Las razones que se mandan a decir el presidente Pastrana y Raúl Reyes pasan a segundo plano gracias a las crecientes y repetitivas denuncias de corrupción que se oyen todos los días. Ya se empiezan a conocer detalles de las inversiones abusivas en el Quindío con la plata de las donaciones para la reconstrucción del Eje Cafetero y no sorprende que mucha de esa plata ya esté donde no debe estar.
Hace 10 meses tembló la tierra y la gente sigue en carpas. Se han gastado millonadas en estudios de sismicidad, se compró un lote para la Policía por 2500 millones de pesos y en Caracol Radio se denunció el despilfarro de 300 millones en la celebración de un evento que conmemoraba el terremoto.
Como si no bastara con El Guavio, Foncolpuertos, Chambacú y Dragacol, ahora las privatizaciones se están volviendo alcancías de romper y muchas manos van a recoger monedas de ahí. No hay que ser un águila para avizorar lo que va a pasar con Isa e Isagen.
La Empresa de Teléfonos de Bogotá está en venta a razón de 50 dólares por línea mientras las Empresas Públicas de Medellín adquirieron la telefónica de Pereira por 1150 dólares por línea y Telecom adquirió la de Bucaramanga por 1050 dólares. En gracia de discusión, podría ser que EPM y Telecom pagaron más de la cuenta pero tal desfase es inconcebible. Es más la plata que va a correr bajo la mesa.
En este, como en todos los casos de corrupción, hay un Fabio Puyo que se lleva la gruesa. Decir que es Sergio Regueros —gerente de ETB—, sería adelantarse a los acontecimientos, pero uno se pregunta por qué habiendo Contraloría, Procuraduría, Fiscalía, Das, Policía, etc., estos señores alcanzan a escaparse del país y nunca van a la cárcel.
Igualmente sería interesante saber cuál es la posición concreta de la guerrilla frente a la corrupción. Aparte de acusar de corruptos a algunos alcaldes de pueblos insignificantes —y de asesinar a varios—, no se conoce que la guerrilla tenga una posición vertical frente a este desangre nacional.
Cada vez que un político saca del erario público, le niegan atención a un moribundo en un hospital, se queda un niño sin un cupo escolar, llega otro mendigo a laborar en un semáforo de la gran ciudad, un muchacho empuña un arma más, una niña se suma a las que juegan a la gran dama en un burdel, otra empresa se cierra, no sale agua por la llave y mil etcéteras más.
La corrupción es el gran mal de Colombia, por eso debemos denunciarla. Es la enfermedad que nos afecta a todos y que nos tiene en el infierno. Aun si se firmara la paz, las cosas no se arreglarán mientras nuestra forma de hacer política sea el robo, el latrocinio, la usurpación.
Si la política es un reflejo de la sociedad, como sostienen algunos filósofos, entonces tendríamos que preguntarnos si nuestra sociedad es tan ruin. No sé si es un buen chiste pero ese cuento de los dos nuevos mandamientos —(11) no dar papaya y (12) no dejar pasar papaya— es una verdadera bribonada que muchos se creen a pie juntillas y se vuelve costumbre. Así ni para qué reclama uno, ni para qué se indigna cuando le miran el pasaporte de reojo.
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