Siempre he tenido la certeza de que Francisco Santos tendría mayores opciones de ganarle la contienda por la Presidencia a su primo hermano doble, don Juan Manuel. Pero, al mismo tiempo, que Óscar Iván Zuluaga está mejor preparado. Francisco es más político; Óscar Iván, más técnico. Francisco, más emocional; Óscar Iván, más racional. Eso mismo se vio en la convención del Centro Democrático, y aunque todos comparten los argumentos de Pacho, se notó que lo suyo podría ser más una mirada al pasado, cobrando la traición de su primo, mientras que Zuluaga planteó opciones de futuro.
Entiendo que Francisco Santos está molesto. Siente que le sacaron la candidatura del bolsillo, que en un escenario de consulta partidista se habría impuesto sobre Zuluaga y Carlos Holmes Trujillo. Si nos remitimos a esos cálculos, deberíamos retroceder un poco más y recordar también que, malévolamente, se mencionó que la captura de Luis Alfredo Ramos era un favor para Pachito, pues gracias a ello sacaba del camino al caballo favorito de la consulta. Sea como fuere, muchos dudamos que una consulta tan proclive a la contaminación arrojara un resultado óptimo para un partido en formación y en un país con escasa cultura política. Lo más seguro es que habrían sido los militantes de los otros partidos los que hubieran inclinado la balanza a favor del caballo cojo, o sea del contenedor menos opcionado de los tres y, ahí sí, adiós Helena.
Por eso, la alternativa más adecuada para el momento político era la convención. Lástima, sin embargo, que el Centro Democrático haya permitido generar dudas sobre la nominación de Óscar Iván Zuluaga por culpa de su desorganización y falta de rigor, y que apenas casi una semana después se conozcan con toda precisión los resultados de unas votaciones que debieron quedar prístinamente expuestos desde el momento mismo de la divulgación del resultado. Sin duda, eso puede generar un grave malestar en una vertiente muy caudalosa del CD y podría desembocar en decisiones catastróficas, como sería la de que Santos decida irse por su cuenta, dividiendo al uribismo. No puede pasarse por alto que Pacho llegó a la convención precedido por una encuesta que lo daba ganador sobre Juan Manuel, mientras que el doctor Óscar Iván aún es un desconocido para la mayoría de los colombianos, realidad que de no verse superada antes de las elecciones del Legislativo terminará por poner en calzas prietas su candidatura.
No obstante, creemos que ello no va a ocurrir. Por el contrario, hay que considerar que la ponderación, la mesura y la prudencia que, en términos generales, han caracterizado la carrera política del ciudadano Zuluaga son un verdadero activo que lo convierten en un candidato sin tacha, cuya pulcritud no puede ponerse en duda. Pero eso no es todo, sus conocimientos y su preparación serán fuente de un discurso con sustancia que irá calando poco a poco en las mentes de los colombianos y que sin duda hará recordar la gesta del propio Uribe en la campaña del 2002, cuando demostraba su entendimiento de todos los temas y del país, apoyando cada argumento en datos exactos manejados de memoria.
Lo importante de todo esto es resaltar que por primera vez en mucho tiempo, un partido en Colombia se inclina por las ideas y no por las personas. Zuluaga tiene suficiente bagaje intelectual como para sugerir que Uribe sería, en su gobierno, el poder detrás del trono, cuando lo que estará en el centro del poder será la coherencia y el respeto por unas ideas claramente establecidas, y cuando Uribe irá al Senado donde tendrá un escenario más que propicio para el debate y la confrontación ideológica con toda la apertura que lo caracteriza.
No es aventurado asegurar que en los debates presidenciales de los próximos meses, el candidato Óscar Iván marcará distancias muy manifiestas con los demás aspirantes, incluyendo al candidato-Presidente, si es que se arriesga a participar en los debates a pesar del rechazo de las mayorías. Ahí veremos el empaque de Zuluaga, una mezcla de hidalga fineza y sólido intelecto que conquistará a los colombianos con las propuestas más razonables.
Es indudable que Pacho Santos también habría sido un gran candidato, pero le cuelga el sambenito de ser un Santos en un país que ya no cree en ellos. Ojalá entienda que no nos sirven los cismas y que su papel ahora es ponerse al frente de esta campaña que es —como diría Álvaro Gómez, asesinado hace 18 años por estas calendas— un gran esfuerzo por la salvación nacional.
(Publicado en Periódico Debate, el 4 de noviembre de 2013)
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