Sí, hay que protestar, pero por la mala educación de quienes acuden a pretextos gastados para destrozar las ciudades, como el conocido argumento de que los gobiernos quieren privatizar la educación. No tiene nada de malo, per se, que una universidad genere ingresos propios y tenga ánimo de lucro; ni que paguen por su educación quienes tienen con qué y el Estado les ayude a los que no. El estado de la educación en Colombia es preocupante pero por muchas otras razones que poco tienen que ver con los alegatos de estos anarquistas.
Por ejemplo, hay que protestar por las dificultades que tienen los pobres para acceder a la educación a pesar de los crecientes esfuerzos para ampliar la cobertura, mejorar la infraestructura, implementar restaurantes escolares —que funcionan hasta en vacaciones— y darles subsidios a las familias con la condición de mantener a sus hijos estudiando. Triste y peligroso síntoma el que algunos padres solo envíen a sus hijos a estudiar si el Estado se los alimenta y les paga. Por otra parte, la violencia les impide a muchos estudiar por las llamadas ‘fronteras invisibles’, y muy pocos consiguen cupo en las universidades públicas por su mala preparación, a pesar de que esos cupos deberían ser prioritariamente para los realmente pobres y no para quienes pueden pagar. Un claro ejemplo de subsidios estatales que no van a manos de los más necesitados.
Hay que protestar por el mal uso que se le da a la Internet, esa mina de información que es desperdiciada jugando, chateando, bajando música y accediendo a pornografía, principalmente. Hay estudios que muestran que esta herramienta, en Colombia, es usada en más de un 80% en entretenimiento y solo un poco más de 10% en educación y productividad. Ni las miles de novelas que se consiguen gratuitamente en la red —aunque violando derechos de autor— han logrado incrementar el índice de lectura en el país.
Hay que protestar por la frivolización de los medios de comunicación, que de fomentar nuestra identidad cultural pasaron a ser agentes de la inmoralidad, la chabacanería y el mal gusto. La televisión se especializó en melodramas de narcos y prostitutas que resultan perniciosos para un pueblo que carece de bagaje intelectual para asimilarlos. En las emisoras radiales se tratan temas vulgares a cualquier hora del día y en el lenguaje más ruin. Y la prensa escrita entró en la onda de ofrecer “lo que la gente pide”, o sea todos esos temas que despiertan interés malsano además de banalidades sin importancia.
Hay que protestar porque en Colombia ya no hay medios de comunicación con carácter educativo que tanto bien le hicieron al país en el pasado, cuando había cursos de bachillerato por radio y franjas de televisión educativa en los canales nacionales. Hoy tenemos un canal ‘cultural’ y varios canales universitarios —como el Canal U, en Medellín, y el canal universitario nacional Zoom— que, paradójicamente, compiten con lo mismo de los demás canales: magazines, entrevistas y musicales.
Hay que protestar por la proliferación de bares y discotecas en las cercanías de las universidades y por la venta de drogas al interior de las mismas; por el escaso uso que las comunidades les dan a las bibliotecas que se han venido construyendo en varias ciudades del país; por la falta de preparación de los docentes sindicalizados de Fecode, que no se dejan evaluar ni capacitar…
En fin. La educación en Colombia es de una calidad espantosa. Los jóvenes de hoy apenas escriben y no entienden lo que leen, son analfabetas funcionales. Y su analfabetismo matemático es peor aún. Pero nada de esto tiene que ver con el satanizado tema del ánimo de lucro ni con los supuestos planes de privatización.
(Publicado en el periódico El Mundo, el 12 de septiembre de 2011)
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