Uno no sabe si lo que hay es una cacería de tigres (del tigre, del rey león), o si es un choque de trenes, pero hay una cosa cierta: no tienen razón quienes piensan que el Presidente debe cruzarse de brazos a esperar las primicias de Semana y que la Corte Suprema de Justicia -así como las demás altas cortes- es impoluta. Ni lo uno es sensato ni lo otro es certero.
Si bien no es creíble que un paramilitar renuncie a unos beneficios para no perjudicar a un inocente, cuando lo que de ellos se ha visto es que carecen de moral -y cuando tamaña ‘deferencia’ hacia el Presidente podría confundirse con ‘lealtad’-, no vamos a creernos el desvarío de que es un invento de la Casa de Nariño para capotear el vendaval desatado por diarios extranjeros, periodistas que hurgan periódicos viejos y damas de compañía.
Si al Presidente le llega una información como esta debe actuar como lo hizo. Es de imaginar el escándalo que se desataría en caso de que se filtrara a la prensa el rumor de que un paramilitar ofreció acusar -o acusó- al Presidente de la República a cambio de beneficios, y que Uribe, a pesar de estar informado, guardó silencio. Todos se preguntarían por qué esa omisión, por qué serle infiel, de buenas a primeras, a un estilo frentero y pendenciero, y aflorarían, en las mismas voces que hoy sugieren maniobras palaciegas, las mismas conclusiones enfermizas. Palo porque bogas y palo porque no.
Y es que los opositores del presidente Uribe, en la política y en los medios, anhelan el día que aparezca la acusación o delación -la prueba reina- por supuestos nexos con el paramilitarismo. En ese caso, ahí sí, les importaría un comino la estabilidad de las instituciones y del país mismo -de la economía, que sería la primera ficha del dominó en caer-, así como carecería de importancia la credibilidad del denunciante y nadie repetiría eso de ‘cómo creerle más a un criminal que a un magistrado auxiliar’.
Lo que se advierte es un juego de contrapoderes en el que se considera válido descabalgar como sea a un jinete que ha tomado mucha ventaja, tanta que ya parece obvia su presencia en el partidor por tercera ocasión. Muchos creen que el unanimismo es peligroso porque sí, sin matices, y le apuestan a la derrota del Gobierno en todos los frentes sin importar si se trata de algo bueno para el país. Con tal de debilitar a Uribe, toda derrota les sirve; el TLC, la injerencia extranjera en el intercambio humanitario, los candidatos a corporaciones asesinados por las Farc y hasta el penalty que le robaron a la Selección. Así, la Corte Suprema de Justicia entorpeció el proceso de paz con los paramilitares en una decisión que muchos expertos no dudan en calificar de revanchista, ofendiendo hasta la inteligencia del más torpe al atribuirle carácter de ‘altruista’ a la bestialidad de las guerrillas.
Las altas Cortes están integradas por seres de carne y hueso, tan maleables como cualquiera de nosotros, y su mecanismo de elección no es, por cierto, el más sano; son cargos tan politizados como cualquier otro. Los magistrados tienen mucho poder y pocos controles, y eso pervierte y envilece. Ya hemos visto antes ínfulas dictatoriales de las Cortes sin que un solo cristiano les haya dado un voto. Por su parte, no puede confundirse solicitar que se investigue la conducta de un magistrado con obstruir la justicia; la ley no exime a nadie. En cambio, respaldar a priori a un magistrado auxiliar es prevaricato y no puede argumentarse que la acusación de un delincuente no es creíble, de plano. Habría que liberar a todos los ‘parapolíticos’, detenidos por señalamientos de bandidos.
Lo concreto es que hubo una reunión inusual, una ‘testigo ocular’ que en realidad no estuvo presente y un acta que, inexplicablemente, no se redactó. Hasta ahí, suficiente para investigar, y si un magistrado se ufana de tener ‘agarrado’ al Presidente, suficiente para desconfiar. ·
Publicado en el periódico El Tiempo, el 16 de octubre de 2007
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