Para cuñar las 258 páginas de letra menudita del texto conciliado de la reforma tributaria no necesité uno de esos ‘pisapapeles de la paz’ que mandó a hacer la casa Santos a 620.000 pesos la unidad. Me bastó uno de los miles de pedazos en que se partió –tras tres reformas alcabaleras– el mármol en el que Santos firmó que no subiría impuestos. ¿Acaso un engaño que debería anular su elección?

Indudable es que esta última reforma o será recesiva o será inflacionaria. O, tal vez, ambas cosas. La Anif le atribuye un impacto de un punto porcentual adicional en la inflación, y algunos gremios hablan de más. De otra parte, si bien el aumento del 7 % del salario mínimo le sacó una ventajita a la inflación del 2016, de 5,75 %, esta fue para las personas de menos ingresos de un 6,98 %, lo que representa una rotunda pérdida de poder adquisitivo que se ahondará mucho más con ese IVA confiscatorio del 19 %. Inevitablemente, se consumirá menos porque el ingreso no va a alcanzar para lo mismo.

Claro, ya hemos oído al doctor Cárdenas Santamaría asegurar que la canasta básica familiar no tiene IVA, por lo que hasta las familias de alcurnia se favorecen mercando en las tiendas de barrio para engullir una sopa de verduras y un seco de ACPM (arroz, carne, papa y maduro). Pero otra cosa dice Guillermo Botero, presidente de Fenalco, para quien el 58 % de la canasta está gravado. Sobra decir quién tiene la razón.

Por ejemplo, los artículos de aseo personal y de limpieza del hogar tienen IVA del 19 %, pero ¿quién los necesita? ¿Acaso no basta con un jabón de tierra para asearse? O ¿para qué el aceite –con IVA del 19 %– si los fritos son tan malos para la salud? Todo lo que quedó gravado con el 19 % o es innecesario o es nocivo, como las salchichas, los quesos, las pastas, los yogures, las salsas, los condimentos, las galletas, el atún, los cereales, los jugos de cajita, la mantequilla, las arepas, los enlatados, las conservas, los dulces, los pasabocas y mil cosas más. Ah, y las camisas, los pantalones, las medias, los zapatos, los calzoncillos, las tangas, los sostenes, las faldas… Menos mal, los pobres ni comen, ni visten ni se asean.

Y mientras el nuevo salario mínimo (737.717 pesos mensuales) es de unos 24.590 pesos diarios, se conoció que la alimentación de los desmovilizados de las Farc costará cerca de 87.000 pesos al día, unos 2,6 millones mensuales, más de tres salarios mínimos vigentes que no incluyen las ayudas monetarias que recibirán en efectivo. Y eso que tildaron de locos a los que propalaban el cuento de que a los ‘guerrillos’ les iban a pagar 1,8 millones al mes, una de esas “mentiras” con las que fueron “engañados” más de seis millones de colombianos el 2 de octubre.

Ojalá resulte cierto que es solo para los miembros del mecanismo de monitoreo y verificación; de lo contrario, a menos que den jamón serrano en vez de mortadela (tiene IVA del 5%), es mucho el billete que se va a esfumar. Lo que sí es cierto es que en esas zonas de guachafita se pasa muy bueno: los policías se toman fotografías con gente que aún delinque, puesto que no devuelve niños ni secuestrados, y los delegados de las Naciones Unidas les dan entero crédito a las palabras de Donald Trump: “La ONU es solo un club de gente para reunirse, hablar y pasárselo bien”. Y bailar, por supuesto. Eso, como si no fuera suficientemente deplorable el listado de nuevos miembros del Comité de Derechos Humanos de la ONU: Arabia Saudí, Venezuela, China, Cuba, Irak, Catar, Burundi, Bangladés y Emiratos Árabes. ¿Es un chiste?

Qué realidad más amarga la de este pueblo ahorcado en impuestos. Ya Julio Roberto Gómez profetizó que será el año de los paros. Sobrarán motivos.

(Publicado en el periódico El Tiempo, el 10 de enero de 2017).

Posted by Saúl Hernández

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