Mientras las Farc secuestraban a diez personas en Cubarral (Meta), estaban colgando en su página de internet la promesa de liberar a seis ‘canjeables’ para recuperar presencia política, gracias al respiro boca a boca que les está dando un grupo de supuestos intelectuales encabezado por Piedad Córdoba. Igualmente, mientras atacaban una misión médica en el Caquetá, el 7 de diciembre, crimen que aún no ha sido suficientemente repudiado por los ‘defensores’ de los derechos humanos –esa corte de viudas y plañideras que aún lloran la muerte del terrorista ‘Reyes’–, las Farc y sus amigos preparaban esta estrategia para reanudar su juego de manipulación a través de los secuestrados. El presidente Uribe ya lo había advertido el día anterior.
Sin embargo, el panorama ha cambiado tanto en el último año que el juego que las Farc habían armado con cartas marcadas ya no está sobre la mesa. ¿Qué pueden ganar ellos con esta nueva propuesta? Sabemos que las Farc no dan puntada sin dedal, y que nunca han estado interesadas en la paz sino en el poder. Cualquier tipo de diálogo o negociación ha sido aprovechado por las guerrillas para fortalecerse militarmente, ganar tiempo a la espera de gobiernos más blandos o más torpes, para intensificar relaciones con civiles adeptos a su ‘causa’, adentro o allende las fronteras, y para aclimatar la guerra política de desprestigio al Estado y a su fuerza pública. Luego, recuperados los bríos, vuelven al combate.
Creer que la muerte de ‘Marulanda’ y el ascenso de ‘Cano’ al poder implican un profundo cambio de estrategia sería como desconocer que el nuevo líder de las Farc es de verdadera línea dura y que con él esa guerrilla deja de ser un reducto campesino para convertirse en una milicia más doctrinaria y fanática; ya no se trata de una lucha por la reivindicación de unos marranos y unas gallinas sino de un movimiento radicalizado en torno del más rancio comunismo.
A ‘Cano’ y a las Farc les sirve mucho este acto de liberación de secuestrados para retomar la visibilidad que han perdido durante el 2008 –año tan funesto para ellos–, dado que el propósito del nuevo comandante es oxigenar la guerrilla desde los centros urbanos infiltrando los movimientos estudiantiles en las universidades y el movimiento sindical, apropiándose de la protesta social –incluida la indígena– y sacando partido de las reivindicaciones económicas que demandan diversos sectores aunque no hagan parte de las mayorías pobres. Hoy más que nunca, el afán de la subversión es el de contribuir a la agudización de las contradicciones del sistema, con la esperanza de que el pueblo colombiano vea en ella una alternativa de solución a los problemas, olvidando todos los atropellos.
Aún así, sorprende que las Farc revelen de esta manera el estado de impotencia en que se encuentran, pues se creía que esperarían al término de este gobierno para establecer contactos con una nueva administración, confiados en que no se dé una segunda reelección y que el péndulo oscile hacia una posición más afín y funcional a ellos, no ahora cuando a Uribe le restan casi 20 meses. Esto hace pensar varias cosas: podría ser que las Farc y su coro de intelectuales pretenden instrumentalizar muy activamente el tema del intercambio humanitario para evitar una segunda reelección, para lo cual necesitarían ejercer una presión muy fuerte, tanto interna como externamente, que ni siquiera lograron realizar cuando tenían a Íngrid. Pero, podría ser también que las Farc, en su gran deterioro, estén sumamente preocupadas por la posibilidad de nuevos rescates militares, por el descrédito en el que caen cada vez que un secuestro tiene un desenlace fatal y por la deserción de subversivos –incluso de alto mando– llevando a los rehenes a la libertad, con el incentivo de una recompensa multimillonaria y el paraíso francés.
Las Farc han notificado que esta sería la última liberación unilateral, pero esa misma advertencia la hicieron cuando liberaron a cuatro políticos (Luis Eladio Pérez, Orlando Beltrán, Gloria Polanco y Jorge Géchem) el pasado 27 de febrero. Con eso pretenden llegar a una negociación pero olvidan que no habrá despeje de ningún área del territorio nacional y que la mayoría de los guerrilleros que están presos no quieren volver a sus filas. ‘Cano’ tendrá que darse cuenta de que las reglas del juego ya no son las mismas y que lo único que aceptan los colombianos es la liberación incondicional de todos los secuestrados.
Publicado en el periódico El Mundo, el 29 de diciembre de 2008.
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