La política –como casi todas las actividades humanas– se hace con los amigos y no con los enemigos y, como es de esperarse, en el grupo de los primeros se cuentan los miembros de los partidos que conforman la coalición de gobierno y apoyan sus proyectos. Gobernar con los amigos implica poner en sus manos todos o casi todos los cargos de libre nombramiento y remoción. ¿O acaso pretenderá alguien que sean del concurso de fuerzas opositoras obtusas y delirantes que no van a trabajar por el bienestar general sino que harían todo lo contrario para desprestigiar al poder en ejercicio?

El tema de la ‘parlamentaria’ Yidis Medina tiene todo de largo y de ancho. En primer lugar, ella no fue elegida como congresista en el 2002 sino que llegó a ocupar -por tres meses- el cargo de su jefe político Iván Díaz Mateus, gracias a esa aberración conocida como ‘carrusel parlamentario’, que tiene por objeto darle una ‘palomita’ a algunos miembros de lista que no obtuvieron curul para que alcancen la jugosa dieta parlamentaria, se levanten algún beneficio -como hizo Yidis- y puedan acceder a pensión de ex congresista.

Sabemos que una de las principales funciones de la Rama Legislativa es constituirse en control político del Ejecutivo para tratar de equilibrar la distribución del poder como parte fundamental de los ‘checks and balances’ de los que hablan los teóricos. Pero ese juego de pesos y contrapesos no es lo noble que más de uno se podría imaginar. Desde tiempos inmemoriales el papel de los congresistas ha sido el de transar sus votos con los gobiernos de turno para sacar beneficios personales o partidistas. De ahí tienen su origen los desayunos en Palacio, los auxilios parlamentarios -prohibidos por ley-, y hasta las mismas coaliciones de gobierno pues, por ejemplo, un partido minoritario no se suma a esas alianzas por altruismo sino a cambio de algo y aquí cada congresista funciona como una microempresa.

En consecuencia, a los gobiernos les toca ser pragmáticos si no quieren dejarse paralizar por el Congreso. Si un proyecto de ley es muy importante para el Ejecutivo, los parlamentarios exigen participación en el gobierno a cambio del voto, así sean de la coalición de gobierno como en el caso de Yidis Medina. Primero se oponen al proyecto para hacerse rogar, luego arguyen que sienten abandono del gobierno y que el apoyo debería ser reciproco. En el siguiente capítulo de la novela, el gobierno ofrece obras, contratos y puestos, logrando convencer así a nuestros buenos Padres de la Patria. Esa es la tradición.

Sin embargo, aunque esto parece simple y llano cohecho las implicaciones jurídicas son muy discutibles puesto que las prebendas que un gobierno ofrece no son para beneficio personal del implicado sino para que ejerzan esos cargos con lujo de competencia o se luzcan con sus comunidades por la realización de una obra importante. El beneficio es de la comunidad, si el parlamentario toma ganancia personal de ello incurre en otro tipo penal, pero lo que se les ofrece, y eventualmente se les da, no tiene ánimo de lucro particular sino que corresponde a la lógica de gobernar con los amigos, como se hace en todo el mundo. Hacerlo de otra manera es ilusorio.

En el caso de Yidis hay otros pormenores que deben considerarse antes de determinar el supuesto cohecho: su partido, el Conservador, es del ala gobiernista y abanderado de la reelección, por tanto lo normal es que Yidis votara como lo hizo; ella admite que su jefe Iván Díaz, el dueño de la curul, le indicó votar a favor de la reelección y donde manda capitán no manda marinera; y, por último, no se puede hablar de que ella cambió el voto a última hora pues el ‘compromiso’ al que se suscribió previamente no constituye un acto de ley ya que se hizo fuera del Capitolio, sin quórum y en condiciones de conciliábulo.

En fin, es triste para el país que por culpa de una oportunista ignorante que no supo calcular el peso de sus pataletas ante un periodista se escuchen disparates como el de Antanas Mockus pidiendo la renuncia del Presidente y nos quieran hacer creer que a Uribe lo reeligió una Yidis comprada y no el 75 por ciento de los colombianos. En 1997, Mockus renunció a su cargo de Alcalde de Bogotá para postularse a la Presidencia y hubo quienes le sugirieron al Gobernador de Antioquia, Álvaro Uribe, hacer lo mismo pero este no aceptó. El uno actuó con delirio, el otro con sensatez. Hoy siguen actuando igual, por eso uno de ellos es el flamante presidente de los colombianos y el otro nunca lo será.

Publicado en el periódico El Mundo, el 5 de mayo de 2008

Posted by Saúl Hernández

Deja un comentario