Ahora que la economía mundial está disparada vienen algunos a decir que el buen desempeño de la economía colombiana es producto de la gran demanda de commodities por parte de esa locomotora que es la China, y por la caída del dólar y los bajos intereses con los que se están consiguiendo préstamos en esa moneda para comprar bienes de capital y realizar todo tipo de inversiones en países como el nuestro.

Con esa tesis, analistas como Hernando Gómez Buendía (El Colombiano, julio 22 de 2007) le quitan al gobierno Uribe cualquier mérito adquirido en su constante lucha por generar confianza inversionista a través de su política de seguridad democrática, principalmente. Para Gómez Buendía, la mejoría en todos los indicadores de orden público no han aportado un centavo en términos de crecimiento y se colige, de acuerdo con ese criterio, que si aún viviéramos en ese panorama de 30 mil muertes violentas al año, 5 mil secuestros, 30 ó 40 tomas guerrilleras, carreteras cerradas, alcaldes y concejales gobernando desde las capitales, etc., etc., etc., el crecimiento sería el mismo porque, según asegura don Hernando, tan sólo es producto de la demanda de China y del dólar barato.

Esa falacia es muy fácil vendérsela a la gente desmemoriada. En tiempos del despeje del Caguán, la clase media colombiana dejó de ver como un sueño su ida al extranjero para verlo como un imperativo. No se sabe a ciencia cierta cuántas personas emigraron de Colombia en esa época pero fueron demasiadas y se llevaron un gran capital financiero y humano. Los ricos siempre han tenido un domicilio alternativo en espera de que esto, algún día, se joda de una vez por todas. A Colombia no la ven como una patria sino como una despensa, por eso sus hijos nunca pagan servicio militar. Por eso tampoco estudian aquí sino en Harvard, Oxford y demás. Por su parte, a la clase media preparada le empezó a pasar lo mismo y no sólo se llevaron sus mentes más brillantes, muchas de ellas educadas en universidades públicas con un alto costo para el país, sino que dejaron morir su confianza en Colombia.

Cuando uno quiere irse, cuando todo el mundo quiere irse de un lugar, se llevan con ellos la suerte de quienes se quedan. Cuando se van quienes habían sido preparados para liderar el progreso de un país, éste se frena. ¿Quién va a invertir? ¿Quién va a emprender? Si quienes adquirieron las herramientas cognoscitivas carecen de confianza no puede esperarse que la respuesta la den las masas que carecen de todo. Lo que sigue a eso es el colapso final del sistema, la respuesta instintiva de las masas, ya desesperadas y desesperanzadas, que en un último intento por salvarse lo destruyen todo delante de fuerzas oportunistas que a veces logran capitalizar el desplome. Eso tiene mucho que ver con la apreciación reciente del presidente Uribe acerca de que las Farc estuvieron muy cerca de alcanzar el poder: la subversión no podrá tomar nunca el poder si antes no hay una ruina económica.

La izquierda mantiene un enfermizo afán por negarlo todo, por contradecir la evidencia. En el mismo sentido hay que mencionar una charla que sostuvo Alfredo Molano Bravo con Juan Camilo Ochoa y Juan Sebastián Betancur (El Espectador, 21 de julio de 2007), dos notables del empresariado antioqueño cuyo mítico ‘Sindicato’, poco tiene de uribista.  Betancur y Ochoa no niegan que los logros del Gobierno han apuntalado la recuperación económica y así lo expresan en la entrevista a pesar de que Molano trata una y otra vez de contradecir esa tesis.

Sin duda, la economía colombiana tiene entre sus más graves problemas el estar en medio de una batalla ideológica. Las dos izquierdas, la que se dice democrática y la que practica el terrorismo, se ven muy perjudicadas cuando la economía marcha bien y muy favorecidas cuando anda mal, con lo que no es posible hacer un acuerdo sobre ese tema. Como ahora anda bien, el afán es por lo menos demostrar que no es mérito del Gobierno y, cuando desmejore, se le achacarán todos los males. La izquierda colombiana tiene dos sueños: que el presidente Uribe caiga en las encuestas y que se caiga el PIB. Al fin y al cabo, a la gente lo que más le duele es el bolsillo porque, como decían en la campaña presidencial de Bill Clinton, el meollo del asunto “es la economía, estúpido”.   ·

Publicado en Tribuna Foro Democrático

Posted by Saúl Hernández

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