En medio de un ambiente un tanto enrarecido, concurriremos el próximo domingo no solo a elecciones parlamentarias sino, en la práctica, a la primera vuelta de la elección presidencial. Y digo enrarecido porque “la paz” de Santos deja mucho qué desear. De hecho, importantes organizaciones internacionales que apoyaron el proceso coinciden en decir que el postconflicto no ha llegado a amplias zonas del país, donde aún campean los actores armados y persisten la violencia y la ausencia del Estado.

Da tristeza una justicia politizada que, entre muchos desaciertos, avala y fomenta la corrupción con condenas irrisorias para los corruptos. Desconsuela ver policías y soldados asesinados a sangre fría con la asiduidad de antaño, y las ya continuas asonadas, que no son nada espontáneas, sino hábilmente dirigidas por esos que juegan a sembrar el caos y el desgobierno. Se han vuelto paisaje los daños a la infraestructura, el irrespeto a la Fuerza Pública –con machetes en sus cuellos– y hasta el saqueo de almacenes al estilo venezolano.

Y del hermano país vienen más problemas: una oleada de inmigrantes que se está volviendo inmanejable y una abierta participación de venezolanos en las filas del Eln, cuyos dirigentes, por cierto, acampan allá con el auspicio de Maduro. Además, claro, no puede negarse que vivimos en medio de una gran polarización política, asunto que suele deplorar el presidente Santos como si todos no fuéramos testigos de que es él quien más le ha echado leña al fuego.

En fin. Ahora muchos se rasgan las vestiduras al ver en encuestas nada cercanas al uribismo que el Centro Democrático se perfila como el partido de mayor votación en el Congreso, catapultando de paso a Iván Duque a la presidencia. Tanto la encuesta de Polimétrica como la de Guarumo (para EL TIEMPO y La W) causaron estragos en las toldas de todos los partidos porque a estas alturas nadie esperaba que el que dijo Uribe empatara a Petro ni que Fajardo se desinflara tan pronto.

No obstante, el asunto no deja de ser paradójico porque apenas este domingo se definirá si Duque es o no es el candidato uribista, pues, aunque ambas encuestas muestran un resultado arrollador de Duque sobre Marta Lucía Ramírez (72,3 por ciento contra 21,7 por ciento en la de Guarumo), el asunto no es tan sencillo. Como se recordará, hace ocho años Andrés Felipe Arias perdió la candidatura del conservatismo frente a Noemí Sanín porque muchos antiuribistas votaron por ella para sacar a Arias del camino, lo que podría repetirse el domingo cuando los sectores del Sí se vuelquen a las urnas a favor de Ramírez.

Y no es que Marta Lucía no sea una buena candidata, pero en las encuestas marca por debajo de Duque, y no puede soslayarse que aún hay alguna resistencia a votar por mujeres para altos cargos. Curiosamente, ni las mismas mujeres parecen entusiasmarse a votar por otras mujeres; apenas las feministas lo hacen decididamente, pero estas son de izquierda y votarán por Petro.

Como, en el fondo, se ha instalado la idea de que Colombia requiere un hombre fuerte, el eventual triunfo de Ramírez podría darle aire a un Vargas Lleras que está desdibujado y del que nadie habla, pero que podría ser el gran ganador de este domingo si Cambio Radical saca la segunda votación.

En todo caso, habrá sorpresas. Se quemarán varias figuras y movimientos que no superarán el umbral. El declive de Fajardo se hará casi irreversible, y De la Calle seguirá en su soledad cervecera.

Por su parte, Uribe será el senador de mayor votación en la historia, el CD será la primera fuerza del Congreso, y el Macron criollo tendrá el camino despejado para ser presidente de los colombianos.

(Publicado en el periódico El Tiempo, el 6 de marzo de 2018).

 

Posted by Saúl Hernández

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