trabajadoresAhora que ha corrido un buen trecho del nuevo año y que se han echado en saco roto las promesas hechas al calor de las fiestas, resulta oportuno preguntarse si construir un mejor país depende de cada uno de nosotros o de fórmulas mágicas que al no funcionar nos dan pie a endosarles la culpa a otros.

¿Nos seguiremos quejando de la deficiente atención del sistema de salud? Cuántos de nosotros evitaríamos enfermar si cambiáramos algunos malos hábitos y nos responsabilizáramos de nuestras vidas. Se puede tener mejor salud dejando el alcohol y el tabaco, haciendo ejercicio tres veces por semana, caminando más o usando la bicicleta, controlando el peso y alimentándose sanamente. Ese infarto, ese accidente cerebrovascular, esa cirugía bariátrica, se pueden evitar. Se cosecha lo que se siembra. ¿Usted está cultivando un problema de salud para este año?

¿Nos seguiremos rasgando las vestiduras porque somos de los últimos en las pruebas Pisa? Si usted es de los que se leen menos de un libro al año, no se queje después de la mediocridad de sus hijos. Usted les da mal ejemplo. La culpa no la pueden tener unos maestros que ya perdieron hasta la autoridad: antes los padres reprendían a sus hijos delante del profesor, hoy reprenden al profesor delante de los hijos, y hasta le pegan. Estos niños buenos para nada llegan a la universidad sin saber matemáticas ni ciencias, sin suficientes competencias en lectoescritura y sin poder medio balbucear una segunda lengua. Luego culpan al Estado y creen que la solución es hacer paros para exigir más presupuesto. El estudiante es como un atleta, sin esfuerzo y exigencia no hay logros. El único camino es distraerse menos y estudiar más. El conocimiento no entra por ósmosis.

¿Qué tal la intolerancia? ¿Pondremos el grito en el cielo por el envenenamiento masivo de perros cuando ni siquiera somos capaces de recoger el excremento de nuestras mascotas? Muchos de los 5.000 asesinatos anuales atribuidos a intolerancia pueden haber tenido origen en cuestiones de menor trascendencia que se fueron acumulando hasta estallar como una olla express.

¿Nos vamos a seguir quejando por la contaminación? Muchos hinchan pecho dándoselas de defensores del medio ambiente. Sin embargo, pocos hacen separación de basuras, pocos han sembrado un árbol, pocos tienen comportamientos amigables con el ecosistema. Hay tareas sencillas como hacer uso racional del vehículo, apagar electrodomésticos que no usa o cerrar la llave mientras se enjabona. El reto es reducir la huella ecológica a la mínima expresión, aportar en vez de protestar.

¿Y el civismo? ¿Y la urbanidad? Sea puntual, respete las filas, no arroje basuras a la calle, no se cuele sin pagar en los sistemas de transporte, respete las celdas de estacionamiento para discapacitados, tenga respeto por la ley y sus representantes… ¡Qué mal augurio que en el país venga haciendo carrera el maltrato a los policías!

¿Seguiremos culpando al gobierno de la pobreza? No desperdiciemos otro año creyendo que la pobreza se elimina repartiendo el dinero de los ‘ricos’ o distribuyendo nuestras supuestas riquezas naturales. El recurso más importante de un país es la gente y su mentalidad, su cultura. Lamentablemente, en nuestro medio se confabulan muchos factores que empeoran la situación: el número de hijos en sectores deprimidos es un multiplicador de la pobreza; el embarazo adolescente incrementa la de por sí alta deserción escolar en los sectores más desfavorecidos; los bajos índices de ahorro y bancarización dificultan el emprendimiento productivo; las limosnas constituyen una caridad mal encauzada que solo sirve para sostener vicios; los subsidios públicos —otra suerte de limosna— generan apatía hacia el trabajo y convierten a las personas en dependientes del Estado que solo saben reclamar; la economía informal enriquece a unos cuantos y sume a muchos en la inopia…

No se puede esperar que la paz provenga de delincuentes redimidos como tampoco el progreso puede salir del sombrero de mago de algún político. Da grima oír las propuestas de muchos de los oportunistas que actualmente están en plena campaña. La realidad es que el progreso de un país está dado por la suma de los esfuerzos de todos sus habitantes. Un solo papel lanzado a la calle no tapona la alcantarilla, pero sumado a otros provoca inundaciones y tragedias. ¿Su aporte suma o resta? De todos depende tener un país mejor.

(Publicado en Periódico Debate, el 27 de enero de 2014)

Posted by Saúl Hernández

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