de los empleados y el máximo gerente no puede superar las 20 veces". Eso ya no vale: hay numerosas empresas en los Estados Unidos, y también aquí, en España, donde la diferencia es mucho mayor. Estas cosas no se pueden mantener.

-¿Y por dónde reventará la cuestión?

-No sé cómo será el estallido ni por dónde ni cuándo. Pero sé que hay cosas imposibles de mantener.

-Tal vez ya se estén rompiendo en Francia, con lo que fueron las protestas juveniles

-Lo novedoso en esos jóvenes que protestaron contra el contrato de primer empleo es la comparación. Ellos escuchan que no hay trabajo, que no pueden tener vivienda, que el mundo laboral es precario. Todo eso es importante, pero lo es más el hecho de que, mientras escuchan todo eso, ven que hay personas en ese mismo mundo que se están forrando de dinero. Es la comparación lo que los inflama, la comprobación de que hay un mundo que es todo lo contrario de lo que se les dice y que las empresas ganan más que nunca.

-Usted trabajó en un informe de las Naciones Unidas que señaló el deterioro en la democracia en América latina. ¿Eso incluye a la Argentina?

-Sin duda; tuvo muchas interrupciones militares.

-Pero no en los últimos 30 años, en que el país pasó por devaluación, recesión, estallido inflacionario, hambre, desnutrición, calesita presidencial y desgobierno. Y no hubo timbre en los cuarteles.

-Ojalá que la cultura del golpe esté erradicada. Lo que creo es que en estos países el problema es hasta qué punto unas estructuras económicas y sociales que no funcionan deterioran el contenido de la democracia y la vacían de contenido. La democracia no es sólo votar, sino también el estado de contento o de necesidad que los ciudadanos tienen sobre sus procesos electorales. Y tengo la sensación de que en muchos países hay hartazgo de las elecciones. Que a sus ciudadanos les da igual o bastante igual que manden unos u otros.

Por Silvia Pisani
Corresponsal en España

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