Por Milagros Socorro
Visto el vacío que ha dejado en Venezuela doña Clara González de Rojas, quien ha hecho de la elegancia una forma de resistencia frente a la barbarie, propongo un canje humanitario: nosotros devolvemos a la senadora Piedad Córdoba a Colombia y la hermana República nos envía a doña Clara. Este intercambio sería un gesto verdaderamente humanitario para los venezolanos, que amanecimos a un enero signado por un alza violenta de los precios, en un contexto ya desesperante por el desabastecimiento. Tan irracional es el aumento del costo de la vida que este factor ha logrado equipararse con la inseguridad ciudadana en la lista de azotes de Venezuela.
Una sociedad abrumada por tales males no puede, a la vez, lidiar con la ruidosa senadora Córdoba. Todavía no nos habíamos repuesto de la impresión causada por la imagen de la congresista colombiana descendiendo en un claro de la selva (donde se cumpliría la liberación de las dos rehenes de las FARC), embutida en un conjunto de lycra y llevando un bolso de la más reciente colección de Louis Vuitton, cuando la primera plana de este diario nos la muestra fotografiada en medio de una juerga y en actitud de estar cantando en público. A esto debe agregarse el constante goteo de fotos suyas circulando en Internet, donde se la ve abrazada con guerrilleros de cuyos cuellos se guinda al tiempo que sostiene el ramo de flores que ha recibido de ellos; posando en costosas habitaciones de hotel en Caracas o bailando en un concierto.
Los colombianos deben tener compasión de nosotros, que al llegar de las vacaciones de diciembre topamos en los supermercados con bandejitas de chuletas… cinco chuletas… con una etiqueta que pone que cuestan 23 bolívares. Esto es, 23.000 bolos. Y encima tenemos que escuchar a Piedad Córdoba refiriéndose a las víctimas de las Farc como «retenidos» y no como lo que son, secuestrados. Eso para no mencionar las pestañas postizas que se amarró el día que viajaría en helicóptero para la selva (evidencia de su determinación a tomar parte en el show montado por Chávez para la ocasión). Es mucho.
Una cosa o la otra. Con las dos no vamos a poder. Y, como ya nos hemos resignado a que los precios no van a bajar, sólo nos queda recurrir al canje humanitario: Piedad por doña Clara. Dicharachera congresista aderezada con aretes y anillo de la casa Bulgari por discreta señora, definida por el diario Le Monde con el juego de palabras mère d’otage, mère courage (madre de rehén, madre coraje) en alusión, de paso, a la obra de teatro de Bertolt Brecht que presenta la entereza de una mujer expuesta a una guerra en la que pierde a sus tres hijos.
Sería una iniciativa piadosa para todos. La propia Córdoba sería la primera beneficiada con un intercambio que la saque de aquí y la devuelva a su patio, donde unos electores deben estarse preguntando si es que ella los va a dejar tirados eternamente, si es que no piensa presentarse a su puesto de trabajo en la comisión séptima del Senado, que, por cierto, trata asuntos laborales.
Si nos hacen la caridad y se la llevan, Piedad Esneda podría celebrar su cumpleaños este jueves 25 de enero en su país y taparía la boca de quienes dicen que ella se ha tomado tan en serio el título de «senadora virtual» (obtenido por su empleo de las tecnologías de la información en la difusión de sus mensajes) que cumple sus funciones a través de la red, inhibiéndose de apersonarse en su curul. Y los colombianos tendrán la ocasión de preguntarle de dónde han salido los fondos para las costosas prendas que componen la toilette de la senadora, quien comparte con el presidente Chávez el hecho de haber nacido de la unión de dos maestros de escuela y, sobre todo, su fascinación por el lujo y su tendencia a ostentarlo. Ninguno de los dos es buena junta para el otro. ¡Háganle un favor, rescátenla!.
Para nosotros será un honor recibir a doña Clara -quien en estos seis años de padecimiento por el cautiverio de su hija se ha refugiado en su casita de las afueras de Bogotá para ver crecer sus rosas- y reconocerla como modelo de sobriedad, de perdón, de compostura, de recato, de perseverancia, de dignidad, de buen castellano, de correcto comportamiento con los periodistas y saber en todo momento en qué bando se encuentran sus simpatías y su noción de lo que es justo.
* Columnista de El Nacional, Caracas. Este artículo fue publicado el 20 de enero de 2008.