Cuando se lee en la prensa que el ex guerrillero Antonio Navarro Wolff le propone al Partido Liberal una muy extravagante alianza para impedir la reelección del presidente Uribe y que el ex presidente Ernesto Samper procura, con el mismo fin, una manguala entre personajes tan disímiles como su archienemigo el infausto ex presidente Andrés Pastrana, el ex guerrillero Navarro, el amigo de las Farc Álvaro Leyva Durán (con quien también ha tenido grandes diferencias) y el ex alcalde de Bogotá, Antanas Mockus, es imposible dudar que se está cocinando algo muy oscuro.

Ni siquiera en épocas del narcopresidente Ernesto Samper se advirtió tanto conciliábulo, tanto complot, tantas intenciones de conspirar contra un primer mandatario como ahora. Todo lo contrario: el líder conservador Álvaro Gómez Hurtado fue asesinado por encarnar un supuesto peligro de golpe de Estado contra Samper, y el general Harold Bedoya Pizarro careció de pantalones para bajar a Samper de la silla mientras éste giraba cheques a diestra y siniestra para no caerse… ¿Cómo olvidar el espectáculo bochornoso del juicio a Samper en la Cámara de Representantes después de recibir de manos suyas contratos y presupuestos?

No nos digamos mentiras, Samper aguantó comprando el Congreso y la reelección presidencial terminará siendo aprobada con el mismo método pues es el único que entienden los congresistas colombianos. De otra manera jamás la aprobarían porque ellos no entienden la Presidencia como una institución para el servicio de la Nación sino como la joya más visible del botín del Estado. La clase política es ladina y calculadora, primero van a vender cara la reelección y después se van a amontonar para poner la zancadilla. Pero si la reelección no es el acabóse ni es la panacea, ¿por qué tanta asechanza, tanta artimaña, tanta intriga? El país no se va acabar con otro cuatrienio de Uribe, como no se acabaría con otro periodo presidencial de Pastrana o de Samper. Creemos, eso sí, los optimistas, que muchas cosas seguirán en lenta pero firme mejoría con las recetas de Uribe mientras que los médicos anteriores sólo empeoraron al enfermo.

Álvaro Uribe Vélez convenció a los colombianos por sus propuestas, por su coherencia, por su estilo y por su pasado, no por ser mago ni milagroso. Es muy fácil hacer parte de los difamadores que a diario le achacan los dolores de Colombia como si él hubiera recibido el gobierno de un país del Primer Mundo o como si a cada uno no nos recayera un poco de responsabilidad de nuestra realidad. Y si alguien lo defiende es acusado de panegirista o de intelectual vendido a la elite del poder. Está haciendo carrera la peligrosa idea de que la gente ‘entendida’ debe ilustrar al vulgo acerca de los peligros que engendra un ser maquiavélico que embruja con la mirada, que cautiva con su aire inocentón de seminarista de ojos verdes, que seduce con voz de sacerdote pueblerino y regaña como un papá cariñoso. Aducen que todo eso no es más que una careta ampliada por el poder mediático de la televisión y por un talento descomunal de comunicación.

Muchos intelectuales han caído en ese juego de tratar de ‘desenmascarar’ a un ‘ilusionista’, convirtiéndose en ilusionistas ellos mismos, en idiotas útiles de fuerzas oscuras y en diletantes que juegan al catastrofismo en un escenario ya derruido de tiempo atrás, pero donde la culpa se le achaca siempre al último inquilino. Esos pensadores cobran en metálico por sus opiniones en los medios y temen que poco vilipendio y mucha discreción merme sus acciones pues el escándalo vende, el recato no.

Sin embargo, algunos estudiosos perseveran en su juicio de que el presidente Uribe es mucho, pero mucho más que un vendedor de ilusiones; que encarna unas doctrinas que venían siendo reclamadas de tiempo atrás y que se han estado aplicando, durante estos dos años, en la medida de lo que permiten, entre otras cosas, las malas condiciones fiscales y las imperfecciones propias del género humano y de nuestra cultura que es, a fin de cuentas, lo que nos ha traído hasta este lugar del camino. Doctrinas que incluyen acabar la guerrilla y cerrarle espacio a cualquier opción de la izquierda anacrónica y acabar con las prácticas corruptas de la política tradicional. Estos dos sectores son los que se quieren unir porque, a diferencia de lo que nos quieren hacer creer, ellos saben que Uribe no es ningún ilusionista sino un gobernante diligente y aplicado que con perseverancia y algo de fortuna los va a dejar tirados a la vera del camino. Es que Dios los cría y…

Publicado en el periódico El Mundo de Medellín, el 16  de septiembre de 2004 (www.elmundo.com).

Posted by Saúl Hernández

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