Con motivo del vigésimo aniversario de la muerte del futbolista Andrés Escobar, asesinado en Medellín en hechos que, a diferencia de la gran mayoría de crímenes de personajes importantes, se pudieron esclarecer por completo, muchos medios de comunicación han planteado la tesis de que este crimen se quedó en la impunidad. Esto, a pesar de que el asesino purgó 11 años de detención intramural.
Lo más curioso es que esos mismos medios respaldan plenamente el clima de impunidad en que se desarrollan los tales diálogos de La Habana, los cuales convertirán la justicia en “trabajo social”, como propone el fiscal de bolsillo Alejandro Montealegre, dejando los peores crímenes que se han cometido en este país, ahí sí, en pura impunidad.
Sin embargo, no puede desconocerse que tenemos un garantismo judicial aberrante y que el caso de Escobar resulta ilustrativo de la debilidad de nuestra justicia. Por eso quiero compartir apartes de una columna titulada ‘La justicia va de mal en peor’, que escribí en octubre de 2005, cuando el asesino de Andrés fue liberado, para explicar por qué un individuo condenado inicialmente a 43 años de prisión quedó libre solo 11 años después, cosa que ocurre prácticamente en todos los casos, casi sin excepción. Aquí va:
«El caso del crimen de Andrés Escobar es representativo del grave estado de la justicia en Colombia porque a diferencia de otros casos sonados, en este sí se pudo determinar la culpabilidad pero eso no ayudó a evitar que quedara impune. A pesar de ser un suceso de amplio conocimiento y difusión, los hermanos Gallón Henao salieron indemnes aun cuando el tribunal pudo establecer con claridad que Muñoz Castro disparó contra Escobar en medio de un alegato, y sin saber quién era, sólo para congraciarse con sus patrones. Porque, de hecho, para eso es que algunos tienen escoltas, para que se ensucien las manos por ellos.
»De ahí en adelante, lo que actuó fue el arsenal de impudicias del Código Penal: Muñoz Castro, condenado inicialmente a 43 años de prisión, termina pagando 11 e, incluso, cuando recibe la boleta de libertad está disfrutando en la calle de tres días de permiso extramuros. ¿Cómo es posible esta aberración? A mediados de 2001 entraron a regir los nuevos códigos Penal y de Procedimiento Penal, los que el Congreso reformó, atenuando las penas, con el argumento de que los largos castigos establecidos no eran cumplidos efectivamente por los penados, que era mejor tener penas cortas pero efectivas.
»Para colmo, la medida se aplicó con retroactividad porque favorecía a los delincuentes, cuando es al revés jamás se aplica en perjuicio. Así, la condena del asesino bajó a 26 años. A eso le incluyeron rebaja por la visita de Juan Pablo II, en el lejano 1986, por lo que es de desear que jamás un Papa vuelva a pisar tierra colombiana. Además, le descontaron la tercera parte por el embeleco de un supuesto trabajo, que puede ser el de barrer un corredor, o por estudiar, cuando no se sabe ni leer. Para acabar el adefesio, se da libertad a cualquiera tras tres quintas partes de pena cumplida, para lo cual un juez certifica la buena conducta hasta del demonio, eso no se le niega a nadie.
»Sin embargo, los jueces aducen que ellos no tienen culpa alguna en este entuerto, que ellos se limitan a aplicar las leyes que fabrican en el Congreso, y lo que es evidente es que esas leyes parecen expedidas por maleantes y no por legisladores. Bueno, no es un secreto que el Congreso se ha caracterizado por tener los más grandes cacos del país. Lo único cierto de todo es que un asesino no debería tener ni un minuto de rebaja de pena, eso es para el que se roba una gallina o una libra de panela».
Hasta ahí. Para concluir, rememoremos que, en ese entonces, el hoy ministro de Justicia Alfonso Gómez Méndez, adujo que no había que rasgarse las vestiduras por la liberación de Muñoz Castro cuando a los paramilitares se les iba a perdonar delitos de lesa humanidad. Pues no, no se les perdonaron, pero el Gobierno actual sí se los va a perdonar a las guerrillas con la bendición hipócrita de tantos sofistas que no miden con el mismo rasero delitos iguales y que son los culpables de que haya impunidad hasta en los casos en que hubo un proceso y se dictó una sentencia.
(Publicado en el portal del Centro de Pensamiento Primero Colombia, el 4 de julio de 2014)
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