Ni intercambio ni diálogo ni nada que arrodille al país. Ajustarse a la Ley en todos los órdenes, con valentía, es el camino de Colombia.

Para cualquier persona medianamente racional, un conflicto armado como el que se vive en Colombia debiera dirimirse mediante el diálogo. De hecho, eso es lo que colombianos de todas las categorías han pensado por años y en lo que muchos aún creen; sin embargo, es una fortuna que se esté dejando de pensar con el deseo y se confíe más en la razón. El intento de rescate de secuestrados de la semana anterior es un hecho resultante del ejercicio de la razón, mientras que los familiares de las víctimas y de los que permanecen secuestrados piensan con el deseo de ver libres a sus seres queridos, actitud comprensible pero estrictamente idealista y utópica, lo que no siempre conduce a situaciones posibles ni convenientes, y por lo que les parece normal —a los familiares— que se libere a toda una caterva de bandidos, con gravísimos crímenes a cuestas, a cambio de una treintena de compatriotas que están siendo usados como carnada para entrampar a todo un país.

De hecho, el mal llamado canje humanitario podría considerarse lógico y provechoso si el pasado no nos enseñara con terrible sapiencia que las Farc son un grupo de facinerosos patológicamente mentirosos, consecuentes con las enseñanzas de Mao y el Che de mentir y engañar. En ese sentido es que puede desenmascararse a muchos correligionarios de la revolución que andan por ahí, aupados en lugares estratégicos de la sociedad —universidades, medios de comunicación, estamentos del Estado—, repitiendo las mismas mentiras de siempre para que la revolución siga su marcha: que la guerrilla no se puede derrotar y que la fórmula de la ‘guerra total’ es lo único que se ha usado sin resultados. No hay nada más falso. Las guerrillas se han fortalecido precisamente cuando se ha dialogado con ellas, cuando se les ha concedido alguna tregua. Así sucedió durante el gobierno de Belisario Betancur y ni qué decir de lo sucedido en el gobierno de Andrés Pastrana.

No hay guerrilla en Colombia con la que se haya dialogado más que con las Farc, sin resultados porque por sus mentes no ha transitado la idea de la paz. El pasado demuestra que las guerrillas negocian cuando quieren, cuando están en disposición de hacerlo por cualquier motivo, y que el Estado colombiano siempre ha estado listo a indultar y olvidar no por magnanimidad sino por mediocridad, liviandad y cobardía, por una incapacidad absoluta de ejercitar la razón y defender la Ley. El M-19 se desmovilizó cuando quiso, se les perdonó a sus miembros toda clase de barbaridades como la destrucción del Palacio de Justicia en 1985 y sus devaneos incestuosos con el narcoterrorista Pablo Escobar. Hoy varios de sus miembros, con las manos manchadas de sangre, legislan en el Congreso de la República al amparo de la democracia. Suerte parecida han corrido los guerrilleros del Ejército Popular de Liberación (EPL) y de otras guerrillas menores, muchos de ellos figuras prominentes de la política que se han convertido en servidores sin par de la democracia colombiana.

Eso es una muestra fidedigna de que si las Farc y el Eln no se han desmovilizado es porque no han querido, aduciendo que siguen armados para combatir la injusticia social pero cometiendo ellos las más demenciales injusticias, las más aberrantes atrocidades, perdiendo día a día la autoridad moral necesaria para atribuirse el derecho de hablar a nombre de un pueblo que hoy los odia. Eso lo saben pero la soberbia que da el poder del dinero y de las armas enceguece, y por eso están seguros de alcanzar el poder por la vía armada y gobernar a los que se queden —o queden vivos— con un fusil en la cabeza. Eso no le deja a Colombia otra alternativa que combatir a la subversión con la determinación que antes ha faltado y haciendo caso omiso de quienes nos quieren hacer tragar el sapo de que después de tantas humillaciones y vejaciones les tenemos que cambiar a los líderes de las Farc sus camuflados y cambuches por sacos y corbatas y por curules del Parlamento.

Algunos cuantos han querido armar un escándalo por los resultados del operativo de rescate del 5 de mayo en Urrao pero a diferencia de otras ocasiones les ha sido imposible criticar cualquier exceso de la Fuerza Pública porque no los hubo, incluso se ha coincidido en que en estos casos no se puede llegar a saludar con un megáfono; aunque parezca brutal, lo correcto es intentar un rescate a sangre y fuego sin importar las consecuencias. El 23 de octubre del año anterior, rebeldes chechenos se tomaron el Teatro Dubrovka en Moscú, con 800 rehenes. El presidente de Rusia, Vladimir Putin, ordenó tomarse el teatro y murieron 117 rehenes por efecto de los gases venenosos usados en el asalto. Según la revista Time (Noviembre 3 de 2002), el 85 por ciento  de los rusos aplaudieron la acción a pesar del resultado.

Contrariamente a lo que dicen los ex presidentes, un país no puede soltar criminales condenados por crímenes atroces. Así lo contempla el derecho de las naciones y flaco favor prestan al estar presionando que se haga un acuerdo cuyas demandas son inaceptables. Y como el acuerdo es de imposible desarrollo no le queda al Estado otra opción que cumplir con sus obligaciones y rescatar a los secuestrados pero sin megáfonos, a sangre y fuego como corresponde en estos casos pero con el mayor ánimo de preservar la vida de los rehenes. Para ello no hay que pedirle permiso a nadie, llámese Yolanda Pinto, Pulecio o Pascal.

El sargento Guarnizo, ileso en el operativo, dijo que todos sabían que nunca los iban a liberar con vida, que a menudo hablaban de ello. La hija de Gilberto dijo que a su padre lo prefería muerto que enterrado vivo y los que vivieron el secuestro de La María, en Cali, ya suscribieron una carta donde le piden al Ejército que los rescate si son secuestrados porque ya saben qué es preferible. Bien decía Fernando González que «sólo cuando los colombianos hayan padecido mucho y sientan náuseas de su vivir y anhelen un vivir noble, levantará su mano el Altísimo». Pues bien, ya va siendo hora, la náusea es general.

Posted by Saúl Hernández

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