No sé a ustedes, pero a mí se me hace algo sobredimensionado el tema de los 15 años del Plan Colombia, que se ha pretendido celebrar en medio de una algarabía poco espontánea que ha instrumentalizado el tema –cómo no– a favor de la ‘paz’. Ya que el Papa no viene, bueno es Obama.

Y se cuenta una historia muy distinta a la que se recuerda. Si bien el expresidente Pastrana ha demostrado tener una gran sensatez –y dije ‘expresidente’–, cuando se desempeñó como primer mandatario de la Nación fue sumamente obsequioso con la guerrilla de las Farc y le permitió hacer y deshacer a sus anchas hasta que dio por terminada la zona de distensión del Caguán, ya en las postrimerías de su mandato. Aun así, he oído decir que el plan le permitió a Pastrana cambiar la correlación de fuerzas con las Farc y empezar a golpearlas militarmente… ¿sí?

Se recuerda que cuando Uribe llegó al poder, el 7 de agosto del 2002, no había con qué comprar botas para la Fuerza Pública, no había con qué echarles gasolina a esos camioncitos lecheros del Ejército, en que los soldados eran pasto seco para las guerrillas, y ni siquiera había para comprar las raciones de comida. Las Farc mandaban en casi medio país; los ‘paras’, en casi toda la otra mitad, y las autoridades no garantizaban la seguridad de nadie ni al frente de un batallón. En más de 500 municipios no había Policía, y los alcaldes ‘gobernaban’ desde las capitales.

Si el Plan Colombia hubiera sido tan determinante, no habría sido necesario que el gobierno de Uribe implementara el impuesto al patrimonio para poder financiar su política de Seguridad Democrática, con lo que se compraron las boticas, se tanquearon los camioncitos y se ordenaron las raciones. Además, se incorporó mayor pie de fuerza y se compraron helicópteros, aviones, tanquetas…

Es claro que los gringos dieron dinero, mucho dinero, y que son nuestros mejores aliados si los comparamos con una Europa que ayuda poco y critica mucho, pero ellos suelen cobrar como propios los éxitos y achacarles los fracasos a los demás. El Plan Colombia fue diseñado como un plan antidrogas, pero sin aceptar que las Farc eran ya el mayor cartel. Por eso los gringos no ‘prestaban’ los helicópteros del plan para darle ‘chumbimba’ a la guerrilla, y pasaron años antes de que lo permitieran.

Mientras tanto, la mayor parte de los miles de millones que los gringos nos ‘dieron’ pasaba de un bolsillo a otro del mismo pantalón. Ni bobos que fueran. Todo era ‘made in America’: los helicópteros, los aviones de fumigación, los pilotos, los asesores, el glifosato…

El país no salió de la lista de Estados fallidos por reducir hectáreas de coca y toneladas métricas de cocaína, sino por poner a correr a las Farc a su más profunda retaguardia, y eso lo pagaron los colombianos pudientes (los que tenían un patrimonio líquido superior a 170 millones de la época), convocados por el gobierno de entonces. Para ser claro, la voluntad política de Álvaro Uribe, de cumplir su promesa de campaña, fue más determinante que el Plan Colombia, el cual ayudó, pero no hizo el milagro que se le endilga.

Lo cierto es que el plan ha muerto y sus logros se echaron a la caneca: Colombia nada en coca y los narcoterroristas están a una firma de gozar impunidad y acceder al poder. Eso, a pesar de que Kerry le advirtió a Santos que debe haber barrotes y piyamas rayadas. Los 450 millones de dólares anuales que nos prometen no alcanzan para mayor cosa, y se quedarán en el mismo pantalón. Incluso, falta ver si los aprueban: los republicanos son mayoría y no le caminan a eso.

Una fiesta muy cara, mientras mueren niños de hambre en La Guajira y la economía hace agua por todas partes. ‘Agua’, en esta sequía.

(Publicado en el periódico El Tiempo, el 9 de febrero de 2016)

Posted by Saúl Hernández

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