Al exguerrillero del M-19 René Guarín Cortés, se le acabó la farsa. Los restos mortales de su hermana, Cristina del Pilar, aparecieron en la tumba de otra víctima de la toma del Palacio de Justicia, María Isabel Ferrer. Fue llorada durante treinta años por otra familia mientras su hermano alentaba teorías conspiracionistas con notorios intereses políticos y económicos.

Y es que gracias a abogados y activistas con claro sesgo ideológico, se le dio un giro a la verdad y el Estado resultó siendo el culpable de ese acto de terror: el M-19 está en cargos de poder y los militares en la cárcel, y se han pagado millonarias indemnizaciones con dineros públicos.

Hace años se sabía que en la Fiscalía reposaban un número de restos de víctimas de ese holocausto que coincidían con el número de supuestos desaparecidos. Incluso, el director del Departamento de Antropología de la Universidad Nacional reveló que no había ‘desaparecidos’, que sus cuerpos —o restos— los tenía la Fiscalía sin saberse por qué no eran sometidos a análisis para verificar su identidad. De hecho, en el 2000 se estudió un cuerpo y se determinó que correspondía a Ana Rosa Castiblanco, dándole fin a la incertidumbre de su familia.

Los más serios indicios señalan que solo hay una persona desaparecida como fruto de ese acto brutal, la guerrillera Irma Franco, quien comprobadamente salió viva y cuyo paradero final se desconoce. En cambio, a diferencia de la historia que se le ha querido vender al país, los empleados de la cafetería murieron en el cuarto piso, adonde fueron llevados desde que empezó la toma.

Fue el exguerrillero Guarín quien inventó el cuento de que su hermana se ve salir viva en un video que en realidad corresponde a otra persona, lo que alentó a otros a hacer lo mismo. Por ejemplo, los familiares del administrador de la cafetería, Carlos Rodríguez, negaron durante años que lo reconocieran en video, pero de un momento a otro pasaron a identificarlo en una borrosa imagen que podría ser de cualquiera. Y sobre el magistrado auxiliar Carlos Urán se ha montado una novela a partir de una difusa imagen de alguien que sale cojeando, a pesar de que varios magistrados sobrevivientes señalaron desde la primera indagatoria —y lo han reafirmado— que él cayó asesinado en sus narices, dentro de la edificación.

Los tres cuerpos que ‘aparecieron’ la semana anterior afianzan la posición de que no hay desaparecidos, pudiéndose concluir que los sucesos del Palacio desbordaron la capacidad de las instituciones de la época, las cuales no lograron identificar muchos de los restos por su cantidad y por el estado en que se encontraban, totalmente calcinados. Además, no existían las pruebas de ADN con la precisión que se conocen hoy y la tragedia de Armero, ocurrida ocho días después, terminó de complicar las cosas porque restos con gangrena fueron a parar encima de los restos de la toma, en la fosa común del Cementerio del Sur, por lo que esa sepultura se debió clausurar durante años.

Hoy se puede afirmar que los falsos desaparecidos del Palacio de Justicia están enterrados en tumbas con otro nombre o en poder de la Fiscalía y Medicina Legal, donde conservan los restos que fueron exhumados hace años de la mencionada fosa común. Y los errores en las tumbas deben ser muchos si nos atenemos al testimonio del exministro Carlos Medellín, a cuya familia Medicina Legal quiso entregarle cualquier NN sin comprobar que fueran los restos de su padre: “En medio de la angustia, las familias aceptaban cualquier cosa”.

Una muestra es que en la tumba del magistrado Pedro Elías Serrano reposan unos restos con “útero no preñado”, que corresponderían a Norma Constanza Esguerra, una proveedora de la cafetería que figura entre los “desaparecidos”. Esto lo saben los deudos desde hace varios años, pero parece que para ellos lo que está en juego no es la verdad sino muchísimo dinero.

La familia de María Isabel Ferrer siempre dudó que ese cuerpo irreconocible fuera el suyo. Ya sabemos que era Cristina Guarín y que la enterraron la misma semana de la toma, lo que desmiente que hubiera salido con vida y fuera retenida, torturada y desaparecida. Pero ni su hermano, ni los colectivos de abogados de extrema izquierda y los supuestos defensores de los derechos humanos que lograron distorsionar la verdad, van a aceptar la desmitificación de la fábula que ellos mismos fabricaron. Sin embargo, el mito de los desaparecidos del Palacio, ha caído.

(Publicado en el periódico El Mundo, el 26 de octubre de 2015)

Posted by Saúl Hernández