El tema de la liquidación del Seguro Social ha logrado unir fuerzas antagónicas, las del Partido Liberal y el Polo Democrático, que se oponen con un argumento banal: que el artículo 20 de la Ley 790 de 2002 prohíbe de manera expresa la liquidación de la entidad. La trampa no puede ser más evidente. El tropiezo legal fue instaurado por la clase política que viene desangrando al ISS desde su creación, con el consentimiento de la izquierda que ha tenido en la institución uno de los platos más suculentos para saciar su sindicalismo voraz.
A la clase política, en general, no le interesa que el ISS preste atención de alta calidad a sus afiliados sino que continúe como está, que es como les sirve a ellos y a los trabajadores sindicalizados, en ese caos donde reina la corrupción que les llena los bolsillos a todos: a los trabajadores que trafican con drogas costosas y se benefician de generosos acuerdos laborales, a los directivos que hacen parte de clientelas y manosean millonarios contratos a su antojo y a los políticos, que son, finalmente, los que manejan los hilos y quienes más se lucran de todo este desbarajuste. Todo a expensas de la inoperancia de los entes de control.
Tardíamente, el Gobierno Nacional ha decidido que el mejor camino para resolver un problema viejo es crear entes nuevos que se encarguen de los negocios de salud, pensiones y riesgos profesionales del ISS. Eso parte del reconocimiento de que lo importante no es la entidad ni sus empleados sino los afiliados, razón de ser del Instituto. Lo que debe primar es la buena atención de los usuarios y no la subsistencia de una institución viciada por todos los males. Ese principio no lo reconocen quienes se oponen a la liquidación e insisten en la posibilidad de recuperar al ISS.
Para alcanzar ese propósito hay que ser pragmáticos y admitir sin demagogia que el Seguro Social, como hoy lo conocemos, es una entidad insalvable que ha llegado a un punto de no retorno. No existe ninguna posibilidad real de que el Estado le cancele una deuda histórica que excede la capacidad de cualquier esfuerzo fiscal, calculada por algunos en 57 billones de pesos de aportes legales que la Nación ha dejado de pagar. Pero tampoco hay una entidad eficiente, comprometida, sana que pueda responder al salvamento. No hay un cultura institucional que haga creer en la existencia de un patrimonio de los colombianos en cabeza del ISS sino una institución carcomida por la corrupción que ha martirizado a los usuarios por décadas, proporcionando un servicio de salud de mala calidad.
Incluso, hay que ser precisos y decir sin ambages que es un sofisma atribuir los problemas del Seguro a la Ley 100 de 1993. No, los problemas son de vieja data. Desde los años setenta la entidad presentaba graves problemas de funcionamiento, altísima corrupción, desbordada politiquería, pobrísima atención. La disculpa es que el ISS no estaba preparado para atender la medicina familiar, que le dejaron todos los pacientes de alto costo y que la gente más joven se fue para las EPS privadas. ¿Cuándo iba a estar listo si en cuatro décadas no pudo adecuarse, si las EPS privadas aliviaron una carga que el ISS no hubiera soportado?
Es una insolencia negar que el ISS se murió de corrupción y politiquería, que desde hace décadas lo privatizaron al servicio de los corruptos y que dejó de servirle adecuadamente a la población trabajadora —y a sus familias gracias a la Ley 100—, colombianos de todas las condiciones que se merecen algo mejor que salir de madrugada a hacer filas interminables para reclamar un ficho o llamar a un teléfono donde nunca contestan. Lo importante ya no son los sindicatos ni los intereses políticos sino el que sus usuarios tengan tratamientos y cirugías oportunas y no sean atendidos en los pasillos habiendo camas disponibles.
La EPS pública debe ser la mejor del país y para lograrlo no hay mejor actor que las cajas de compensación familiar. No se puede hacer eco a una izquierda retrógrada aliada con los corruptos, que viene a hacer gala de excentricidad filosófica para tachar a las cajas de compensación con el rótulo de “sector financiero especulativo del país”, eso es sencillamente ridículo. En esto no están pensando en el bien de los colombianos como quieren hacernos creer, es un pulso ideológico lleno de mezquindad que no consulta el interés de todos.
Publicado en el periódico El Mundo de Medellín, el 7 de mayo de 2007
Publicaciones relacionadas:
A los militares que se apropiaron de una caleta de dinero de las Farc hay que castigarlos como corresponde pero también hay que comprenderlo...mayo 26, 2003
La corrupción es el gran mal de Colombia, por eso debemos denunciarla. Es la enfermedad que nos afecta a todos y que nos tiene en el infiern...noviembre 29, 1999
El jueves anterior, el presidente Andrés Pastrana Arango hizo sentir su descontento frente a la corrupción del Congreso de la República anun...abril 3, 2000