Sería muy lamentable que en Bogotá no se aproveche la experiencia del Metro de Medellín para no incurrir en los mismos errores y que en Medellín no se haga una copia mejorada del Transmilenio. Y la principal mejora –además de que sea administrado por el Metro de Medellín y no por particulares que sólo piensan en los beneficios económicos, en desmedro de la excelencia del servicio– es que funcione con un combustible limpio en lugar de ese veneno que es el diesel de Ecopetrol (4.500 ppm).
Pero, la sorpresa fue mayúscula cuando, entre la posibilidad de importar el diesel o la de implementar un sistema eléctrico, el alcalde Alonso Salazar sacó del sombrero del mago la fórmula de operar el Metroplús con gas natural, con la simple admonición de que el gas es limpio y muy barato. La polémica ganó ribetes nacionales cuando la Superintendencia de Servicios Públicos advirtió que el gas podría subir un 50 por ciento; en tanto que el Ministro de Minas, Hernán Martínez, le informó a Salazar que puede haber problemas de suministro a partir del 2013.
En carta dirigida al Alcalde, el presidente de la Sociedad Antioqueña de Ingenieros (SAI), el ex gobernador Álvaro Villegas Moreno, se pregunta si en Antioquia se acabó la electricidad o si lo que se acabó fue el sentido común. Y la pregunta de Villegas es legítima por varias razones: la crisis del petróleo, al que están atados los precios del gas; el problema del calentamiento global por el uso de combustibles fósiles; la alta contaminación de Medellín por su conformación geográfica, con la incidencia en problemas de salud costosos de atender; la fortaleza de Antioquia en generación eléctrica, donde las EPM se dan el lujo de vender aguaceros -como decía el recordado Diego Calle Restrepo-; y hasta la reciente adjudicación de dos de las seis hidroeléctricas que el Gobierno pretende construir de aquí al 2015: Pescadero y Porce IV (1.600 megavatios más), con las que EPM se convertirán en el primer generador del país.
Aquí es donde empieza lo extraño. Si Antioquia es la región que más energía eléctrica produce en Colombia (40 por ciento), y EPM será el máximo generador por encima de Emgesa, ¿cómo es que estas (las EPM) recomendaron el uso del gas contradiciendo -entre otros- los estudios del Metro, la Universidad Pontificia Bolivariana y la opinión de la SAI? El Alcalde acogió la recomendación apoyándose en tres falacias: a) que el gas es más barato que la electricidad, que no habrá problemas de suministro y que no va a subir de precio, b) que en materia de contaminación el gas es equiparable al ‘eurodiesel’ y a la energía eléctrica; y c) que los transportadores no aceptarían invertir en los costosos buses eléctricos.
Sin embargo, los estudios más serios demuestran que la electricidad es más barata y que el gas seguirá escalando precios. Además nuestras reservas son ínfimas (el 2 por ciento de Latinoamérica mientras Venezuela tiene el 49 por ciento). También está claro que el gas es muy contaminante y nocivo para la salud por el material particulado ultrafino que desprende y que la contaminación que algunos estudios atribuyen a la energía eléctrica es aplicable a aquella que se produce quemando gas, carbón o petróleo y no en las hidroeléctricas como es nuestro caso. Y, por último, los transportadores jamás objetaron los buses eléctricos puesto que nunca fueron consultados.
Hay buses eléctricos chinos de 150 mil dólares (100 pasajeros) como también hay megatrolebuses de 200 pasajeros que cuestan millón y medio de dólares (700 mil libras), como los que circulan en Leeds y otras ciudades inglesas. Por cierto que el Times de Londres (2007/06/16), destaca que los trolebuses están regresando en atención a la alta contaminación de los buses diesel, a pesar de que los británicos se benefician de la norma Euro IV (50 ppm). Si EPM está dispuesta a no ganar un dinero dejando de vender electricidad, podría financiar a los transportadores con créditos baratos y beneficiarse a largo plazo vendiendo de su cosecha.
Ahora, el hecho de que el resto del transporte público y privado sea muy contaminante no es óbice para que el Metroplús funcione con el mejor combustible, el que tenemos a borbotones. Si Ecuador, que le compra electricidad a Colombia, hizo un trole en Quito y Venezuela, nadando en petróleo, hizo otro en Mérida, el Metroplús a gas recuerda eso de que «en casa de herrero, azadón de palo». Un buen gobernante debe saber rectificar cuando está a tiempo, sobre todo cuando salta a la vista que en cinco o diez años será necesario reversar la medida. ¿A alguien se le ocurriría que el metro de Bogotá funcione con carbón? En esto hay una grave falta de sentido común o se le quiere hacer un favor a Chevron y BP, los dueños del oligopolio del gas en Colombia.
Publicado en el periódico El Mundo, el 23 de junio de 2008
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