Ecos de las elecciones del 30 de octubre

En las elecciones presidenciales de 2010, Gustavo Petro solo obtuvo en Bogotá 241.834 votos, luego de que Antanas Mockus capitalizara los votos de la izquierda, alcanzando 774.215 sufragios en la capital. Ante ese fracaso, Petro afirmó que no competiría por la Alcaldía de Bogotá, a la que Samuel Moreno Rojas, en las elecciones de octubre de 2007, accedió con 915.769 votos, que son poco menos de los conseguidos por Petro y Mockus, juntos, el año anterior.

Pero Petro sí se lanzó a la Alcaldía. Para eso tuvo que armar un partido ‘nuevo’, el Progresista, con el fin de despojarse del lastre de corrupción e ineficiencia que carga el Polo Democrático Alternativo tras llevar a la capital a la peor crisis de su historia. En realidad, lo único que hizo fue cambiar de ropaje porque, en esencia, el Polo y el Progresista son lo mismo. Entonces, ¿por qué ganó Petro? La lectura es muy simple: principalmente porque los votantes de izquierda son fieles y disciplinados, de un activismo comprometido. Y si vemos con cuidado los datos podríamos concluir que en la capital hay cerca de 700.000 electores fijos que sufragan por corrientes de izquierda, a los que eventualmente se suman votos de opinión.

Son esos electores disciplinados de izquierda los que acaban de llevar a Petro al segundo cargo del país, otorgándole 721.308 votos (32,16%). Ellos entienden que dividirse es perder y como las posibilidades de triunfo del candidato oficial del Polo eran escasas, solo 32.300 personas (1,44%) ‘botaron’ el voto yéndose con Aurelio Suárez. Entre este y Petro apenas pasan de tres cuartos de millón de votos, lo cual sigue estando lejos de la votación de Samuel Moreno. En cambio, la centro-derecha se dividió de manera irreconciliable y suicida, por lo menos entre cinco candidaturas que no representan visiones de ciudad muy distintas sino apetitos burocráticos propios. El hecho es que entre Peñalosa (559.307), Parody (375.574), Galán (284.989), Luna (93.463) y Castro (10.509) suman más de un 1.3 millones de votos que llegan casi a duplicar la votación de Petro, con 602.534 votos más.

Lo anterior es, sin duda, una nociva y mortal dispersión que no hace más que confundir a los electores, a lo que hay que agregar que el 52.6% de los bogotanos no acudieron a las urnas y de quienes sí lo hicieron, el 67.84% no votaron por Gustavo Petro. Luego, ¿a razón de qué viene el ‘Comandante Aurelio’ a lanzar un discurso de corte presidencial en el que hasta se atrevió a indicarle al presidente Santos que su triunfo es casi un reclamo de que debe hacer la paz con las Farc? ¿En realidad creerá Petro que un triunfo alcanzado gracias a las circunstancias es un mensaje de reconciliación que representa un gran cambio para el país? Si eso es lo que cree, significa que no va a dedicar sus energías a solucionar los problemas de Bogotá sino a incidir en la política nacional, con lo que continuará el sufrimiento de los capitalinos.

Ya Petro dijo que no se lanzará a la Presidencia en el 2014 pero también había dicho que no se iba a lanzar a la Alcaldía. Sea en el 2014 o en el 2018, es obvio que Bogotá es solo un trampolín. Por fortuna, en el resto del país la izquierda es casi inexistente, por lo que es virtualmente imposible que un guerrillero envuelto en un manto de impunidad llegue a la Primera Magistratura, no importa lo bien que le vaya en la capital.

Otro tema interesante que se deriva de estas elecciones regionales es lo que algunos tildan de gran derrota del expresidente Álvaro Uribe, cosa absolutamente fantasiosa. De hecho, el Partido de la U sigue siendo el partido de mayor votación en el país, y el expresidente es su principal figura. El asunto hay que verlo en su contexto. La caída del bipartidismo tradicional incluyó también el derrumbe de las anteojeras que le impedían al elector mirar a los costados. La ‘disciplina para perros’ de liberales y conservadores, obligados a votar solo rojo o solo azul, sin conocer nombres ni propuestas, pasó al olvido hace rato. Hoy lo más común es que la gente vote por combinaciones de la más diversa estirpe sin que ello signifique un conflicto de identidad. La proliferación de múltiples y variadas alianzas ha engendrado un notorio gusto por la política ‘crossover’, en la que cualquier paleta es válida para quien elige libremente: un gobernador verde, un alcalde liberal, un concejal de la U, un diputado conservador, un edil de Cambio Radical, etc.

Otra de las consecuencias más claras es que los votos no son endosables, ni estando pegados de maquinarias ni tampoco estando pegados de la estimación hacia un personaje como el expresidente Uribe. Es decir, por buena imagen que tenga esta no es suficiente para ayudarle a obtener el triunfo a figuras prácticamente desconocidas para la opinión pública como Carlos Mario Estrada y Federico Gutiérrez. Téngase en cuenta que tampoco César Gaviria pudo montar a su candidato a la Alcaldía de Pereira ni Horacio Serpa dejar sucesor en la Gobernación de Santander. Asimismo, la ‘casa Suárez’, que domina el Municipio de Bello desde hace 20 años, se quemó en la tarea de ganar sin rivales. El voto en blanco ganó por primera vez en Colombia por mayoría, lo que obliga a repetir la votación con nuevos candidatos.

Y hay más casos. El Alcalde de Rionegro (Antioquia) Alcides Tobón Echeverri, que ha recibido múltiples premios y nominaciones por su gestión, no pudo elegir a su preferido. A su vez, el poderoso gobernador Fajardo, que arrasó con 922.403 votos (49.44%), apenas nombró a cuatro de los suyos (tres verdes y uno de la ASI) entre 26 diputados a la Asamblea de Antioquia, y tampoco logró imponer a Rosa Acevedo en Itagüí, a pesar de que participó activamente en esa candidatura.

Enilse López, ‘La Gata’, tampoco pudo nombrar a su candidato en su propio pueblo, Magangué (Bolívar); y Juan Carlos Martínez, el exsenador que dice que es más rentable una alcaldía que un embarque (de coca), nombró cuatro gobernadores a expensas de una maquinaria poderosa, pero su intención era poner decenas de candidatos entre alcaldes y gobernadores. Un último dato: el senador Jorge Enrique Robledo, quien el año anterior obtuvo la tercera votación más alta para el Senado con 152.936 votos, apenas pudo transferirle poco más de 30.000 (como ya vimos) a su amigo  Aurelio Suárez. Y eso es bueno, significa que en la intimidad del cubículo, el elector, bien o mal, vota como le da la gana.

Sin embargo, así como Petro convirtió en triunfo su derrota de hace 15 meses, el que crea que Uribe y sus ideas están aniquilados se puede llevar una sorpresa mayúscula, sobre todo si continúa el deterioro del orden público y se entra en un apaciguamiento con las guerrillas que favorezca la impunidad. La realidad es que el uribismo seguirá siendo mayoría en Colombia por mucho tiempo.

(Publicado en el periódico El Mundo, [en dos entregas] los días 7 y 21 de noviembre de 2011)

Posted by Saúl Hernández

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