Hay motivos de sobra para tener una gran admiración por Chile. Se acaba de divulgar que ese país redujo su nivel de pobreza del 38,6 por ciento en 1990 al 13,7 en 2006; es decir, allá se redujo la población bajo la línea de pobreza en un 25 por ciento en apenas un abrir y cerrar de ojos: 16 años. Y lo han hecho gracias a una combinación política inusitada y casi impensable en nuestro medio: el mandato de una coalición de centro izquierda (la Concertación) que usa el esquema de la llamada ‘Tercera Vía’, o sea poner la direccional a la izquierda pero voltear a la derecha.
Chile tiene más de 50 tratados de libre comercio vigentes en la actualidad, firmados todos por el gobierno de la Concertación. Ha implementado la receta neoliberal con todos los ingredientes, ha privatizado más que cualquiera, le ha quitado al Estado muchas responsabilidades que los particulares hacen mejor como el tema de pensiones y salud, cuyo sistema ha sido modelo para muchos países del mundo incluyendo el nuestro con la famosa y criticada Ley 100. Ha entregado más concesiones que cualquier país del vecindario y hoy cuenta con una red de autopistas comparable con la de un país desarrollado y vías concesionadas aún dentro de la ciudad, con peajes de cobro electrónico para disfrutar de un excelente servicio. Ostentan un índice de 994 kilómetros de carreteras pavimentadas por cada millón de habitantes mientras que Colombia sólo tiene 312.
La evidencia es incuestionable. Después de superar una etapa de violencia y represión los chilenos se pusieron de acuerdo con respecto a su destino. Ya habían probado la experiencia amarga del comunismo implantado por Salvador Allende, en donde la planeación centralizada de la economía resultó ser un desastre como lo ha sido en todas partes donde el comunismo se ha entronizado, y desembocó en desabastecimiento agudo de los mercados y profundo descontento social, violencia callejera instigada por agentes del castrismo y, finalmente, el golpe de Estado seguido de una cruel dictadura.
La violencia y la pobreza no se combaten con modelos autoritarios sino con democracia plena y grandes libertades, sobre todo con la libertad de hacer empresa sin intervenciones molestas, sin entorpecimiento a la iniciativa privada. La diferencia se ve en la Venezuela de Chávez, donde ya hay síntomas de desabastecimiento: estanterías vacías en los supermercados y racionamiento de productos a determinada cantidad por persona. Algunos arguyen que esas dificultades de las clases medias y altas se ven compensadas con los beneficios que están recibiendo los pobres pero, a la larga, esos beneficios serán nulos.
Pero volviendo a Chile es pertinente señalar que sus avances son una clara consecuencia de la decisión de abrirse a competir con el mundo. En ese país se han volcado todos los esfuerzos a lograr la competitividad que hoy les permite alcanzar esos resultados. Según el informe ‘Haciendo negocios’, del Banco Mundial, las empresas en Colombia pagan 68 impuestos mientras que en Chile sólo diez. He ahí una muestra.
Las exportaciones chilenas crecieron el 125 por ciento entre el 2002 y el 2006. En 2006, Chile exportó 59 mil millones de dólares (crecimiento del 45 por ciento frente a 2005) e importó 36 mil millones. La balanza comercial alcanzó los 23 mil millones de dólares, o sea lo mismo que Colombia exportó en todo el año. En contraste, nuestro país tuvo una balanza comercial negativa en 2006, de 147 millones de dólares, en tanto que en 2005 presentó el mayor superávit de lo que va corrido del siglo, un raquítico beneficio de US$ 1.300 millones. Y aunque a Chile le ayudan mucho los ingresos que produce el cobre, es notable que un país de apenas 18 millones de habitantes haya desarrollado tanto su potencial exportador.
La iniciativa privada, en Chile, le quita al Estado el peso insufrible de generar empleos burocráticos y le permite concentrarse en las tareas de mayor importancia para el desarrollo social; la salud, la educación y demás. Todo eso, además, gracias a los impuestos que se generan en un país que tiene un generoso ingreso per cápita que triplica el de Colombia. ·
Publicado en el periódico El Mundo, de Medellín, el 18 de junio de 2007.
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