El problema no es talar el túnel verde de la entrada a Envigado. Ese ‘túnel’ no es una formación natural sino el resultado de la siembra de árboles realizada, en los últimos veinte o treinta años, por parte de las administraciones municipales, no de esas personas que ahora protestan y que, seguramente, jamás han sembrado un árbol en su vida.
El asunto verdaderamente perverso va por otro lado, y se trata del estilo, que ha hecho carrera, de ejecutar obras públicas a la brava, como sea, pasando por encima de todo. Y no siempre se trata de obras necesarias, significativas o de esas que resultan revolucionarias y mejoran la vida de la gente, sino de tonterías que alimentan el ego de los dirigentes y el bolsillo de los contratistas.
La idea inicial del Metroplús de Envigado, era subirlo por la canalización de la quebrada La Ayurá, partiendo de la estación, del mismo nombre, del Metro. En Itagüí, la idea era similar, subiendo por el margen de la quebrada Doña María. En ambos casos, se creaban nuevas centralidades y se cumplía con el propósito de alimentar el Metro en vez de competir con él.
Sin embargo, a algún funcionario se le ocurrió que era mejor pasar el Metroplús por las vías principales de estos municipios, para tener más usuarios, aunque fuera en detrimento del Metro, cuyo uso viene en caída, según reportes. Así las cosas, la lenta construcción de estos sistemas, en zonas muy vitales, ha sido nefasta para los comerciantes, muchos de los cuales han terminado en la quiebra.
De otra parte, la implementación de una línea de Metroplús entre Medellín y Envigado, donde hay una excelente oferta de transporte público, causará un grave deterioro de la Avenida El Poblado, que es, fácilmente, la vía urbana más bella del país. Esto no solo por la tala de árboles sino porque el Metroplús —como todos los sistemas BRT (o Bus de Tránsito Rápido, por su sigla en inglés)— es tremendamente invasivo: con sus carriles exclusivos y estaciones en el separador central, termina convirtiéndose en un muro divisor que separa para siempre los sectores que cruza, razón adicional por la que no debería hacer recorridos largos, paralelos al Metro, sino cortos, hacia sus estaciones, para alimentarlo.
Además, aunque los buses de Metroplús son a gas, no se trata de un combustible totalmente limpio. Por eso deberían privilegiarse los tranvías, operados con electricidad, como el que se construye en el centro oriente de Medellín (calle Ayacucho) y el que está proyectado para la Avenida 80. No obstante, la actual construcción del tranvía ejemplifica, una vez más, los evidentes atropellos a la comunidad que ya son comunes en la ejecución de obras en la ciudad ‘más innovadora del mundo’ y sus municipios vecinos.
Las propiedades que se necesitan demoler para ejecutar una obra son pagadas muy por debajo de su valor comercial, y sus propietarios, gente pobre, por lo general, son desalojados a su suerte pues el valor estipulado, de forma despótica y unilateral, se les cancela 6, 8 o 10 meses después. Así ha ocurrido en la construcción de obras como la biblioteca España, donde no hay libros ni lectores; el insulso Parque del Bicentenario, con su costosa ‘pantalla de agua’; el tranvía de Ayacucho, en plena ejecución, y el puente Santa Laura, cuya compra de predios ya empezó.
La paradoja es que los desplazados por esas obras sufren un doble perjuicio pues les pagan mal por sus propiedades y, al ser desarraigados, terminan sin poder disfrutar los supuestos beneficios de la obra. Además, quien no está vendiendo por gusto sino por obligación, debería gozar de un resarcimiento que compense su sacrificio.
Y todo es a la brava. En Envigado, la administración ha pretendido tumbar una manzana completa de un barrio para hacer un parque, así porque sí, como por inspiración divina. Y, cerca del ‘túnel verde’, quiere transformar una casa finca en un parque público que la comunidad rechaza a sabiendas de que terminará convertido en una plaza de vicio, sin que nadie pueda hacer nada.
Cercenar árboles es una decisión muy lamentable, pero no es la peor de las consecuencias que se derivan de esas obras inconsultas que hacen con nuestro dinero.
(Publicado en el periódico El Mundo, el 26 de junio de 2013)
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