Hace pocos días se difundió la noticia de que las Farc secuestraron a 13 menores de edad en el Putumayo, un hecho improbable porque las Farc no secuestran. La realidad nos dice otra cosa: se trató de un reclutamiento de menores voluntario, claro está, y de carácter altruista, como son todos los actos de la subversión.

De hecho, son injustas las críticas que el escritor Andrés Candela hace de un telerreportaje del periodista (?) francés Roméo Langlois, cuando afirma que «en las imágenes se ven niños que la guerrilla ha sometido a su antojo, y de esto no hay una sola denuncia, (Langlois) simplemente le vende al público francés la idea de una guerrilla benévola y caritativa con los niños del campo (…), pero las Farc no son los santos de la alfabetización que dicen ser en el reportaje (EL TIEMPO, 27/5/12)».

Charles Taylor, expresidente de Liberia, acaba de ser condenado por el Tribunal Especial para Sierra Leona a 50 años de prisión por crímenes de guerra y contra la humanidad, incluyendo el reclutamiento de niños que fueron convertidos en soldados para cometer toda clase de atrocidades con el fin de mantener una guerra civil en el país vecino, que le permitiera a Taylor enriquecerse con la explotación de los ‘diamantes de sangre’.

Thomas Lubanga, líder rebelde del Ejército de Liberación del Congo, fue condenado por la Corte Penal Internacional en marzo —en la primera sentencia de ese tribunal— por reclutar menores y usarlos como soldados de sus milicias. Según la acusación, los menores eran obligados a participar activamente en hostilidades, así como a realizar tareas domésticas y a cumplir labores de guardias de seguridad. Y las niñas, en particular, eran convertidas en esclavas sexuales de los comandantes. Como quien dice, cualquier parecido con las Farc…

Elda Neyis Mosquera, alias ‘Karina’, la sanguinaria exguerrillera de las Farc, ha confesado el reclutamiento forzado de 108 menores entre 1998 y el 2006, muchos de los cuales murieron en combate en tanto que otros fueron fusilados por razones absurdas (¿habrá alguna que no lo sea?) como considerarlos ‘infiltrados’ del enemigo —a pesar de que estaban ahí contra su voluntad—, comerse un plato de lentejas sin permiso, cometer intento de fuga o por «desmoralización», que es una forma edulcorada de decir que no servían para matar.

En Colombia se cuentan por miles los niños que han sido reclutados para la guerra, la mayoría robados de sus casas o sus escuelas. Otros, seducidos con ofertas de dinero que casi nunca se cumplen. Todos, amenazados en sus vidas y en las de sus parientes. Entre el 2002 y agosto del 2011 se entregaron voluntariamente 3.220 menores de edad que desertaron de grupos guerrilleros, y 2.345 menores se desmovilizaron colectivamente con los bloques de las Auc.

La cifra exacta de menores muertos en combate y/o fusilados no se conoce. Tampoco la de combatientes adultos que han pertenecido desde niños a grupos armados ilegales. Pero estudios de Unicef y Human Rights Watch conjeturan que uno de cada cuatro combatientes de los grupos irregulares es menor de 18 años y que la edad promedio de reclutamiento forzado es de entre 12 y 14 años. Un informe de la ONU asegura que las Farc llevan un censo de menores para luego reclutar a los mayores de 8 años.

Tan solo por este horrendo crimen, las Farc no podrían acceder a las gabelas contenidas en el mal llamado ‘Marco para la Paz’. Como en los casos de Taylor y Lubanga, a la CPI le sería imposible ignorar tanta impunidad y dejar pasar a los cabecillas de las Farc —en limosina— de las sabanas de Barinas al Capitolio Nacional. Ahora, en un video de Langlois, una madre adolorida asegura haber reconocido a su hija, secuestrada hace 14 años por las Farc. Apenas una entre miles de vidas robadas y esclavizadas para la guerra que no pueden quedar impunes.

(Publicado en el periódico El Tiempo, el 5 de junio de 2012)

Posted by Saúl Hernández

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