Sin la intención de meter las narices en un asunto judicial del que sólo las autoridades competentes pueden pronunciarse en Derecho, hay muchos aspectos que caben estimarse en el pleito entre los Gilinski y Bancolombia. En primer lugar, es francamente ridículo que unos curtidos negociantes —judíos para más señas— vengan a decir que fueron estafados por unos banqueros paisas que el Fiscal tilda de “calanchines” (testaferros), en una operación que fue observada minuciosamente por las partes y cuya actuación ha sido revisada palmo a palmo en repetidas veces durante los últimos diez años.
De hecho, es una falta de respeto hacia el grupo empresarial más serio del país, el Grupo Empresarial Antioqueño, y hacia la región entera, venir a decir ahora que el Banco de Colombia se compró con la cédula, o sea sin poner un centavo, como si el GEA —el famoso Sindicato Antioqueño— fuera un grupo de prestidigitadores callejeros de los que engañan a la gente jugando a la ‘bolita’. Si bien es cierto que en el ámbito empresarial existen prácticas atrevidas, osadas y temerarias, y a veces deshonrosas e indecentes, no puede generalizarse ni confundirse unas cosas con otras.
Para citar un caso, no cabe duda de lo odioso que resulta el famoso lobby o cabildeo, lo cual es legal, pero está claro que no puede compararse con los sobornos que hacen algunos empresarios para obtener contratos del Estado, o con la elusión de impuestos y el maquillaje de los balances. Es decir, una fusión puede tener aspectos molestos y hasta provocar perjuicios pero eso no significa que haya delito ni que a los Gilinski les hayan robado su banco como creen algunos incautos. Se dice, por ejemplo, que la venta de Bavaria a SAB Miller debió dejarle al Estado colombiano cuantiosos impuestos, pero eso no ocurrió al darse la figura de ‘fusión’. Para algunos esa maniobra fue una vil leguleyada pero el hecho es que no hubo delito.
En su momento, igualmente, los accionistas de Cadenalco se declararon inconformes por lo que recibieron a cambio de sus títulos cuando el Éxito los absorbió y los pequeños accionistas de Aces entablaron igual inquietud cuando se dio su fusión con Avianca. En 2005, el contralor Antonio Hernández Gamarra denunció una sobrevaloración en libros de Telmex en detrimento de Telecom, cuando el gobierno intentó poner la estatal de comunicaciones en manos de Carlos Slim.
Es decir, en este tipo de negocios casi siempre una de las partes queda insatisfecha. Las fusiones (o absorciones) a menudo degeneran en consecuencias adversas para el que vende porque sus cuentas alegres —cuentas de ‘la lechera’— se estrellan contra la realidad. El costo de una empresa, en libros, es muy distinto a su valor en el mercado accionario, y frecuentemente se da el agravante de que cuando una empresa compra a otra la primera valoriza sus acciones mientras que la segunda las ve caer de precio en vez de subir como sus dueños ansían.
En el mercado accionario se producen efectos tan diversos e imprevisibles como el que concluyó días atrás con la compra de la participación que tenía la familia Toro en el Éxito. Gracias a la puja de un tercero (Cencosud de Chile) —o un ‘calanchín’, como diría el Fiscal—, Casino terminó pagando un valor muy superior al estimado de tiempo atrás. De acuerdo con el criterio de los Gilinski eso sería una estafa, pero a todas luces no fue más que un buen negocio y una decisión tomada en el mejor momento.
Hay que aclararle a muchas personas interesadas en difundir artificios que los dueños del antiguo BIC le pagaron a los judíos 418 millones de dólares por el 51 por ciento del Banco de Colombia en 1997, y no fue una bicoca pues éstos habían pagado US $350 millones por el 75 por ciento en 1994, cuando se lo compraron al Estado. Ahora que el Bancolombia es una de las entidades financieras más importantes de América Latina —gracias al magnifico trabajo realizado por su presidente, Jorge Londoño Saldarriaga, y su equipo de trabajo—, los Gilinski (y sus abogados) buscan un resarcimiento de US $650 millones y quedarse con el control de un banco que ahora es ¡diez veces más grande que el que vendieron!
Si la Justicia cede ante las absurdas pretensiones de estos ‘aviones’ a muchos ahorradores que venimos del antiguo BIC nos tocará volar para que nuestros centavos no corran riesgos pues no cabe duda de que estarán, entonces, en el lugar equivocado. ·
Publicado en el periódico El Mundo de Medellín, el 22 de enero de 2007Publicaciones relacionadas:
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