Cuando los gobernantes no logran convencer a la mayoría acerca de la bondad de sus ejecutorias despliegan enormes campañas mediáticas a cualquier costo. Lo único que les importa es convencer a los incautos y cambiar la percepción de la opinión. Un ejemplo claro es Parques del Río, cuyas críticas son inmediatamente acalladas o negadas por la administración de Aníbal Gaviria. Veamos unos casos.
Hace unos meses se acrecentó la polémica por el cobro de peaje en las vías soterradas, a lo que la Alcaldía contestó con una verdad a medias, asegurando que esta administración no aplicará ese cobro. Lo que no explicaron es que no lo hará porque no le tocará inaugurar la obra. En diciembre, Aníbal no se aguantará las ganas de cortar una cinta o descubrir una placa, pero aun no habrá circulación de vehículos.
Lo cierto es que en los videos promocionales del proyecto se menciona el cobro de peajes, y el Director de Planeación de Medellín, Jorge Pérez —tal vez, el gestor intelectual de la obra—, ha expresado sin ambages que esas vías soterradas, dadas sus altas especificaciones, son para usarse bajo pago, o sea que atravesar la ciudad por el eje vial del Río —una vía de carácter nacional y la más importante arteria de la región metropolitana—, ya no será gratis.
Una prueba de ello es que se avanza en la creación de una sociedad entre el Municipio de Medellín, las Empresas Públicas de Medellín (EPM) e Interconexión Eléctrica S.A. (ISA), para el mantenimiento y la ejecución de todas las fases de Parques del Río a cambio de obtener la concesión vial por un periodo determinado. Eso significa que se va a cobrar peaje en las autopistas subyacentes, a menos que a alguien se le ocurra cobrar por entrar a los parques o subsidiar los gastos de esta faraónica obra con un sobrecosto de la energía o exprimiendo las utilidades de las EPM.
Claro que este no es el único equívoco. Ante las dudas que surgen por el peligro de inundación de las vías, la retórica municipal ha apuntado a significar que ello es imposible. De una parte, se aduce que un muro, de una profundidad muy superior al nivel freático, las separará del Río. De otra, que se contará con unas motobombas capaces de desalojar más agua por minuto que la de los peores aguaceros registrados en la historia de la ciudad. No se explica, en ese caso, hacia dónde se desalojará el agua si las alcantarillas están colmadas y el río mismo a tope. Y, mucho menos, por qué —si son tan buenos— no se han implementado estos equipos en los deprimidos existentes en la ciudad, que se inundan cuando hay lluvias fuertes.
Tampoco se han logrado disipar las dudas de los vecinos sobre el uso del parque. La administración municipal salió con el cuento de que se expediría un reglamento de uso —como el del metro— que garantice una buena convivencia en el lugar. No obstante, la realidad es que el espacio público en Colombia es tierra de nadie y la ley no tiene dientes para controlar nada. Los parques son invadidos por drogadictos, venteros, indigentes y delincuentes de toda laya, además de ciudadanos inconscientes que se creen con todo el derecho de hacer el ruido que deseen, arrojar basuras y destruir o llevarse el mobiliario y hasta las plantas. Esos parques están lejos de ser el sitio idílico que nos pintan en los avisos publicitarios, todo está dado para que sean ollas de vicio y escenarios de desorden y marginalidad.
Hasta el tema medioambiental presenta serios cuestionamientos. Parques del Río no puede ser un bosque semejante al que ya fue cercenado en el barrio Conquistadores, y a las áreas que se requieren talar a todo lo largo del proyecto, porque los árboles grandes tienen raíces profundas y en este caso el subsuelo estará ocupado por una autopista de siete carriles. Luego, ¿qué se puede sembrar encima? Solo jardines ornamentales, cuya biomasa es muy inferior a la de las especies que se están cortando. Por eso el reciente compromiso de sembrar 100.000 árboles en las laderas de la ciudad para morigerar en algo los efectos de este arboricidio.
En fin, no es gratuito que la mayoría de candidatos a la Alcaldía también tengan serias discrepancias sobre este embeleco.
(Publicado en el periódico El Mundo, el 6 de julio de 2015)
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