El Presidente Uribe es un hombre sensato. Sabe que sobre sus hombros reposa una gran responsabilidad. Sabe también que la política internacional –lo dijo en Santo Domingo– está llena de hipocresía; prima el pragmatismo sobre el orgullo. Talvez por eso, como en Santo Domingo, volvió a pedir perdón a Ecuador por la piñata que el gobierno colombiano le organizó a don ‘Raúl’ en su finca de Sucumbíos para celebrarle todo el altruismo, la abnegación y la benevolencia con la que sirvió al pueblo colombiano.
“Paris bien vale una misa”, dijo Enrique IV. Mantener las exportaciones a Venezuela y a Ecuador bien vale una disculpa, pero, a la larga, la estrategia del apaciguamiento de los gobernantes vecinos va a salirnos tan costosa como la del apaciguamiento de los subversivos pues el objetivo de unos y otros es el mismo.
El pueblo ecuatoriano no tiene porqué sentirse ultrajado por las autoridades legítimas de Colombia sino por los delincuentes que violaban su territorio y las autoridades locales cómplices que se lo permitían. Es muy distinto bombardear un campamento terrorista en la mitad de la selva, ocupado solo por guerrilleros –incluidos Franklin Aisalia y Lucía Morett–, a bombardear una ciudad o un poblado en el que hay presencia de civiles inocentes: niños, ancianos, mujeres, etc. Y donde hay algún tipo de infraestructura por pobre que sea. Es obvio que Colombia jamás atacaría un sitio en esas condiciones.
Si por algo habría que pedir perdón y ofrecer una reparación es por haber destruido un par de hectáreas de bosque, y eso tratándose de un asunto más bien simbólico, en estos tiempos de sensibilidad medioambiental. Los productores de cocaína usan una veintena de productos químicos más nocivos que el glifosato y nadie se queja.
Hay que repetirle una y otra vez al pueblo hermano del Ecuador que si Colombia no pidió el consentimiento o la intervención de las autoridades de su país es porque había sospechas –ya suficientemente comprobadas– de que un importante sector de éstas es cómplice de las Farc y no iba a cooperar. Esta discusión, aún en Colombia, parece un capítulo de la serie ‘Dimensión desconocida’, pues a pesar de las pruebas y del rumbo que van tomando las cosas aún hay gente que cree en la probidad de los gobernantes vecinos y que esto se soluciona con un abrazo fraterno y la integración latinoamericana…
En Colombia ha habido incursiones de fuerzas vecinas en el pasado. El 26 de febrero de 1991, las Farc atacaron militares brasileños en un área de frontera. En respuesta, los militares brasileños torturaron mineros colombianos y violaron repetidamente el espacio aéreo de Colombia. El Gobierno ni siquiera protestó (El Tiempo, 26-03-91).
En 1994, un helicóptero del Ejército venezolano se estrelló en Arauca, después de invadir territorio colombiano, donde aterrizaron, ultrajaron a varios campesinos y secuestraron a algunos de ellos (El Tiempo, 09-01-94). El mismo año, la Policía de Ecuador ingresó a territorio colombiano tras delincuentes colombianos que intentaron ingresar a la cárcel de Tulcán, asesinando a uno de ellos en Colombia (El Tiempo, 18-03-94).
También en 1994 se denunciaron bombardeos y ametrallamientos de casas y cultivos (algunos de coca) en zonas fronterizas del Cesar y la Guajira desde helicópteros venezolanos. Además se señaló del asesinato de varios labriegos (El Tiempo, 29-08-94).
En 1995, la Asamblea Nacional de Venezuela autorizó a sus Fuerzas Armadas para perseguir a los guerrilleros colombianos traspasando la frontera, en respuesta a la masacre de Carabobo, cometida por el Eln (El Tiempo, 15-03-95). En octubre, tropas venezolanas “invadieron territorio colombiano, secuestraron a varios campesinos, destruyeron maquinaria, mataron animales y quemaron una vivienda en la Serranía de Perijá” (El Tiempo, 20-10-95).
Los casos son innumerables en los casi 200 años de vida republicana, pero ninguno de ellos había ocasionado tantos antagonismos como el de la muerte de ‘Reyes’, nadie había llorado tanto a un delincuente. ¿Por qué? Blanco es y frito se come.
Pero hay un hecho más revelador (rescatado por Libardo Botero, investigador del Centro de Pensamiento Primero Colombia): en el 2004, aviones ecuatorianos cruzaron la frontera con Colombia y sobrevolaron el espacio aéreo en labores de vigilancia ante las incursiones de la guerrilla en su territorio. El presidente Uribe manifestó que tenían todo el derecho de bombardearlos, y le dijo al Presidente de Ecuador, Alfredo Palacio, que comprendía “el problema que estos bandidos le causan al hermano pueblo ecuatoriano. Comprendemos que ustedes tienen que tomar acciones en esa frontera, el Gobierno de Colombia no tiene ninguna protesta, esto lo resolvemos amistosamente”. ·
Publicado en el periódico El Mundo, el 24 de agosto de 2009.
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