paz-ssEl pasado 21 de julio se cumplieron los ocho años de pena máxima contemplada en la Ley de Justicia y Paz, ocho años de cárcel efectiva para 1.147 cabecillas del paramilitarismo (según el Fiscal General [VER AQUÍ]; o 4.163, de acuerdo con otras fuentes) que ya pueden pedir su boleta de libertad para reinsertarse a la sociedad. Algunos encontrarán trabajos decentes, otros se sumarán al ejército de vendedores de semáforo, o a los que trabajan mínimo una hora a la semana y, según el Dane, son empleados, pero muchos retornarán a lo único que saben hacer, delinquir.

Es cierto que ocho años no son nada para los crímenes que cometieron, pero son muchísimo más que los cero días de cárcel que pagarán los bandidos de las Farc, a quienes se les siguen haciendo todo tipo de concesiones a pesar de las barbaridades que cometen a diario. No importa que hayan derramado 10.000 barriles de crudo, tan solo en Putumayo, en los últimos dos meses [VER AQUÍ]; que sean los terroristas que, según la ONU, reclutaron a más menores de edad en el 2013 (no sobra decir que por la fuerza); o que una niña de 3 años haya muerto en uno de sus más recientes actos de terror, en Arauca [VER AQUÍ]. Claro, es que “solo la irracionalidad de un magnicidio haría inviable la continuidad del proceso”.

¿Cómo es posible que el Gobierno tenga el cinismo de pedir un “cese inmediato” del fuego en Gaza en tanto es indiferente a las brutalidades de las Farc? [VER AQUÍ] ¿Acaso por el prurito de dialogar en medio del ‘conflicto’ nos tenemos que aguantar cualquier atropello? ¿Se puede dialogar con quien no da muestras de tener voluntad de paz?

Mientras se hablaba de paz en La Habana, las Farc volvieron con su impronta de terror y muerte a 50 municipios de los que habían sido expulsadas. Así, la tortuosa farsa de la paz prosigue su parsimoniosa marcha, dejando en el olvido la promesa de Santos de dividir los temas para alcanzar la meta más rápido. De hecho, ya no hay afán, se terminará este año y empezará el otro con la misma carreta. Por eso ahora entra en escena el circo de las víctimas, lleno de malabaristas, equilibristas, prestidigitadores y también de algunos payasos cuya función será la de ayudar a redimir a las Farc de toda culpa y achacarles toda la responsabilidad al Estado, a poderes transnacionales y a los ‘parapoderes’ de las oligarquías regionales.

De ahí que al discurso sobre la reparación de las víctimas se le pretenda dar todo el peso de la absolución de las Farc. El Gobierno quiere alinear a todo el mundo –literalmente, hasta trayendo expresidentes prepagos a hablar paja– en el cuento de que la justicia transicional es la única que puede tener cabida en un proceso de paz y de que en esta no tiene importancia el castigo de los victimarios, sino la reparación de las víctimas. Así la Corte Penal Internacional haya advertido que debe haber cárcel para los primeros.

Es por esto por lo que hasta bandidos como alias ‘Macaco’ aprovechan para pedir una “revisión” del proceso surtido con las Autodefensas por considerarlo “inconcluso” [VER AQUÍ]. Él aduce que podrían haber ayudado a desmontar el narcotráfico, que no se debió optar por la extinción de dominio sino por la reparación, y que en vez de sometimiento a la justicia habría sido mejor “un verdadero proceso de reconciliación y diálogo nacional”. Es decir, ahora los ‘paras’ están reclamando para ellos la misma impunidad que va a cobijar a las Farc. Al cabo, los cabecillas fueron extraditados y todavía les falta mucho tiempo para cumplir sus condenas.

Pero mientras las Farc persistan en evasivas como esa de que “las víctimas son víctimas del conflicto, y el Estado es el máximo responsable por acción o por omisión”, no recibirán el perdón de los colombianos.

(Publicado en el periódico El Tiempo, el 29 de julio de 2014)

Posted by Saúl Hernández

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