En este agitado inicio de año cobran vigencia varias de las vanas promesas que el Jefe de Estado hizo en el pasado, como esa de que podía firmar en piedra que no elevaría los impuestos, y la de que haría chillar a los ricos.

Bueno, o todos somos ricos o algo salió mal porque aquí vamos a terminar chillando todos. Dice Guillermo Botero (Fenalco) que en Colombia se está pagando un 70 por ciento de impuestos más que en el 2010, lo cual debe de estar espantando la inversión extranjera, que bajó 26,34 por ciento el año pasado, y desestimulando la producción. Cómo será que ni el dólar por las nubes ha impulsado las exportaciones: ¡en noviembre cayeron un 37,7 por ciento!

Si eso no les dice nada, ténganse fino. Hace cinco años, Juan Ricardo Ortega (ex-Dian) dijo que quien gana más de millón y medio de pesos al mes es un privilegiado al que “no se le puede decir rico porque se indigna”. Pues bien, les piensan clavar declaración de renta a los trabajadores a partir de esa ‘millonada’ de plata. Y eso no es todo.

Es un hecho que el IVA general va a subir al 19 por ciento (hay quienes hablan hasta del 21), además de que se plantea un IVA del 5 por ciento para cuadernos y libros –como para incentivar la lectura–, al igual que para los huevos, y del 10 por ciento para portátiles y tabletas, justo cuando se ha estado pidiendo quitarles el IVA a los ‘smartphones’.

Y esto no podría llegar en peor momento, justo cuando la inflación, la más alta de los últimos siete años (6,77 por ciento), está disparada y se comió en un parpadeo el aumento del salario mínimo, que fue del 7 por ciento. Para los sectores menos favorecidos, la inflación fue del 7,26 por ciento, y los alimentos superaron el 10, lo que ameritaría un ajuste del reajuste, como se hizo en el 2011. Pero la situación es más patética al comparar que mientras el aumento del 7 por ciento en el mínimo equivale a 45.000 pesitos, para los altos dignatarios del Estado (senadores, magistrados, etc.) representa más del millón y medio por el que las clases medias tendrán que declarar. Si eso no es inequidad, ¿qué es?

La deuda externa también está disparada. Su componente de deuda pública se incrementó en 5.600 millones de dólares en el último año, unos 18 billones de pesos al cambio actual; casi el triple del nuevo precio base de venta de Isagén, fijado en 6,4 billones. Y si el Gobierno es tan desparpajado para endeudarse, ¿por qué no recurre a créditos para apalancar las carreteras en vez de feriar un activo de semejante importancia estratégica para el país?

Ese absurdo es solo comparable con el de Empresas Públicas de Medellín, que, tras gastar 960 millones dólares en la chilena Aguas de Antofagasta –valorada, según analistas, en tan solo 290 millones de dólares (‘El Mercurio’, 24/4/15)–, acaba de adquirir un empréstito por mil millones de dólares para financiar sus inversiones del 2016 (?).

Es que nuestros recursos se manejan con desfachatez y el Gobierno termina vacunándonos para llenar el hueco insondable que ha dejado su derroche. Aquí los únicos que no chillan son los que tienen contratos a dedo con el Estado, sin mayor utilidad para el bienestar de los colombianos, como ‘frau’ Springer, los de las cortinas de Palacio (600 millones) o los beneficiarios de los ‘contratos de la paz’. ¿Qué tal la paginita web de la paz, que ha costado 1.740 millones de pesos? Y pensar que a una anciana le dieron un año de prisión por robarse unas salchichas.

Un mundo convulso vio el amanecer del 2016. La caída de la Bolsa en China, las fricciones entre Arabia e Irán y el desafío nuclear de Norcorea son suficiente motivo de preocupación. En lo interno, me conformaría con que el Niño sea más benévolo de lo que se espera.

(Publicado en el periódico El Tiempo, el 12 de enero de 2016)

Posted by Saúl Hernández

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