Una de las maneras más descaradas que suelen usar los políticos para saquear el presupuesto nacional es lo que en el Congreso de la República se llama ‘Ley de Honores’. Dice el periódico El Colombiano (diciembre 7) que el senador Germán Vargas Lleras propuso una de estas leyes para honrar la memoria de Carlos Lemos Simmonds, noble homenaje que incluye dos bustos en memoria de este egregio colombiano (uno en Bogotá y otro Popayán), un óleo y dos publicaciones (libros) donde se recojan sus mejores escritos, todo por valor de 500 milloncitos de pesos.

Lo que uno no entiende es cómo a un senador de la talla que se le endilga a Vargas Lleras, que se supone uribista como el que más, que se cataloga de presidenciable y funge hoy como flamante Presidente del Senado, se le ocurre un acto de esta naturaleza. A Lemos se le recuerda por sus enérgicas posiciones contra la corrupción, contra el narcotráfico, contra la guerrilla (cuando ésta era un grupo de boys scouts que no le importaban a nadie), pero fue él mismo quien deshonró su vida pública y su memoria aceptando la presidencia por diez días mientras Ernesto Samper se hacía unos chequeos médicos en Canadá, que se pudo hacer en Colombia, esperar unos meses que le faltaban de mandato para realizárselos o, simplemente, no hacérselos pues su salud era perfecta.

Lemos quedó con pensión vitalicia de Presidente sin que un sólo colombiano hubiera votado por él, pensión de la que ahora disfruta su joven viuda y que seguirá desangrando al Estado por unos 30 ó 40 años más hasta que el Creador lo disponga o el Estado colombiano colapse. Sin embargo, resulta que a este individuo de ingrata recordación hay que disponerle dos bustos, un retrato que irá a pudrirse en los sótanos del Congreso y publicarle dos libros a pesar de que aún pueden conseguirse textos del citado personaje en librerías y bibliotecas pues, en vida, publicó varias obras. Esto parece confirmar el rumor de que el roce del Presidente de la República (AUV) con el congresista Germán Varón —al que Uribe llamó «manzanillo de cuello perfumado»— iba dirigido al jefe de Varón, Germán Vargas Lleras.

Pero vamos más allá. Colombia es un país de grandes poetas. Guillermo Valencia, Luis Vidales, León de Greiff, Eduardo Cote Lamus, Rogelio Echavarría, Barba Jacob, Aurelio Arturo, José Asunción Silva, Eduardo Carranza… ¿Alguien conoce a Baudilio Montoya? Pues a este poeta quindiano habrá que dedicarle dos mil millones de pesos gracias a la Ley de Honores que incluye un centro cultural para resaltar su gestión, la publicación de toda su obra y la reproducción fotográfica de su vida: ¡la salvación de Colombia! Hay decenas de leyes de ‘honores’ propuestas para celebrar el cumpleaños de algún municipio o elevar vetustos edificios a la categoría de monumentos nacionales, pero todos llevan enredados gastos millonarios y conforman el bloque mayoritario de los proyectos presentados en un año. ¿Para esto es que elegimos a los congresistas y les pagamos salarios astronómicos?

El homenaje a Lemos y al poeta están en veremos por falta de recursos en el Presupuesto pero, tarde o temprano, los proponentes los conseguirán pues el fin no es otro que meter la uña. Basta ver la actitud cantinflesca con la que senadores y representantes vienen oponiéndose a toda propuesta gubernamental por la sencilla razón de que el presidente Uribe les cortó de tajo las acostumbradas partidas presupuestales, los contratos estatales, el control de entidades descentralizadas, todo aquello que se solía negociar en los famosos desayunos de palacio que ofrecían los presidentes para comprar apoyos y que después salían felices tomándose fotos los perros con los gatos. El Congreso funcionó el año anterior más o menos bien gracias a que sobre sus cabezas pendía amenazante la espada de Damocles en que se había convertido el referendo primigenio de Uribe, que contemplaba la revocatoria de ese ente. Superada la amenaza, los parlamentarios creen que sólo es cuestión de tiempo y de presionar correctamente para que el Presidente ceda a sus pretensiones. Un capítulo similar acaba de vivir la administración de Antanas Mockus a quien el Concejo de Bogotá —entidad tanto o más corrupta que el Congreso— se le opuso a todas sus propuestas porque el alcalde se negó a negociar como era costumbre.

¿Cómo puede Colombia salir del abismo si quienes gobiernan este país sólo están interesados en esquilmarlo? ¿Cómo puede lograrse el control desmedido del gasto público si gran parte de éste va a manos de nuestros dirigentes por la vía legal y otro tanto por medios ilegales? Si a cada magistrado de la Corte Constitucional la congelación de gastos del Estado le iba a reportar un detrimento millonario de su patrimonio y, luego, el tope pensional los llevaría a pensionarse con menos de la mitad de la millonada que se van a ganar, ¿cómo iba a ser posible que no entorpecieran el referendo con aquello de que los votos no marcados son abstención?

Hace pocos días la plenaria del Senado enterró la posibilidad de revivir los puntos más importantes del referendo que ya habían pasado primer debate en la comisión Primera. Y la enterraron con los mismos argumentos vergonzosos que han usado desde hace años para seguir robándose el Estado, o sea robándose nuestro dinero, sin que nadie pueda ponerle coto a esta situación. Mientras tanto, la gente sigue muriendo por los derrumbes del invierno, las inundaciones, y los cientos de miles de desplazados aguantan hambre. Los desempleados se mueren de desespero… tal vez aprendan la lección y en su siguiente vida se metan a políticos para vivir como reyes, robándonos a los demás, merecedores hasta de homenajes póstumos y coronas de laurel entre las sienes como los Césares romanos.

Posted by Saúl Hernández

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