Repetir que en Colombia hay sectores empeñados en hacer ver el gobierno de Uribe como el más funesto de todos los que se tenga recordación, es llover sobre mojado. Hasta hay quienes se desvelan por hacerlo ver como un presidente del montón, con una obra de gobierno deleznable, como en esa apócrifa clasificación de presidentes de Colombia que publicó la revista Semana, en la que Uribe aparece en lugares secundarios.
Por eso no es de extrañar que columnistas de la importancia de Antonio Caballero, caigan en los mismos lugares comunes de personas que por intereses meramente ideológicos difaman al gobierno anterior. Una cosa son las opiniones –todas respetables aunque no se compartan, siempre y cuando se enmarquen en unos criterios mínimos de sindéresis– y otra cosa es servirse de datos artificiosamente esbozados con el fin de hacer daño.
En su columna titulada “Cuentas macabras” (Semana, 26-03-2011), Caballero dice lo siguiente: “La Unidad Nacional de Fiscalías para la Justicia y la Paz publica otra cifra, todavía más espeluznante: en cuatro años, de junio de 2006 a diciembre de 2010, los paramilitares en teoría «desmovilizados» y sus sucesores de las púdicamente llamadas «bandas criminales» (neoparamilitares en colaboración con elementos de la fuerza pública) han cometido 173.183 homicidios”. Y se apoya en otro ‘formador de opinión’ de su misma raigambre para exagerar el asunto: “El columnista Alfredo Molano hace en El Espectador una cuenta macabra: si todos esos muertos hubieran sido fusilados en hilera, la fila de cadáveres tendría ciento setenta y tres kilómetros de largo”.
Ya Molano había incurrido en la misma falacia. En una columna titulada “¿Y entonces qué?” (El Espectador, 16-01-2011), dice: “Según El Espectador, la Fiscalía General de la Nación ha documentado 173.183 casos de homicidio (…) cometidos por paramilitares entre junio de 2005 y diciembre de 2010. Es decir, en los últimos cuatro años de la Seguridad Democrática. El país no se ha dado cabal cuenta de la tragedia que hemos vivido. La cifra sólo de homicidios casi iguala a la que los estudiosos de la violencia en Colombia (1946-1962) han establecido para esos monstruosos años: 200.000 muertos”.
Pero resulta que ambos son unos mentirosos redomados e impúdicos, y no los únicos, por supuesto. Lo que dice la Unidad Nacional de Fiscalías para Justicia y Paz (ver la página www.fiscalia.gov.co/justiciapaz/index.htm) es que esa unidad especial, desde que inició funciones en 2005 hasta el 1 de diciembre de 2010, documentó ese número de homicidios, los cuales fueron confesados por los desmovilizados (Ver cuadro).
Esa Unidad aclara que “los casos documentados son atribuibles a grupos de Subversión y Autodefensas”; que “los casos documentados atribuibles a las Autodefensas ocurrieron antes de la desmovilización Colectiva de los respectivos Bloques”; y que “los casos documentados atribuibles a la Subversión ocurrieron antes de la desmovilización Individual de sus Miembros”. Es decir, estamos hablando de crímenes cometidos del 2005 hacia atrás, y no solo por parte de paramilitares.
La mala intención es evidente. Un individuo de la inteligencia de Antonio Caballero no se pudo haber equivocado tan gravemente de buena fe. Esa cifra de 173.183 homicidios en cuatro años equivale a 43.295 crímenes anuales y a 118 diarios. Ni siquiera en la peor época del narcoterrorismo se llegó a 40.000 asesinatos en un año, menos ahora que se ha bajado a un promedio anual de 15.000. Solo a mentes macabras se les ocurriría decir que en el segundo periodo de Álvaro Uribe hubo una masacre como la de Bojayá (de 119 muertos) todos y cada uno de los días, y que esas 1.460 masacres de las que “El país no se ha dado cabal cuenta” fueron cometidas “en colaboración con elementos de la fuerza pública”. Ante semejantes falsedades, ¿los lectores de estos medios no se merecen una excusa?
(Publicado en el periódico El Mundo, el 4 de abril de 2011)
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