Hace un par de años el por entonces senador Rafael Pardo Rueda manifestó que era un error oponerse al canje humanitario por consideraciones morales, legales y prácticas mientras los guerrilleros presos salían de las cárceles todos los días. De un lado, se ha considerado indigno el intercambio de personas honestas por delincuentes que, muchos de ellos, tienen a cuestas delitos de lesa humanidad. Del otro, existe el temor de que estos subversivos retornen a la guerra y le den un nuevo aire a un grupo rebelde que está sufriendo las duras y las maduras.
Sin embargo, el planteamiento de Pardo es claro: mientras algunos secuestrados como los cabos del Ejército Pablo Emilio Moncayo y Libio Martínez cumplirán en diciembre diez años de cautiverio en los campos de concentración de las Farc; mientras el actual canciller Fernando Araújo había completado seis al momento de su fuga y el subintendente John Frank Pinchao tenía casi ocho; mientras el capitán Julián Ernesto Guevara murió en cautiverio, víctima, al parecer, de alguna enfermedad, y otros han sufrido hepatitis, diabetes, leishmaniasis, etc.; y mientras el hijo de Clara Rojas está secuestrado desde que estaba en el vientre de su madre, los guerrilleros presos en las cárceles gozan de buena salud, tienen visitas cuando quieren, disfrutan de todas las garantías procesales y, lo más importante, salen libres rápidamente por pena cumplida —gracias a la laxitud de nuestra legislación—, por falta de pruebas o porque se fugan.
Por eso es gracioso que ahora algunos vengan a darse golpes de pecho por la liberación de cerca de 200 guerrilleros. Francisco Galán, del Eln, fue liberado para que fungiera como intermediario de paz en unos acercamientos que aún no han dado frutos. Otro líder de ese grupo, Felipe Torres, salió de la cárcel en octubre de 2003 tras purgar sólo nueve de los 20 años a que había sido condenado, como si se tratara apenas de un combatiente raso al que no se le pueden atribuir responsabilidades mayores. Yesid Arteta, jefe del frente 29 de las Farc, abandonó prisión en julio de 2006 tras pagar sólo diez años de condena por los delitos de rebelión, porte ilegal de armas, terrorismo, secuestro y homicidio. Aicardo de Jesús Agudelo, alias El Paisa, comandante del frente 34 de las Farc, asesino del gobernador de Antioquia Guillermo Gaviria y del ex ministro Gilberto Echeverri, fue condenado en 1996 a 48 meses de prisión pero un juez lo liberó por considerar que no era un peligro para la sociedad.
En mayo de 2003, Wildiman David Quintero, alias Petaco, segundo comandante del frente 18 de las Farc, autor intelectual y material del asesinato de 24 campesinos en Tierralta (Córdoba) y del derribamiento de un helicóptero del Ejército, que cobró la vida de 24 militares, quedó libre por orden del juez segundo especializado de Antioquia, quien a pesar de tener en sus manos documentos probatorios entregados por la Fiscalía y de contar con la confesión del terrorista de haber participado en las tomas a los corregimientos de La Rica y San José, municipio de Puerto Libertador (Córdoba) y a los corregimientos de La Caucana y Santa Ana, en los municipios antioqueños de Tarazá y Briceño, ordenó la libertad de este asesino por considerar que en la orden de captura no había sido plenamente identificado. Días antes, la ‘justicia’ había precluido 13 procesos en contra de Alfredo Arenas, jefe del frente 22 de las Farc.
Es decir, los guerrilleros en las cárceles colombianas van y vienen sin mayor obstáculo. Eso, sin mencionar la debilidad de los gobiernos que en el pasado han confiado en falsos propósitos de paz y han acuartelado las tropas, han realizado liberaciones masivas de guerrilleros presos o han cedido inmensas zonas del territorio nacional a la subversión.
Lo importante, en este caso, es que el presidente Uribe le va a demostrar a la comunidad nacional e internacional que a las Farc no le interesa realizar el canje sino reincidir en uno de esos juegos que les permite disminuir la presión del Estado, presión que los sofoca militar y políticamente. Si se despejaran los sitios señalados por ellos, Pradera y Florida, tampoco colaborarían. No se olvide que a finales de 2005, Francia, España y Suiza propusieron establecer un ‘área de confianza’ en el corregimiento El Retiro, en Pradera, y los farucos se hicieron los locos… ·
Publicado en el periódico El Mundo de Medellín, el 11 de junio de 2007
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