Si hay algo que haya podido caer peor que la JEP, por estos días, es la consulta liberal. Algunos caraduras salen con el cuento de que la democracia es costosa y que es muchísimo más democrático que 700.000 personas elijan un candidato a que lo haga un sanedrín a puerta cerrada. Pero esas son verdades de Perogrullo que no justifican echar 40.000 millones a la basura (más 3.254 millones por reposición de votos) en un país con tantas carencias.

La cosa salió mal por donde se mire. Cómo será que De la Calle obtuvo menos votos que las firmas necesarias para inscribir a un candidato independiente, y lo peor es que, después de cinco años de exposición en los medios como ‘el hombre de la paz’, solo cuenta con el apoyo del 1 por ciento del censo electoral, mientras que el partido en sí apenas convoca al 2,12 por ciento. Para algunos, esa debacle condena a De la Calle a ser vicepresidente de Fajardo y no al revés, pero otros aseguran que el haber realizado consulta lo obliga a ser candidato presidencial e ir hasta el final.

Como sea, la consulta dejó esa candidatura bien hundida, y para entrar en la pelea por la presidencia van a necesitar engrasar las maquinarias con mucho billete para comprar la elección como ocurrió en el 2014, según ha venido a reconocerlo Armando Benedetti en su desespero por librarse de una condena por corrupción que se ve venir. Lo curioso es que su confesión no ha tenido mucho eco, como si se tratara de algo tan notorio que ya no importara.

Lo cierto es que los dineros oficiales, y la plata mal habida de las Farc, van a ser decisivos en las elecciones que se avecinan para que la extrema izquierda logre montar su gobierno de transición, no sea que el acuerdo Farc-Santos termine vuelto trizas incluso por parte de quienes siempre apoyaron el proceso pero que hoy tratan de darles vuelta a algunos detallitos, como ese de que quienes hayan participado en la defensa de terroristas de las Farc no puedan ser magistrados de la JEP o de que los que hayan cometido delitos sexuales contra menores vayan a la justicia ordinaria. O ¿será estrategia electoral de algunos para afirmar que no participaron en la entrega del país?

Con eso no se va a lograr que estos ‘carniceros de los Andes’ sean condenados a cadena perpetua, como Ratko Mladic, el ‘Carnicero de los Balcanes’, o como el fallecido Salvatore ‘Toto’ Riina, inculpado por un centenar de crímenes que palidecen junto a los de las Farc, pero el que haya menos sumisión nos aleja un poco de que terminemos comprando cucharadas de comida como en el país vecino, donde las Farc buscan crear una estructura política paralela.

De hecho, aunque el doctor ‘Timochenko’ manifieste su incomodidad por la decisión de la Corte Constitucional de que los “terceros” solo comparezcan ante la JEP por voluntad propia, seguimos a merced de que este tribunal le arme procesos a cualquiera dejándolo en manos de la justicia ordinaria. Y, ante una condena, ¿quién no prefiere admitir cualquier acusación ante la JEP con tal de ser absuelto?

Nada ha cambiado. El conflicto armado sigue muy vivo en el país, según Amnistía Internacional. Y según Jean Arnault, representante de la ONU en Colombia, el 55 por ciento de los exmiembros de las Farc ya no están en los espacios de reincorporación. Entonces, ¿dónde están? ¿Será aventurado creer, como la mayoría de los colombianos, que retomaron las armas?

Ahora solo falta que, ante el vencimiento del fast track, se dé otro golpe institucional con la figura de la conmoción interior. La democracia vale huevo. A John Carlin le pareció una maravilla que se ignorara el resultado del plebiscito y que importara un carajo. De ese tamaño es la cosa.

(Publicado en el periódico El Tiempo, el 28 de noviembre de 2017).

Posted by Saúl Hernández

One Comment

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